lunes, 13 de noviembre de 2023

Las bibliotecas de la infancia

                                                                                                                      Para Clara Orizaga

En la esquina de mi casa en el cruce de las calles Querétaro y Zapata, en Tepic, Nayarit, detrás de un mostrador de madera, Doña Lucía despachaba dulces a las niñas del barrio. También vendía cuentos, esas historietas infantiles que eran la ventana a otros mundos, donde niñas y niños de diversos lugares, hacían travesuras y exploraban el mundo de la infancia. Ahí estaban “Los Super Sabios”, “La Familia Burrón”, “Chanoc”, “La pequeña Lulú”, “Lorenzo y Pepita” y otros.

 

Sobre una soga, colgaba los cuentos que, por diez centavos, se podían alquilar, si no tenías dinero suficiente para comprarlos y llevártelos a casa. Nos sentábamos a leer nuestros diez centavos de historietas en banquitos de madera. Me aficioné a “Clásicos infantiles” publicados por editorial La Prensa, donde se ilustraban las historias de los cuentos infantiles de diversas partes del mundo.

 

Cuando Doña Lucía vio que dedicaba el gasto que me daban en mi casa, a la lectura, me llamó aparte; me dijo que tenía otras historias, pero que “tenían más letras”. Entonces, me prestaba “Clásicos ilustrados”, también de editorial La Prensa y novelas clásicas que tenía en su casa. Te asomabas al pasillo y ahí veías el patio con la fuente en medio y  por todos lados, libreros con sus novelas organizadas; ella sabía donde estaba cada una. Generalmente, yo las tenía que leer en su local, pues no confiaba en que pudieran sobrevivir si las llevaba a la calle.

 

Esas fueron mis primeras lecturas de Ivanhoe, Historia de dos ciudades, Los miserables, Las aventuras de Marco Polo, Cuentos de Navidad, Diversos cuentos de Las Mil y una noches, El Conde de Monte Cristo, Frankenstein, Los Viajes de Gulliver, La Guerra de los Mundos, etc. Algunas frases me sorprendían como los relámpagos del temporal de lluvias: primero queda todo obscuro y al relámpago no lo ves, te ciega con la luz. Así, yo quedaban sin entender la historia, pero de pronto, una frase iluminaba. Me maravillaban las historias; las frases que hilvaban las historias; las letras que formaban las frases: todos los mundos que evocaban; todas las historias que dependían de esas letras organizadas.

 

Después, ya de joven o adulta, recordaría esa primera biblioteca de novelas alquiladas en las que leí, por primera vez, una síntesis de narraciones, que llenaban con deleite el tiempo de la infancia.

 

En la escuela primaria teníamos los Libros de Texto Gratuito de la década de los sesenta y setenta. Eran lecturas que nos acercaban a la cadencia de las letras. Recuerdo en especial, las lecturas del libro de Primer Grado por su ritmo y resonancia; una lo abría y podías oler las letras pegadas, pasar tus dedos por los colores. “Qué buenas son tus manos, mamá. Tus manos trabajan para mí sin descanso. No hay cosa que necesite que tus manos no puedan hacer…” Ahí también, tuvimos el primer encuentro con la poesía de Amado Nervo “Yo adoro a mi madre querida/yo adoro a mi padre también/ ninguno me quiere en la vida/como ellos me saben querer…”. Ahí estaba, también, la poesía de Gabriela Mistral “¿En dónde tejemos la ronda/ la haremos a la orilla del mar”?/El mar danzará con mil olas/haciendo una trenza de azahar…”

 

Una tía abuela le había comprado a su hijo una enciclopedia de libros infantiles, así que cuando íbamos a su casa, pedía prestado un tomo para leerlo mientras las personas adultas hacían la visita. Ahí leí lo que hoy serían pequeños ensayos para niños, síntesis de cuentos clásicos, acertijos, etc.

 

Al terminar la escuela primaria, me fui a vivir con una tía que era maestra de Literatura Universal de secundaria. Entonces mi relación con los libros cambió porque leía libros con un cierto orden, en ediciones empastadas y cuidadas; pero esa es otra historia.

 

Esos cuentos infantiles son la entrada al gusto por la lectura. Las ilustraciones buscaban fijar los personajes, aunque estos escaparan sin lograr establecer sus límites. ¿Cuántos Frankenstein hemos visto? ¿Cuántas Madame Bovary? ¿Cuántos Quijotes de la Mancha?

 

Después del doctorado regresé a Tepic. Doña Lucía había muerto, sin que alguien me pudiera dar noticia de sus familiares. La tienda de cuentos de la esquina se había transformado en una cremería y ya nadie podía asomarse al patio con la fuente, a las flores de los pasillos, a los libreros. La casa fue fraccionada en locales comerciales.

 

Muchos años después, tuve que escoger un nombre para una de mis hijas. Decidí que su nombre sería Lucía, en recuerdo de la primera bibliotecaria que conocí: una señora de barrio cuyo amor a las narraciones todavía recuerdo en el gusto con que me hablaba de esa pasajera que viajaba en tren para encontrarse con alguien que amaba, tras guardar la memoria de una noche. Con esas palabras abría mi interés de niña de ocho, de diez años.

 

Ciertamente, ahí, aprendí a leer y a imaginar. A saber que las letras se pueden unir para contar historias tuyas y mías, de pueblos enteros,  aunque se hayan escrito en Rusia, en Londres, en Chile, en Guadalajara, y nunca se detienen.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 15 de noviembre de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

martes, 7 de noviembre de 2023

El feminismo es una permanente conversación con Antígona

Todo lo que puedes hacer

a pesar de toda tu corona,

tus adornos y tus guardias,

todo lo que puedes hacer

es hacer que me maten.

 

Sófocles. Antígona

 

En la tragedia de Sófocles, escrita en el año 441, antes de nuestra era, Antígona se niega a cumplir la ley establecida por Creonte, rey de Tebas acerca de que el cadáver de Polinices permanezca insepulto afuera de la ciudad como castigo por haberse levantado en armas contra el rey. Antígona desobedece la orden y alude a otra ley anterior a la ley humana: la ley natural, por lo que decide enterrar a su hermano Policines, pues de otra manera, no tendría vida eterna.

 

Antes que la ley del Estado, está otra ley a la que obedece Antígona; una ley no dictada por el Estado, que tiene que ver con una ética diferente a la de la polis.  

 

Creonte se entera de la desobediencia de Antígona, por lo que la condena a ser enterrada viva en una tumba. Antígona se suicida ahorcándose.

 

Para Antígona, Polinices no es un traidor, sino su hermano. Esta relación familiar, basada en las leyes de la sangre y no en las leyes de la polis, es el fundamento para la desobediencia de la orden del tirano. Con ello, Antígona abre la existencia de distintas valoraciones de las acciones. Para el tirano, es un traidor; para las leyes del Estado, Polinices es un traidor; para Antígona es su hermano a quien le unen lazos de sangre y, por lo tanto, la obligan a rescatarlo de la ignominia.

 

El conflicto que plantea Antígona es a qué debemos obedecer las mujeres: si a las leyes elaboradas por los hombres o tenemos derecho a otro orden diferente al orden dispuesto para nosotras. Se trata de un conflicto ético que atraviesa el feminismo y que, por ello mismo, se convierte en una acción política.

 

Existen leyes no dictadas por el Estado; son las de las mujeres que aluden a otro orden.

 

Antígona plantea la rebeldía justa, porque las leyes establecidas por Creonte, el Estado, están elaboradas desde la razón androcéntrica sobre las mujeres. Por ello, Antígona ha sido el símbolo de la lucha civil y la determinación porque es capaz de desafiar al tirano y a la ley de la polis y con ello, contiene todas las acciones rebeldes de las mujeres de todas las épocas.

 

El dilema se presenta como cumplir la ley de la ciudad y salvar su propia vida o actuar de acuerdo al principio ético de la justicia y morir. En este sentido, cuestiona la autoridad, el orden supuestamente legítimo del Estado, para mostrarlo como un orden ilegítimo y usurpador.

 

De las palabras de Antígona, me interesa resalta el siguiente diálogo con Creonte:

 

“ANTÍGONA: No he nacido para compartir el odio, sino el amor

CREONTE: Ya que tienes que amar, baja, pues, bajo tierra a amar a los que ya están allí. En cuanto a mí, mientras viva, jamás una mujer me mandará”

 

En el diálogo anterior, vemos que Creonte-Estado es incapaz de entender las razones de Antígona porque significaría la subordinación masculina a la femenina.

 

El feminismo, como teoría política, se basa en el derecho de las mujeres a otro orden, distinto del orden establecido para las mujeres. Por ello, el feminismo es una larga conversación con Antígona; con sus desafíos y sus esperanzas; con sus palabras y sus decisiones que todavía hoy a más de dos mil años de haber sido pronunciadas, nos siguen impulsando a la acción, a la acción política.

 

Antígona dice: “El futuro está en manos de quienes cuidan el futuro”. Abre la rebeldía civil para resistir ante un orden injusto. Abre, también, otros futuros posibles.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 7 de noviembre de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

miércoles, 1 de noviembre de 2023

La muerte exige devoción

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,

 lleváronla al tempo

y en una capilla

dejaron el féretro.

 

Gustavo Adolfo Becquer

 

En una ocasión estuvimos levantando una lista de niñas y niños en una comunidad wixaritari de los alrededores de Tepic. Al llegar a una vivienda, una señora estaba confeccionando aretes de chaquira, por lo que siguió con su labor mientras contestaba las preguntas de cuántos hijos e hijas tenía, las edades, etc. Ya habíamos terminado cuando se escuchó un llanto en el interior de la casa. Le pregunte de a quién correspondía ese llanto. –“Es una niña que nació hace poquito”- dijo, sin despegar las manos de la labor que hacía. –“¿Por qué no me dijiste para registrarla?” –“No quiero que la apuntes en tus papeles porque los dioses se la están comiendo”.

 

Entré a la casa y vi a una niña envuelta en trapos, orinada y sucia, simplemente dejada ahí por la mamá. Salí con ella en brazos y le dije, “mira, dale de comer porque tiene hambre” –“Me dijo el marakame que no me la arrime a darle de comer porque los dioses se la están comiendo. No va a vivir”. Traté de llevar a madre e hija a la clínica cercana; intenté convencerla de buscar alguna solución, pero ella segura del designio de la niña, había dejado de alimentarla y atenderla.

 

Confronté, entonces, las decisiones sobre la muerte de esta mujer, resignada a la muerte de la hija, muerte por pobreza. Seguramente el marakame priorizaba la salud de la madre ante el desgaste de dar de comer a una niña que, habiendo nacida desnutrida, tenía pocas posibilidades de sobrevivir. También contaban los otros hijos que debían ser atendidos por la madre.

 

Me costó trabajo dormir esa noche porque la niña wixarika, envuelta en esos trapos, muriéndose, se sobreponía en mi sueño. Me levantaba a ver a mis propias hijas en sus cunas.

 

Tenemos distintas posiciones ante la muerte. En la cultura mestiza católica, la resignación hacia la muerte es una decisión última que se toma con resignación después de haber hecho todo lo humanamente posible para que la hija o cualquier otro familiar, sobreviva. La medicina laica también tiene este propósito: buscar todas las soluciones posibles, antes de rendirse.

 

En México tenemos, al menos dos conmemoraciones sobre la muerte. La primera se refiera a los muertos próximos, a nuestros familiares que recordamos en sus aniversarios. La segunda se refiere a los muertos como colectividad y para ello tenemos el 1 y el 2 de noviembre. El día primero se recuerda a los niños y niñas que no probaron comida. Dentro del catolicismo se les llama comúnmente angelitos, pero se trata de criaturas que no ingresaron a la vida. El día dos se recuerda a los muertos en general.

 

En México, a partir de la separación Estado-Iglesia, el culto a los muertos se trasladó de los templos a los panteones. Gracias al Estado laico los panteones se convirtieron en lugares de fiesta cívica porque, aunque la celebración tenga que ver con la religiosidad, realmente se trata de festividades realizadas fuera del control de la iglesia.

 

En determinadas épocas, la muerte requiere su propia devoción. Así ha ocurrido durante las epidemias, las pestes, los contagios. Así ha ocurrido durante los asesinatos masivos derivados del crimen organizado, de las guerras, de las desapariciones, de los feminicidios.

 

La muerte, requiere su propia devoción y se convierte en la Santa Muerte.

 

Tiempo después regresé a la comunidad wixaritari que conté al principio. La familia había abandonado esa localidad para asentarse más adentro de la sierra. Entonces, pensé en esas niñas indígenas que no son registradas en los censos ni en ningún documento; niñas que están enterradas en cualquier sitio, sin seña alguna y seguramente, nadie las lleva en el recuerdo.


Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 30 de octubre de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx