Nos queremos vivas
Íbamos en la marcha del 6 de julio cuando
unas adolescentes de secundaria nos vieron pasar. Una le dijo a la otra “¿de
qué se trata?” La compañera contestó: “De que están matando a las más grandes, ven
porque seguiremos nosotras”.
La estatua de la Hermana Agua, donde nos
habíamos congregado, quedó atrás. La estatua de una mujer desnuda, supersexualizada
con que se representa a las mujeres en el imaginario masculino, había sido el
punto de encuentro para protestar. Protestamos precisamente por eso: porque la
supersexualización de las mujeres, nos mata. No importa que nos digan”hermana”,
como la “Hermana Agua”, de todos modos nos matan.
Nos matan dentro de las casas y fuera de
ellas. Las casas no son seguras para las mujeres. Puede estar el vecino
espiando los horarios de la vida cotidiana para entrar y dar el golpe mortal o
pueden estar conviviendo en alguna forma de relación para lastimar, vejar,
violar a las mujeres, a las niñas, a las muchachas. O puede estar en la calle,
acechando en la parada del autobús.
Según el recuento de la Colectiva
Feminista Nayarit en lo que va del año, a partir de la prensa escrita se tienen
múltiples asesinatos de mujeres. La trivialización del asunto menciona que son
mujeres “vinculadas al narcotráfico”, como si anotarlas del lado de “los malos”
pudiera ser una justificación de sus muertes. También se menciona que se trata
de “suicidios”, pero ¿tal alta es la tasa de suicidios en Nayarit?
La conciencia vence al tiempo, a las
leyes, a la justicia. La conciencia y el sentido común nos dice que la
violencia social en Nayarit no es efímera, llegó para quedarse desde el momento
en que la política deja de ser el lugar para la resolución de conflictos; desde
que ocupar cargos de elección popular se convirtió en la canonjía para
interpretarse a sí mismo en el eterno teatro de lo absurdo. Servirse a sí mismo a partir de tener al
alcance las arcas públicas, las relaciones, las redes de complicidades que da
el poder, ha sido la tónica de gran parte de la clase política.
Ante la violencia social y ante los
asesinatos de las mujeres, la solución estatal es “quedarnos en casa”. Dijo el
Secretario General de Gobierno: “no deben salir, si no tienen algo urgente que
hacer”. Con esas palabras se cancelan los derechos de las mujeres, con esas
palabras vuelven a ser ellas las responsables de sus muertes. Si antes lo eran
porque “daban motivo”, ahora lo son porque “salen de su casa”. Pero también nos
matan dentro de las casas.
No nos tocan los derechos, nos toca poner
a las muertas.
¿Podemos imaginar desamparo más
desastroso?
Ninguna autoridad masculina nos recibió en
el Poder Ejecutivo, en el Poder Judicial, en el Poder Ejecutivo. Fueron las
funcionarias mujeres, mujeres funcionarias del Poder Ejecutivo, una magistrada
del Poder Juficial, diputadas del Poder legislativo quienes recibieron la
marcha de las mujeres.
El poder masculino no escucha a las
mujeres.
El poder tiene cuerpo de hombre, oidos de
hombre, ojos de hombre, razones de hombres.
Queremos decirles a las adolescentes de
secundaria que no seguirán ellas, que toda la sociedad nos uniremos para que no
sigan ellas, ni sigan las grandes ni las pequeñas. Que nadie siga.
Dónde están
¿Dónde
están las palabras para consolar a la madre de Brenda,
la
muchacha tirada en el cañaveral?
¿Dónde
está el aliento para José, padre de Catalina,
abandonada
en una brecha del camino?
¿Dónde
están las canciones para las hermanas de Eva,
arrojada
al canal de desagüe a media noche ?
No
callo por ustedes
Quiero
levantar esta voz por todas
por
Carmen, Yolanda, Maricruz
por
todas estas madres que buscan a sus hijas
por
todos estos padres que interrogan la noche
Seamos
voces
Seamos
griterío
Seamos
multitud de manos enlazadas
¿Qué
tan lejos queda el silencio
para
no saber las últimas palabras de su boca?
¿Que
pájaros cruzaron
el cielo mientras te asesinaban?
Rompen
los huesos de las muchachas
y
los asesinos siguen impunes
Pisotean
los ojos de las mujeres
y
los asesinos siguen impunes
Amordazan
las bocas, violentan los
cuerpos
y
los asesinos siguen impunes.
¿Quien
se llevó a Karla?
¿Donde
está la niña que jugaba en la esquina?
¿Por
qué calles perdieron a Dolores?
¿Cuatro, dieciséis,
veintidós?
Nadie las cuenta porque no
cuentan.
Por
todas estas madres que interrogan en la obscuridad
Por
el obsesivo péndulo que da vueltas a la nada
Seamos
griterío
seamos
multitud entrelazada
Las
bocas saciadas de los asesinos
nombrarán
democracia
comprarán
leyes
venderán sentencias.
Nosotras,
clamamos otra voz
otra
justicia
otro
orden que nos devuelva la vida de las hijas
donde
las estrellas reluzcan un mañana
¡Donde
estemos todas!
¡Donde
quepamos vivas!