lunes, 23 de agosto de 2021

Antología de Relatos en lenguas originarias de Nayarit

Leer la Antología de Relatos en lenguas originarias de Nayarit coordinada por Rodrigo Parra Gutiérrez y Tutupika Carrillo de la Cruz, de la Universidad Autónoma de Nayarit, es asomarnos a una lectura en varios niveles, por lo pronto me referiré a dos. En uno, se encuentran las explicaciones teórico-académicas de las familias linguísticas a las que pertenecen las lenguas que se narran, la wixarika, o´dam y naayeri; la metodología a partir de la cual se hicieron las recolecciones y traducciones, así como la norma ortográfica que se utilizó para los fonemas indígenas. Esta sección incluye también, recomendaciones de otras lecturas por lo que se vuelve un texto abierto, vinculado a una tradición de estudios de las lenguas originarias. 

 

La otra parte, permite adentrarnos a las narraciones mismas. Desde luego, yo leí las traducciones en español, puesto que soy incapaz de tener los dominios de las lenguas originarias, lo cual es un pesar, puesto que cuando oigo a hablantes de lenguas wixarika y naayeri, percibo dulzura, continuidad, armonía en lo que se dice. 

 

La interrelación entre el lenguaje y la visión del mundo es una de las principales aportaciones de filósofos y tratadistas que desde el siglo XVIII identificaron la vinculación entre la forma y el contenido: la lengua traduce en palabras el pensamiento, la vida, surgidos en contextos específicos, de acuerdo a las necesidades de las comunidades de hablantes. Así, cada lengua contiene una interpretación del mundo, una filosofía, una manera de ser humanos. Por ello, la Antología de Relatos que ahora nos ocupa, nos da apenas, un atisbo de un mundo de significados en que viven los pueblos originarios. Gracias a quienes coordinaron el trabajo, por hacerlo posible.

 

Brevemente quisiera realizar comentarios a las narraciones.

 

Sobre la historia del alacrán de la tradición wixaritari, se puede leer un metarelato más allá de la historia que nos cuenta. Para empezar, había un tiempo mítico donde los alacranes no picaban, ello implica un orden diferente al acual, un orden de armonía y de convivencia pacífica entre animales y humanos. Ese orden fue alterado por la desobediencia; en este caso por la desobediencia del hijo. Una vez rota la armonía es imposible regresar a ella. El relato también nos habla del trabajo de los hombres adultos, de la presencia del tabaco como parte de la cotidianidad, del morral como parte fundamental de la indumentaria de los hombres y sobre todo, de las relaciones entre la población adulta y la población infantil: una relación deseada de mandato/obediencia. 

 

La desobediencia, la transgresión a los mandatos del mundo adulto se encuentra en diversas tradiciones, de tal manera que se puede afirmar que la desobediencia saca al ser humano de un lugar idílico y lo envía al mundo del dolor, del sufrimiento. En el relato bíblico, una desobediencia también expulsa a los primeros humanos de paraíso para iniciar el tiempo histórico. De la misma manera, una vez roto el equilibrio, los alacranes seguirán picando hasta el final de los tiempos por una provocación que si bien hizo un niño desobediente, son todos los integrantes del pueblo wixarika quienes lo asumen. Los seres del presente tienen que pagar las consecuencias porque se reconocen herederos de este acto. 

La narración termina con la voz del hablante como vehículo de toda la comunidad para convertir la historia en didáctica de la obediencia. Sin embargo, si bien se asume la parte de responsabilidad correspondiente a los humanos, el hablante dice: “No sabemos por qué a veces los dioses te los avientan”. Esta expresión se puede entender como una indefensión, puesto que estamos a merced de los dioses o como un reclamo: si no hacemos nada ¿para qué nos los avientan? “A veces te pican mientras estás coamilenado, así sin hacer nada” como si el piquete debiera corresponder a una falta, como en el tiempo mítico.

 

Sobre el relato El nacimiento del fuego, solo quiero mencionar que cada cultura convierte en héroe al que es capaz de proveer de fuego a los humanos. ¿Por qué es tan importante el fuego? Porque a partir del fuego el grupo humano es capaz de pasar de lo crudo a lo cocido, ahuyentar a los animales, prolongar el día, obtener calor; en síntesis la posesión del fuego marca un hito entre lo indefinido, caótico y obscuro a lo definido, ordenado y luminoso. En este relato es el armadillo el que es elevado a héroe fundacional, lo que permite también, explicar por qué este animal tiene la cola pelada. 

