viernes, 27 de octubre de 2017

Requiem por la democracia


Nací de una raza triste,
de un país sin unidad
ni ideal ni patriotismo;
mi optimismo
es tan sólo voluntad;

obstinación en querer,
con todos mis anhelares,
un México que ha de ser,
a pesar de los pesares,
y que yo ya no he de ver...

Amado Nervo

[1][2]

Si crees que vives en una democracia puede ser que estés en el límite de la normalidad. Si piensas que el estado puede asegurar la vida de las personas, entonces es necesario que acudas a un especialista para que se asegure de la cordura con que te conduces en el mundo.

¿En qué democracia vivimos cuando la violencia es la cara contemporánea de la democracia? Cuando pensamos arribar al siglo XXI con nuevas reglas para construir la democracia institucional en América Latina, se apoderan del continente dos problemas fundamentales: por una parte, la violencia brutal como la mayor sorpresa en buena parte de los países latinoamericanos, en particular en Ecuador, México y el Salvador. Por la otra, la corrupción que atraviesa las instituciones democráticas como la mayor sorpresa del siglo XXI en el continente.

Tanto la violencia como la corrupción no son particulares de países pobres o de élites gubernamentales emergentes, sino de países de democracias maduras con élites formadas en el centro del mundo globalizado: en Harvard o Inglaterra.

Pensábamos en la democracia como ideal, como un proceso político ordenado, el cual traería un estado de tranquilidad después del cual vendría una bonanza económica donde los beneficios se repartirían entre todos y todas. Por eso, en la década de los sesenta, el nombre del Che Guevara, de Fidel Castro, de Tania la guerrillera, se convirtieron en los iconos para una generación que luchábamos contra distintos autoritarismos.

En México era el autoritarismo del PRI, un partido político instaurado en el poder por más de 70 años, que mantenía una democracia de fantasía a base de controlar el aparato del estado y disponer de los fondos públicos. En Nicaragua la lucha contra el dictador Anastasio Somoza Debayle, en Brasil contra el dictador Castelo Blanco, en República Dominicada contra Rafael Trujillo.  A partir de la década de los setentas, las democracias electorales fueron derrotadas para instalarse nuevas dictaduras. Vimos entonces el golpe de estado de Argentina y de Chile.

El regreso a la democracia de estos últimos países, con elecciones regulares la democracia no resolvía los problemas de la mayor parte de la población, porque en la teoría, la democracia debe producir igualdad pero en América Latina la democracia electoral persiste con déficits significativos. En la década de los sesenta se pensaba que la pobreza del subcontinente latinoamericano era resultado de la insuficiencia dinámica de la región: el crecimiento económico crecía poco en relación a la tasa de crecimiento de la población que crecía mucho. Actualmente se calcula que alrededor de 200 millones en América Latina viven con cuatro dólares al día (Banco Mundial, 2014) y que 71 millones viven en la indigencia con dos dólares al día. En tanto en el extremo, se tiene al millonario del mundo, Carlos Slim y a otros millonarios latinoamericanos.

La democracia, entonces, ha producido una desigualdad estructural. Los países con mayor porcentaje de personas en situación de pobreza e indigencia son Bolivia con el 55% de la población, México con el 51%, Ecuador, con 45%.

Los gobiernos solo pueden ser progresistas dentro de la democracia, pero a través de la democracia pueden llegar los saqueadores como ha ocurrido en Perú o en México. Por eso, como las piedras del principio, el pensamiento latinoamericano se convierte en una manera de hacer frente a la ficción electoral.

Requiem por la democracia realmente existente porque produce desigualdad.

En el ritual de la democracia latinoamericana el voto es un cheque en blanco para los gobernantes porque la ciudadanía carece de posibilidades de vigilar el mandato público. Desde hace tiempo, en las democracias maduras se instrumentaron diversas formas de controlar el ejercicio del poder a través de plebiscitos, referéndum y revocación de mandato  principalmente, formas ausentes en la democracia latinoamericana.

La democracia en América Latina tampoco ha sido capaz de establecer una cultura de la legalidad. Se pueden tener los instrumentos normativos más avanzados, sin embargo estamos condenados a la trampa, al dar las vueltas, a caminar en círculos para no cumplir lo que marca la norma. No tenemos siquiera la experiencia de un Estado que respete las normas, mucho menos de un Estado que las haga respetar. Si los que deben respetarlas las usan como franquicia para delinquir, ¿de dónde surge la idea de un Estado ideal?

¿Por qué es funcional la democracia al capitalismo? Porque ha sido fundamental para organizar la acumulación de capital ya sea por extracción o por saqueo. De ahí que la democracia sea ahora también funcional para el nuevo orden criminal que azota al continente. En México se reconocen 100 mil muertos en dos sexenios, un número más grande que el reconocido para las guerrillas.

Réquiem por la democracia del capital saqueador de los pueblos latinoamericanos.

En América Latina tenemos un déficit de ciudadanía. No me refiero a la ciudadanía individual donde cada quien ve por su propio beneficio, sino a la ciudadanía colectiva, a los movimientos populares a la acción organizada de la sociedad no estatal.

Si la ciudadanización es la forma de participar en el debate público, en la forma de construir lo social y lo público, de establecer las normas que guiarán las normas sociales, fuera de las visiones parciales de los partidos políticos, en nuestros países existe una incipiente ciudadanización colectiva.

No existe, el asalto a lo público porque la partidización ha tomado la forma de concertar acuerdos para elegir a los que a su vez, elegirán. Si se hace un recuento de las personas que actualmente asumen cargos ciudadanos en nuestra entidad, podremos darnos cuenta de sus antecedentes partidistas muy marcados, e incluso de sus fidelidades a los partidos políticos que los postularon.

Esa fidelidad se va a convertir en la forma de mirar, en la manera de exigir, en la subordinación a los antiguos correligionarios, amigos, jefes. No se trata, desde luego, de una postura extrema en el sentido de que sólo quienes no han participado en ningún partido pueden tener una mirada no partidista, desde luego que no. De lo que se trata es de construir otras miradas que incluya a los partidos políticos pero que vaya más allá de las estrechas posturas establecidas por ellos.

Por eso, el mayor éxito del neoliberalismo es haber creado al habitante de las urbes productivo, consumidor y endeudado. Esta subjetividad que permite formar parte del engranaje, ser padre de familia, pagar los impuestos, ir a Cinemex y pagar el endeudamiento del coche y la casa, se convierte en el mayor triunfo del liberalismo o neoliberalismo porque se convierte en cuerpo, en sueños, en metas que alcanzar.

A la entrada de Tepic, está un promocional que dice algo así como soltera, guapa y con casa. Eso supone que cumple con los rituales necesarios para ser incluida en el directorio de quien triunfa.

Requiem por la democracia que en lugar de construir ciudadanía, produce consumidores.

Una de las características del siglo que comienza es la pérdida de la centralidad de las instituciones. Por eso es crucial el sistema de elección de gobernantes y en general, de tomadores de decisiones. El sistema que se sigue en México, el ritual de las elecciones ha permitido hacer intercambios entre la clase política, no necesariamente hacer relevos entre las generaciones y mucho menos, entre los equipos de gobierno. En México hemos asistido al recambio de la clase partidista en el nivel de interpartidos, de tal manera de garantizar estar en alguna posición de poder sin importar el partido político que haya permitido llegar a esa posición. Se trata de una clase partidista capaz de intercambiarse entre sí para continuar en el ámbito del disfrute de los cargos públicos.

Esta perversión de la democracia se aúna a otras. Una de ellas es pensar que el ritual de las elecciones agota la vida democrática. La reducción de la democracia al momento electoral ha llevado a fortalecer instancias que, a fin de cuentas, han impedido transitar hacia una verdadera democracia. Esto es, garantizar que los ciudadanos tengan acceso al ámbito de las decisiones de lo público para conformar sociedad. Círculo vicioso el que instala la democracia para practicar la antidemocracia. Ello es el resumen de lo que ha ocurrido en el sistema político mexicano como herencia del siglo que terminó. Tendremos que ver si en el siglo XXI somos capaces de darle otro contenido a la democracia.

La ciudadanización de los organismos autónomos en este país constituye una meta de largo aliento, la partidización priva por encima de intereses ciudadanos lo cual constituye un obstáculo serio para ser considerad@ candidat@ imparcial.

El problema es que pierde la sociedad en su conjunto. La función de la política, lo que la vuelve democrática es hacer posible el diálogo entre las distintas posturas. Este diálogo tiene necesidad de libertad en que cada individuo se constituya prioritariamente como actor y como sujeto poniendo en relación entre sí prácticas y valores.

¿Por qué el énfasis en la ciudadanización? ¿Qué tienen los ciudadanos que los hacen tan importantes para la democracia? Para responder estas preguntas se tiene que tomar en cuenta que la democracia representativa parte de una concepción de los derechos que funda toda una serie de derechos tan universales como los del ciudadano, pero que deben ser defendidos y puestos en práctica en situaciones concretas. Por su parte, los partidos políticos son instituciones que tienen como finalidad la toma del poder y el ejercicio de este con la finalidad de establecer un gobierno fundado en  valores determinados.

Los ciudadanos, fuera de los partidos políticos e independientes de ellos, serían entonces aquellas personas que tendrían las posibilidades para regular la arena en la que actuarían los partidos políticos. Sin embargo, resulta que son precisamente, los partidos políticos los que tienen que seleccionar a los ciudadanos que los regularán. Como se observa, no hay manera de salir de tal incongruencia. En México ha habido, en la mayor parte de los casos, una simulación de la ciudadanización, lo que ha dado por resultado una permeabilidad de los partidos políticos gobernantes en las distintas agencias, dependencias u organismos, supuestamente ciudadanizados.

Desde que la modernización económica se acelera y se instaura el capitalismo vigoroso, el espíritu democrático ya no se identifica con el Estado Republicano. La función de éste es defender a una clase sobre otra o al pueblo contra los dueños del dinero. La democracia se vuelve social donde la sociedad se estructura como una gran clase media extendida. La democracia se coloca, por lo tanto, en el nivel de los actores sociales y no por encima de ellos. Busca garantizar el acceso de los dominados a una acción política que se convierta en su propia participación.

Se dice que en México tenemos una gran capacidad para establecer leyes avanzadas, leyes justas, leyes de  vanguardia. Pero la clase política/partidaria ha acumulado también todas las artimañas para simular que ellas se cumplen. De ahí que la ciudadanización de la democracia sea de esas metas pendientes de cumplir.

¿Qué compromisos tiene la ciudadanía con la democracia, las instituciones, los principios y valores de la sociedad? Existen compromisos no utilitarios en las sociedades pero es muy probable que ante la pobreza generalizada, la incertidumbre ante las fuentes de empleo, esos otros valores se dejen de lado. Porque ¿a quién le podrá interesar la convivencia democrática, el bien común, la participación en la vida pública? Suenan a palabras vacías cuando no les damos un contenido, pero pensemos que cada vez que se anuncia una “Alerta Amber”, sobre una niña o niño que desapareció en las calles de Tepic o en cualquier lugar, la democracia se quiebra porque la seguridad de las niñas y niños debería ser un valor supremo de la democracia, debiera ser un indicador de la convivencia a través de la democracia. Tampoco hay democracia cuando ser periodista es una profesión de alto riesgo.

A la ciudadanía utilitaria sólo se le da un papel en el reparto del teatro de la democracia: el momento en que emite el voto, por eso se trata de democracias electorales que se agotan en el mismo proceso de votar. Posteriormente las ciudadanías pasan a la sombra donde permanecerán los siguientes seis años hasta que de nueva cuenta, sean descubiertas por los nuevos candidatos para que desde el fondo de los abismos vuelvan a salir los empobrecidos de la montaña, los esperanzados del campo, y sean fotografiados en los promocionales de los candidatos.

Ellos, los hombres del poder seguirán teniendo los reflectores, las luces, las fincas, el dinero, el rancho, los helicópteros. Puede ser que sus propuestas de generar empleo, impulsar el sector agrario, luchar contra la corrupción, eliminar el corporativismo, les alcance para arrancar el voto de quienes están en la sombra. O puede ser que el día de la jornada se pongan en vigor las compras de voto, las operaciones “tamal”, las “invitaciones” a votar, el espionaje de la lista nominal para asegurar que vayan a votar los comprometidos, esos a quienes se les dio la despensa, la lámina, la tarjeta. Asegurar que vayan a votar y anotarlos en las listas para que después vayan por su pago y por su chamba.

En pleno siglo XXI la democracia como sistema de participación social no ha anclado en América Latina. Es cierto, es difícil revertir el utilitarismo del voto. Sin embargo, el mundo público debe ser guiado por los principios, derechos, libertades, límites, instituciones establecidos en la utopía democrática.

Réquiem por la democracia del voto utilitario, del voto que se compra y vende.

¿Por qué ningún candidato se refiere a lo indio? Lo indígena sigue considerándose un asunto menor como si fuera una piedra en el zapato o una mercancía por explorar. O se les ve como problema o como producto de exportación. Por eso, el asesinato de los hermanos Miguel y Agustín Vázquez Torres se convierte en un asunto que se deberá volver papel lo más pronto posible.

Se está asesinando a los intelectuales y líderes de los pueblos indios.

Por eso, tampoco hay democracia cuando asesinan a los líderes indígenas que reclaman tierras. No importa si las tierras son de Nayarit o de Jalisco o de Zacatecas. Para los wixaritari el territorio no tiene fronteras o no tiene las fronteras que las escrituras mestizas determinan. Para el pueblo wixaritari la frontera oriente es Wirikuta, la poniente es HaraMara, la norte es Rapawilleme. Otra manera de entender el territorio, la tierra y el mundo próximo y distante.

Miguel Vázquez se había distinguido por su pertenencia al Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta, en el cual formaba parte de la mesa jurídica. Tuvo que estudiar el derecho mestizo para entender cómo debía defender los derechos de los indios presentes y de los futuros. Además fue parte fundamental en la creación de la Preparatoria Bicultura de la Universidad de Guadalaja, un proyecto largamente incubado y negado por sucesivas administraciones.

Miguel Vázquez era profesor de educación básica. Los profesores se vuelven los intelectuales indígenas porque tienen la distancia suficiente para tomar conciencia de quien son. Por eso, su identidad india es lo primero con que se enfrentan, lo que llevan por delante y lo que les permite atreverse a convocar lo comunitario. Lejos están de perseguir sólo un bienestar individual sino que en los wixárikas es más importante la identidad colectiva, el compromiso generacional que la comodidad individual.

Hace unos cinco años, en la pista de Tuxpan de Bolaños una mujer indígena nos alcanzó. Nos preguntó si éramos maestras de la Universidad de Tepic. Le dijimos que sí. Entonces ella, una mujer de la tradición, encerrada en la serranía del Nayarit-Jalisco, nos pidió le avisáramos cuándo empezaran las inscripciones para la preparatoria. Su hija estaba a punto de terminar la secundaria y ella quería que se fuera a la ciudad a continuar la preparatoria.

La ciudad, ese sitio inalcanzable desde la ruralidad indígena donde fluye el tiempo y su latido indiferente.

Es más fácil comunicarse a Nueva York que a la Sierra del Nayarit. Por eso, establecer una preparatoria bicultural no es solamente la posibilidad de que las jóvenes tengan la oportunidad de continuar los estudios, sino que marca la diferencia entre quedarse atrapada en el destino asignado por el cuerpo-tradición o transitar por el mundo de otra manera. La mujer wixárika lo sabía.

Asesinaron a dos líderes indígenas por ser líderes. Todo se desmorona: las reglas de la democracia, el espejo en que nos vemos todos los días. Se congela el rostro de los candidatos en su permanente bla bla bla, en su insistencia de ser los mejores. En su desesperación por maquillarse con el poder.

Los líderes indígenas están siendo asesinados por reclamar sus derechos. Esto, no puede ser democracia.

Requien por la democracia racista para quienes los pueblos originarios son parte del folcklor y el paisaje.

El Estado no se responsabiliza del presente de la juventud porque, en su frivolidad, ve a los jóvenes como amenaza cuando debiera verlos como oportunidades. La capacidad de crítica, de enojo, de descontento, de rebeldía, es atrapada en organizaciones corporativas que desciudadaniza a los jóvenes: les arrebata la posibilidad de pensar por sí mismos, de convertirse en ciudadanos completos para incorporarlos en redes de fidelidades dispuestos a pagar el bono correspondiente para asegurar un lugar en la fila aún cuando sea en los últimos puestos: viciados en el servilismo, en la subordinación, en la disciplinación de la mente, en la corrupción del cuerpo.

La clase gobernante, preocupada por mantener el poder del poder, el lugar desde el cual incapacitar a la sociedad, establece sus propios discursos autocomplacientes para decirse a sí mismos que no pasa nada, que ellos hacen todo lo posible pero el monstruo no se vence. Después del discurso van a la cena de las celebraciones, a los aplausos de los que comen cadáveres. Los escuchamos en su bla, bla, bla, destinados a ensordecerse ellos mismos. Los vemos verse en sus espejitos mágicos devolviéndose la imagen en que se quieren ver.

Por eso nos duele el dolor, nos duele el día de muertos, porque las balas alcanzan a los jóvenes y a sus sueños, a la niña que va pasando rumbo a la dicha, a los hombres trabajando en el horizonte de la vida. Por eso, los muertos de hoy, del día de muertos, son los muertos de todos. Todos morimos un poco en cada joven asesinado, en cada mentira aceptada, en cada minuto desaprovechado para la vida.

Crece la desdicha y nos inunda con sus propios líquidos. Nos alcanza en las salas de cine, en la arena de playas soleadas, en el coche lavándose, en los noticieros, a la hora de ponernos la piyama para entrar a la noche. Se mete en nuestras horas de sueño porque asesinan a jóvenes, a niños y nos asesinan la vida cotidiana.

Los gobernantes siguen palabreando.

Vuelvo el rostro. Somos apenas ese desierto donde dejamos los gritos.
Réquiem por la democracia que cancela el futuro de la juventud.

¿Por qué se ha negado a las mujeres el derecho a participar en el poder?

Para excluir a las mujeres del poder se ha hecho uso de distintas falacias. Las falacias son argumentos que parecen válidos pero no lo son, se usan para descalificar y descartar a las mujeres

La primera falacias que se emplea para marginar a las mujeres del poder dice que las mujeres no saben gobernar. Si gobernar es tomar decisiones, es claro que ello es falso porque las mujeres toman decisiones en la vida diaria destinada al cuidado y reproducción de la vida. En esa toma de decisiones se utiliza el sentido común, la experiencia acumulada y la consecución del bien para los demás. Por lo tanto, las mujeres si toman decisiones en la vida privada en base a esos tres principios, también las pueden toman en la vida pública.

La segunda falacia esgrime la debilidad de las mujeres. La pregunta es: ¿las mujeres son débiles para qué? No, sin duda, para soportar el dolor físico, tampoco para hacer frente a las adversidades de la vida puesto que las mujeres han desarrollado recursos que les permite sobreponerse a abandonos, pobreza, enfermedades y aún así, continuar la vida. Por lo tanto, la supuesta debilidad de las mujeres no tiene que ver con atributos de ellas, sino con las supuestas características que se quiere ver en ellas.

Las mujeres no están preparadas es otra falacia frecuentemente utilizada para no incorporar a mujeres en el poder. Sin embargo, el avance educativo de las mujeres indica que la matrícula femenina en las Universidades de todo el país es más alta que la masculina, por lo tanto las mujeres han accedido a la escolaridad superior, han construido mayor capital social y cultural, lo que las capacita para ejercer el poder, pero no tienen posibilidades de convertir ese capital educativo en capital político. En los puestos administrativos donde los cargos se asignan por méritos y no por redes de complicidades, las mujeres tienden a ocupar mayores lugares.

La cuarta falacia recurrente se relaciona con la supuesta emotividad de las mujeres. Las mujeres priorizan la colaboración y la comprensión, por lo que se supone que esas emociones las descalifica para la toma de decisiones en el poder, donde lo que se requiere es la competencia y la agresividad. En este caso es posible que utilizar la colaboración y la comprensión abriría las posibilidades de articular un poder consensuado-horizontal en lugar de un poder autoritario-vertical.

La quinta falacia alude al hecho de que las mujeres se dejan guiar por los sentimientos por lo que son proclives a enamorarse fácilmente. La falacia consiste en atribuir a las mujeres conductas faltas de ética como si las mujeres estuvieran en la inmoralidad permanente. En este caso la falacia impide la consideración de las mujeres como personas capaces de tomar decisiones en base a argumentos, razonamientos y sentimientos.

La sexta falacia dice que los varones representan a la mujer. Este razonamiento es falso puesto que los hombres se representan a sí mismos, un ejemplo de ello se tiene en los códigos penales cuando los hombres que cometían violaciones contra las mujeres se les perdonaba si se casaban con las mujeres violadas. Es claro que la legislación elaborada por los varones encierra los valores de sometimiento de las mujeres y tiene soluciones para ellos, por lo tanto los hombres se representan a sí mismos y no representan a las mujeres. El varón es un falso representante universal.

¿Por qué es necesaria la participación de las mujeres en el poder?

Porque la conducción del país se ha realizado a partir de los valores masculinos los cuales priorizan el desarrollo económico por sobre la transformación social basada en las personas. Ello ha dado lugar a una sociedad desigual, empobrecida y falta de impartición de justicia, con grave deterioro del medio ambiente. 

Porque el poder establecido en ausencia de las mujeres cada vez pierde mayor legitimidad de representación, de ahí la necesidad de incorporar a las mujeres con la finalidad de ampliar las bases de legitimidad de un poder cada vez más vacío de contenido.

Porque está pendiente la agenda de las mujeres.

Réquiem por la democracia masculina que excluye a las mujeres de la toma de decisiones.

La construcción de un Estado de Derecho como idea, solo puede prosperar a largo plazo. Puede ser que sean las generaciones que ya están aquí entre nosotras quienes puedan imaginar y crear otros estados en América Latina. A mi generación le tocó luchar contra el PRI, contra Somoza, contra Pinochet. Marchamos en las calles del mundo por una América Latina en paz. Cantamos contra el imperialismo norteamericano y unimos las fuerzas por una democracia no ritualizada.

En México, los partidos políticos son de los políticos viejos. Esperamos que surja entre nosotros ese momento de la juventud con sus propias propuestas de futuro, no que retome los ideales del Che Guevara, de las feministas, de quienes han luchado en las calles. Esperamos que construyan sus propios ideales, sus propias utopías, sus propios horizontes para caminar, porque el autoritarismo aparece en sociedades desencantadas de la democracia como decía Hannah Arendt.

Ha costado mucho trabajo construir la democracia realmente existente, hoy debemos consolidarla para cerrar el paso a las alternativas autoritarias de derecha y de izquierda. 

Dos poemas para terminar:

Y desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de sér, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tánto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la arimética!
Jamás tánto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!

César Vallejo

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
Es inasible.
Pero (aunque suene mal)
Daría la vida
Por diez lugares suyos,
Cierta gente,
Puertos, bosques de pinos,
Fortalezas,
Una ciudad deshecha,
Gris, monstruosa,
Varias figuras de su historia,
Montañas
-y tres o cuatro ríos.

José Emilio Pacheco





[1] Texto leído el 27 de octubre de 2017 en el 50 aniversario de la muerte del Che Guevara en la Universidad Autónoma de Nayarit.
[2] Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com


martes, 17 de octubre de 2017

Derechos políticos de las mujeres: 64 años del voto femenino

Me llevó mucho tiempo
desarrollar una voz y,
ahora que la tengo, no me voy a
quedar callada”

Madeleine Albright,
Primera mujer Secretaria de Estado en EU

¿Cómo se construyó en México la condición de ciudadanía de las mujeres? Estamos en el segundo decenio del siglo XXI, a cien años de la promulgación de la Constitución Mexicana que sentó las bases para la exclusión/participación de las mujeres en la política como uno de los pilares del Estado Mexicano.

El país entró a la etapa de modernización a partir de la exclusión de las mujeres de la participación directa del poder, exclusión que fue remontada primero, como reconocimiento del voto en elecciones municipales y después federales y segundo a través del reconocimiento del derecho a ser electas: a través de un sistema de cuotas para cargos legislativos establecido en el país de manera progresiva y heterogénea y finalmente con el establecimiento de la paridad para cargos legislativos a nivel federal, estatal y municipal.

Por ello, la teoría política debiera ser considerada como una síntesis de los supuestos del pensamiento teórico y valores básicos de la sociedad liberal masculina ya que al teorizar sobre el ser humano, sus relaciones sociales, sus relaciones con la naturaleza, asume, la cosmovisión de una sociedad política de varones.

Las mujeres estuvieron en la Revolución Mexicana como conspiradoras, enfermeras, periodistas, escritoras, patrocinadoras del movimiento y no sólo como “adelitas”, pero al término de la revolución mexicana se les negaron derechos políticos y participación en el poder. A los campesinos, trabajadores y militares se les vinculó al poder. Sin embargo, a las mujeres se les devolvió al hogar.

La Ley de Relaciones Familiares emitida por Venustiano Carranza en mayo de 1917 establecía la primacía del marido sobre la esposa pues le correspondía establecer el domicilio conyugal y dar permiso a la mujer para trabajar, ejercer una profesión o comercio. Además, la esposa tenía “la obligación de atender los asuntos domésticos” y era la encargada de “la dirección de los hijos” (artículo 44). Las mujeres no solamente eran excluidas del ejercicio del poder, sino que eran apartadas y confinadas al ámbito privado. Definidas desde la necesidad de resolver la intimidad del varón, las mujeres eran tratadas como seres sin ciudadanía.  

En esa exclusión inició la lucha de las mujeres por tener derechos plenos y no permanecer circunscritas al ámbito del hogar ni bajo la tutela del marido. Exigieron el derecho ciudadano a tomar parte activa en el movimiento político tan solo por ser integrantes de la Patria. Fundaron clubes y asociaciones desde las cuales tomaban la tribuna pública; organizaron Congresos Nacionales; acudieron a Congresos Internacionales de las Mujeres; salieron a la calle a protestar, a pedir, a exigir; negociaron con diversos personajes políticos hasta que el derecho a votar y ser electas fue reconocido por el poder en 1953, ¡más de 30 años después de la terminación de la Revolución Mexicana!

La lucha por el derecho al voto fue un ejemplo de unión de las mujeres: tanto mujeres de izquierda como de derecha, liberales, católicas, cardenistas, callistas y socialistas se unieron para posicionar una sola demanda: el amplio derecho a la ciudadanía plena a través del voto a las mujeres.

64 años después tenemos una sociedad donde se incluye a las mujeres en el ejercicio del poder a partir de reformas jurídicas como las cuotas y la paridad para integrar las Asambleas legislativas y las sentencias como la 12624 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero al mismo tiempo tenemos una realidad que insiste con su carga de negación de esas posibilidades.

Los feminicidios niegan la ciudadanía de las mujeres porque instala la violencia como reguladora de las relaciones entre mujeres y hombres. La simbología sobre la mujer, la valoración negativa del cuerpo femenino, la degradación de la sexualidad femenina, todo ello es parte del subsuelo, de lo oculto a partir de lo cual se valora a las mujeres. De ahí que la política no logra orientar y dirigir los procesos necesarios para, por una parte aumentar la participación de las mujeres en el plano político y por otra, disminuir la infravaloración que se tiene sobre las mujeres en el plano de la vida cotidiana. El marco normativo que ha obligado a la incorporación de las mujeres a la participación política ha sido la principal línea de política utilizada por el Estado, sin embargo, la normatividad deja intacta la infravaloración de las mujeres como sujetos de la sociedad y de la política.

Así no se construye democracia ignorando el subsuelo de la degradación simbólica y real contra las mujeres. Con violencia feminicida no hay valores de la democracia.


Publicado en Nayarit Opina el 17 de octubre de 2017.

Derechos políticos de las mujeres: 64 años del voto femenino



“Me llevó mucho tiempo
desarrollar una voz y,
ahora que la tengo, no me voy a
quedar callada

Madeleine Albright,
Primera mujer Secretaria de Estado en EU

¿Cómo se construyó en México la condición de ciudadanía de las mujeres? Estamos en el segundo decenio del siglo XXI, a cien años de la promulgación de la Constitución Mexicana que sentó las bases para la exclusión/participación de las mujeres en la política como uno de los pilares del Estado Mexicano.

El país entró a la etapa de modernización a partir de la exclusión de las mujeres de la participación directa del poder, exclusión que fue remontada primero, como reconocimiento del voto en elecciones municipales y después federales y segundo a través del reconocimiento del derecho a ser electas: a través de un sistema de cuotas para cargos legislativos establecido en el país de manera progresiva y heterogénea y finalmente con el establecimiento de la paridad para cargos legislativos a nivel federal, estatal y municipal.

Por ello, la teoría política debiera ser considerada como una síntesis de los supuestos del pensamiento teórico y valores básicos de la sociedad liberal masculina ya que al teorizar sobre el ser humano, sus relaciones sociales, sus relaciones con la naturaleza, asume, la cosmovisión de una sociedad política de varones.

Las mujeres estuvieron en la Revolución Mexicana como conspiradoras, enfermeras, periodistas, escritoras, patrocinadoras del movimiento y no sólo como “adelitas”, pero al término de la revolución mexicana se les negaron derechos políticos y participación en el poder. A los campesinos, trabajadores y militares se les vinculó al poder. Sin embargo, a las mujeres se les devolvió al hogar.

La Ley de Relaciones Familiares emitida por Venustiano Carranza en mayo de 1917 establecía la primacía del marido sobre la esposa pues le correspondía establecer el domicilio conyugal y dar permiso a la mujer para trabajar, ejercer una profesión o comercio. Además, la esposa tenía “la obligación de atender los asuntos domésticos” y era la encargada de “la dirección de los hijos” (artículo 44). Las mujeres no solamente eran excluidas del ejercicio del poder, sino que eran apartadas y confinadas al ámbito privado. Definidas desde la necesidad de resolver la intimidad del varón, las mujeres eran tratadas como seres sin ciudadanía.  

En esa exclusión inició la lucha de las mujeres por tener derechos plenos y no permanecer circunscritas al ámbito del hogar ni bajo la tutela del marido. Exigieron el derecho ciudadano a tomar parte activa en el movimiento político tan solo por ser integrantes de la Patria. Fundaron clubes y asociaciones desde las cuales tomaban la tribuna pública; organizaron Congresos Nacionales; acudieron a Congresos Internacionales de las Mujeres; salieron a la calle a protestar, a pedir, a exigir; negociaron con diversos personajes políticos hasta que el derecho a votar y ser electas fue reconocido por el poder en 1953, ¡más de 30 años después de la terminación de la Revolución Mexicana!

La lucha por el derecho al voto fue un ejemplo de unión de las mujeres: tanto mujeres de izquierda como de derecha, liberales, católicas, cardenistas, callistas y socialistas se unieron para posicionar una sola demanda: el amplio derecho a la ciudadanía plena a través del voto a las mujeres.

64 años después tenemos una sociedad donde se incluye a las mujeres en el ejercicio del poder a partir de reformas jurídicas como las cuotas y la paridad para integrar las Asambleas legislativas y las sentencias como la 12624 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero al mismo tiempo tenemos una realidad que insiste con su carga de negación de esas posibilidades.

Los feminicidios niegan la ciudadanía de las mujeres porque instala la violencia como reguladora de las relaciones entre mujeres y hombres. La simbología sobre la mujer, la valoración negativa del cuerpo femenino, la degradación de la sexualidad femenina, todo ello es parte del subsuelo, de lo oculto a partir de lo cual se valora a las mujeres. De ahí que la política no logra orientar y dirigir los procesos necesarios para, por una parte aumentar la participación de las mujeres en el plano político y por otra, disminuir la infravaloración que se tiene sobre las mujeres en el plano de la vida cotidiana. El marco normativo que ha obligado a la incorporación de las mujeres a la participación política ha sido la principal línea de política utilizada por el Estado, sin embargo, la normatividad deja intacta la infravaloración de las mujeres como sujetos de la sociedad y de la política.

Así no se construye democracia ignorando el subsuelo de la degradación simbólica y real contra las mujeres. Con violencia feminicida no hay valores de la democracia.

Publicado en Nayarit Opina el 17 de octubre de 2017.