 

Obviamente, los relatos, incorporan parte de contextos traidos por los europeos. Me explico, el relato habla de leones gigantes cuando los leones no han existo en esta parte del mundo. 

 

Cargo de autoridad, de la tradición o´dam

 

Este relato nos habla de la interiorización de la obligación de cumplir de parte de quien tiene autoridad. Dicen que es dolor ser autoridad, porque el regimen que se tiene que cumplir implica austeridad, cumplir rituales y retirarse al campo. La primera consecuencia es dejar de estar borracho para atender el cargo. El relato nos habla de la consciencia de que el deber cumplido atrae el beneplácito de los dioses, en tanto que el no cumplir con las obligaciones ocasiona el abandono y protección de los dioses. Pero también el texto habla de la jerarquía entre quienes tienen cargo y la trayectoria que se tiene que seguir desde el primer cargo, en esta caso, ser cajero e ir escalando los diversos puestos de la jerarquía. 

 

En una versión de Sapok (leyenda) del lucero de la mañana, de la tradición odam

 

Se cuentan los obstáculos que tuvo que vencer Un muchacho, posteriormente convertido en Lucero de la mañana. En este relato lo que quiero resaltar es la incorporación de voces colectivas en la narración. Cuando el narrador, agrega “que le dijo”, para incorporar un diálogo, realmente está incorporando a todos los que antes de él narraron esta historia. Se tiene aquí, la conciencia de que se trata de una transmisión de un ente narrado que viene de otros lugares y que así, como él, seguirá siendo transmitido.

 

  La abuela Sapo y el origen de la temporada de lluvias de la tradición naayeri

 

La narración inicia: “Esto es algo de lo que contaban hace tiempo nuestros ancestros, cuando nos reuníamos, cuando se acababa la jornada de trabajo…” Aquí también, tenemos la conciencia del hablante como un eslabón en la cadena de los transmisores. El momento de las narrativas como esa tiempo, después de la jornada laboral, destinada a rehacernos a nosotros mismos como comunidad. Ese tiempo que no es el del trabajo, donde entramos a la dimensión de lo comunitario. 

 

De este relato quisiera destacar algunos elementos que también se pueden extender a los relatos anteriores. En primer lugar, los dioses, en este caso, las deidades de la lluvia, se presentan como seres que pueden ser engañados. Ocasionan daños, pueden causar la muerte, pero también pueden ser engañados. Aquí tenemos un elemento de la divinidad totalmente distinto del concepto de divinidad occidental donde los dioses son todopoderosos e invencibles.

 

En segundo lugar, los animales son aliados de los humanos para conseguir establecer un mejor orden en el mundo. De esta manera, el consejo de ancianos envía al colibrí, al venado, y a otros, hasta que convencen a la abuela real, al sapo, un animal lento que no tenía ninguna ventaja sobre la velocidad del colibrí o del venado. Sin embargo, la argucia de la abuela real, y este es el tercer elemento, logra traer las lluvias a Jesús María, puesto que es engañada por los cantos sucesivos del sapo y sus hijos. Argucia que no pueden distinguir las deidades. 

 

En los otros relatos también eran aliados el perro, el caballo, el cuervo. Ello conduce a que los pueblos originarios consideren a los animales en un horizonte de valoración diferente a la inferiorización del pensamiento occidental. También nos habla de como lo pequeño y aparentemente, sin ventaja puede lograr vencer a quien es poderoso. Es, por ello, una valoración de la inteligencia, en tanto argucia, para vencer lo que aparente ser invencible. 

 

En este mes de agosto se recuerda la caída de Tenochtitlán fechada el 13 de agosto de 1521. Ese vencimiento no ha significado la derrota de los pueblos originarios porque como sabemos, los pueblos de la Sierra del Gran Nayar siguieron existiendo con sus cargos de autoridad, tradiciones, costumbres, hasta 200 años después, como sobrevivieron los pueblos mayas o purépechas en sus regiones. 

 

A los pueblos del Nayar no los vencen los conquistadores sean españoles o el Estado mexicano, porque las narraciones del grupo son formas de permanencia de formas de vida. Encontramos en las narraciones la simbolización e hibridación de los relatos de cada grupo originario donde predomina su visión de la existencia. No importa que en esa hibridación se hagan aparecer caballos, manzanas u otros elementos que son conocidos a partir del siglo XVI. Lo que importa es la existencia de hablantes, cuyas lenguas vivas les permite significar el mundo.

 

Porque solo nos vencen cuando nos narran una sola historia. Si la historia inicia con la llegada de los españoles, entonces el ciclo se cerrará con la caída de Tenochtitlán, pero si la historia inicia desde la existencia de los pueblos originarios y se prolonga hasta estas narraciones conque se narra el mundo, entonces no podemos hablar de pueblos vencidos: en la lengua están las deidades, el sentido de la vida, los territorios, las formas de nombrarlos y también los imaginario del mañana.

 

Bienvenida esta antología de relatos en lenguas originarias de Nayarit, gracias otra vez a Tutupika Carrillo de la Cruz y a Rodrigo Parra Gutiérrez por la coordinación, así como por la participación de quienes narraron las historias. Sería de esperar que tanto el CECAN como la Universidad Autónoma de Nayarit, establecieran publicaciones en lenguas originarias con regularidad, como parte de una valoración de las lenguas originarias y una contribución a su enriquecimiento. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 23 de agosto de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx 

miércoles, 18 de agosto de 2021

Afganistán, la desvanecida noche

Palpé mi vida con mis dos manos

para ver si estaba ahí, 

sostuve mi espíritu en el vaso, 

para probar si era más posible.

 

Emily Dickinson

 

Tuve un compañero de clase originario de Afganistán. Éramos estudiantes en la Universidad Humboldt de Berlín a principios de los ochenta. El gobierno de la República Democrática de Afganistán los enviaba a estudiar a las principales universidades del mundo socialista porque en esa época, los intercambios estudiantiles eran posibles en esa región del mundo. Desde luego, de Afganistán, solo enviaban hombres solos, no conocí a ninguna afgana, ni tampoco a ningún estudiante que viajara con esposa y familia. Cuestión extraña porque sí iban estudiantes mujeres de otros países musulmanes, con sus esposos.

 

Recuerdo a los afganos viviendo siempre en su propia comunidad. Aunque participaban de las actividades del resto de estudiantes, comían en la cafetería estudiantil, asistían a clases, etc., generalmente socializaban entre ellos. Sin embargo, era inevitable el contacto con estudiantes provenientes de otras latitudes, de América Latina o de Japón. Eran festivos, alegres, producían música sin nada, canturreaban, palmeaban; eran una permanente fiesta...cuando no oraban.

 

Uno de los problemas más fuertes a los que ellos se enfrentaron fue a las costumbres alemanas o, podríamos decir, occidentales. Me explico: los dormitorios estudiantiles tenían baños y regaderas comunes para mujeres y hombres, lo que hacía inevitable encontrarnos en las regaderas puesto que cada quien se podía bañar a la hora que quisiera. Para los afganos, como para todos quienes provenían de países musulmanes, ello era un verdadero problema puesto que no podían ver a ninguna mujer desnuda, salvo pena de tener que casarse con ella. 

 

Realmente, no podían ver a ninguna mujer con poca ropa, no solamente desnuda. En verano, cuando hicimos una excursión a uno de los lagos del norte de Alemania, una vez que pasó la etapa del descongelamiento, los muchachos afganos daban la espalda al lago o de plano, se quedaban en las inmediaciones, fuera de la posibilidad de vernos en traje de baño. Entendimos, entonces, que la prohibición no solo estaba establecida por los adultos, sino que cada quien la llevaba como parte de su identidad. Tal vez, también temían que hubiese un sistema de delación entre ellos. 

 

El hecho de enviarlos en grupo reforzaba la idea del posible espionaje mutuo, caso contrario a quienes íbamos de México o de Colombia o de algún país de AL, donde cada quien era responsable de sí misma. Lo más grave era la incertidumbre, porque, aunque estuvieran lejos de su país, llevaban las prohibiciones a donde fueran. Con todo y las limitaciones, se trató de una época de modernización para la juventud afgana de esa época. 

 

Aprendimos a tener horarios de manera tal de respetar las tradiciones musulmanas. Aprendimos a no causarles problemas, así que, aunque interactuábamos en las clases o en el comedor, fuera de esos espacios, ellos trataban de mantenerse separados. 

 

Al terminar los estudios cada quien regresó a su país. El predominio de la Unión Soviética en Afganistán terminó en 1989. Entonces, otras guerras se sucedieron de manera intermitente, ya sea con rostro norteamericano o ruso. 

 

En más de una ocasión nos hablaron de cómo no les importaba esperar que transcurrieran los días en la universidad; para ellos era una etapa festiva porque conocían otras formas de vida, otras ideas, incluso, otras maneras de comer. Los paisajes que llevaban en los ojos, las ceremonias del calendario, caían en sus corazones como convicciones de vida, convicciones de lo que verdaderamente existe y a lo que iban a regresar. Estar en la Humboldt era un paréntesis de la vida verdadera que les había tocado vivir. 

 

Por eso, ahora, con cada revuelta que se conoce de Afganistán, en cada declaración de guerra, en cada golpe de Estado, vuelvo a ver el lugar del planeta donde se encuentra ese país de las montañas nevadas atravesado por las fronteras de Rusia, China, Pakistán; atravesado también por un Estados Unidos voraz controlador de todas las esquinas. Vuelvo a recordar a mis compañeros de clase, jóvenes en aquella época; jóvenes como quedaron en el recuerdo y pienso en esas noches desvanecidas que nos contaban en medio de la bruma, donde vivos tamboriles les anunciaban el fin del día y ahí tenían su sentido del mundo. 

 

Hoy, son irreflexivos fusiles, granadas, ametralladoras, las que, sin duda, marcan la noche, para ellos y para las mujeres que vuelven a estar sumidas en la obscuridad.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 17 de agosto de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

jueves, 12 de agosto de 2021

¿Cómo preparar el corazón para el duelo?

Para

José Trinidad Ponce Palafox y,

colegas, trabajadores y estudiantes de la

UAN que han fallecido por covid.

In memoria

Les extrañamos como parte de la comunidad.

 

No sé cómo se prepara el corazón para el duelo. Tal vez no exista una preparación cuando el dolor se asoma en todas las ventanas cibernéticas a las que nos asomamos. El mundo entero está ceñido por este duelo ocasionado por el covid, por el cáncer, por la violencia, por las desapariciones.

 

Nos duelen las muertes de covid porque irrumpen la vida de quienes todavía tenían que estar en la vida. 

 

Las preparaciones para el duelo se refieren a las pérdidas individuales: aceptar los sentimientos que cada quien experimenta ante la pérdida de un familiar, hablar sobre la persona que ha muerto y otros procesos. Pero ¿cómo nos preparamos para las muertes de quienes no son nuestra familia pero que han estado en nuestra vida de alguna manera, han sido parte del contexto, de nuestra generación, de nuestro entorno? Colegas de trabajo, compañeras con quienes hemos compartido caminos; escritoras, vecinas con quienes nos cruzábamos en la tienda o el señor que lavaba los coches en el estacionamiento y del cual sólo sabíamos el nombre. 

 

No tienen que tener nuestra sangre para que su muerte nos aflija.

 

En las redes sociales circulan las esquelas, las despedidas, las noticias del deceso de la madre, del hijo, de la amiga, del padre. ¿Cuánto dolor circula en el mundo? ¡Cuánto dolor en nuestra proximidad!

 

¿Por qué nos macera el dolor? Porque la tiranía del dolor de quienes sobrevivimos nos arroja a ese reducto de humanidad en que nos reconocemos como colectividad, como tribu. La vida es el escenario donde los seres humanos nos desarrollamos, mas, ¿qué significa hoy la vida? Incertidumbre, desazón; hoy estamos ante un sufrimiento prolongado donde el presente significa riesgo. Vivimos en un sin saber que oculta tras de sí posibles desgracias; sucesos que no nos dan tregua porque nuestra preparación científica avanza detrás de lo que se desconoce. La vida es un sin saber del porvenir. 

 

Ya no luchamos contra esfinges cuya maldición acarrea pestes, pero sí con la incertidumbre de la realidad misma. Ya no clamamos a dioses para que apacigüen su ira, pero vivimos en la perplejidad de lo incierto. 

 

Son las muertes inesperadas las que nos hacen entrar a esta zona de irrealidad. Es como si estuviéramos en una ruleta rusa y no sepamos quién será la siguiente víctima. A pesar de estar vacunadas, de cuidarnos, de no asumir riesgos, la muerte está ahí, acechando cualquier descuido, cualquier respiro. 

 

Familias enteras están resguardadas ante la sospecha de contagio de algún integrante. Hoy más que nunca estamos atentas al menor resfriado, a cualquier síntoma que pueda traslucir la presencia del virus. Es cierto, las vacunas son una solución; los cuidados nos ayudan a prevenir; conocemos historias de quienes han vencido la enfermedad. Pero, agazapada, nos espera en el contacto humano.

 

El dolor llega y rompe el equilibrio emocional personal y comunitario. Solo entonces podemos acercarnos a la tragedia humana, atisbar un poco el dolor causado por otras calamidades a otras generaciones; el sufrimiento derivado de las guerras; las lamentaciones de quienes murieron en las revoluciones; la laceración ante los desastres, terremotos, inundaciones. Apenas hoy nos asomamos a los abismos narrados en la literatura escrita o visual, porque el dolor colectivo ha rozado nuestra generación. 

 

La muerte nos cubre como un manto umbrío. La esperanza ha sido vencida con cada muerte que hubiera sido evitada. La angustia es absoluta, el razonamiento es breve. Duelen estas muertes que no debieron haber sido. El tiempo pasa más lento mientras las muertes se acumulan en un tiempo incierto en nuestro horizonte; en nuestros corazones, que no terminan de estar preparados para el dolor del mundo. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de agosto de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

martes, 3 de agosto de 2021

(No) hacer lo que el mundo quiere que hagamos


Tenemos que proteger 

nuestras mentes 

y nuestros cuerpos

 y no solo salir 

y hacer lo que el mundo

 quiere que hagamos.

 

Simone Biles. Gimnasta olímpica

  

Dentro del término “salud mental” se incluye un estado de equilibrio con que las personas hacemos frente a la cotidianidad. Incluye el bienestar emocional, psíquico, la empatía con las personas con las que convivimos, la tranquilidad con nosotras mismas; la capacidad de relacionarnos con lo que nos rodean, sean seres humanos, animales o cosas. También, incluye recuperar trozos de nuestro pasado para hacernos vivir el presente de manera armónica y con ello, tejer ilusiones hacia el futuro. Todo ese amasijo de emociones, sensaciones y razonamientos es la salud mental; un término plástico capaz de abarcar la potencialidad humana. 

 

Simone Biles, la gimnasta estadounidense considerada la mejor de la historia, encontró un intersticio por el cual abrir la polémica sobre la disciplina férrea que se aplica en los entrenamientos para los juegos olímpicos. “Hubo un par de días en que todo el mundo te tuitea y sientes el peso del mundo”. Con esta declaración, dice adiós a las medallas para dedicarse a cuidar su salud mental.

 

Las olimpiadas muestran la sociedad del sobreesfuerzo a que estamos sometidas en la actualidad. Si bien, vemos ese disciplinamiento en los cuerpos de deportistas en las diversas competiciones y categorías, la episteme se extiende a prácticamente todas las actividades del mundo contemporáneo: sólo si te esfuerzas al máximo podrás lograr primer lugar en la academia, en los negocios, en la cultura, la ciencia, etc. Por ello, cada quien traza sus propias rutas para llegar a la cúspide de sus metas en un proceso de autoexplotación que se esconde en la nueva religión del éxito.

 

Porque el éxito es la medida con que actualmente se mide la vida. Para lograrlo, se establecen parámetros: lograr el primer lugar, conseguir romper el récord de ventas, obtener cum laude en el doctorado, publicar libros best seller, producir mercancías, subir la montaña más alta, obtener trofeos, sobrevivir en la vida salvaje, merecer la distinción, cruzar el Canal de la Mancha, etc. Entrenar, ejercitarse, disciplinarse, obedecer, practicar, ensayar, etc., son actividades que se realizan a partir de la búsqueda del éxito. Puede ser que esa decisión se tome por alguien externo, -entrenadores, pedagogos o progenitores- y/o sean asumidos por una misma.

 

Actualmente, interiorizamos los mandatos de ser siempre mejores, de estar en la cúspide, sin importar que ello represente una verdadera enajenación puesto que la meta es individual, personal, individual. Aún el tiempo del descanso, nos lleva a conseguirlo. Al hacerlo, dejamos de ser personas para convertirnos en indicadores dentro de las empresas, las instituciones, las organizaciones: medallas, nombramientos, trofeos, son la materialidad del éxito que distingue a uno y excluye a todos. 

 

El éxito deja de ser una autorrealización para ser un espectáculo para los otros. Ser observada es la consecuencia de la autoexplotación. Quizá por ello, nos reflejamos tanto en Facebook, en Twiter; porque requerimos esa mirada de los otros para completar lo que soy. Entre más personas me miren, me den like, tendré la certeza de que ese día vivo. El aplauso digital se convierte en la medida de mi estar en el mundo. Mi estar exitoso: vivo en la medida en que los otros me observan, aún sea en la fugacidad de los mensajes, de las fotos que se cambian día a día.

 

La salida de la lógica carcelaria que encerraba a Simone Biles; la renuncia a un tipo de éxito, pone en entredicho las claves del disciplinamiento sobre los cuerpos. La frase “Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”, encierra la potencialidad de lo rebelde, de lo que transgrede lo impuesto. En ese germen, puede surgir la potencialidad de la vida desde otro lugar. 

 

Simone Biles se refugia en la salud mental, pero realmente está resguardando la vida para ser vivida.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 3 de agosto de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx