En una casa de estudios,
todos tenemos la responsabilidad
de que nuestra casa sea casa.
Pablo González Casanova
Paulatinamente, quienes trabajamos en las universidades vivimos diversos cambios en las labores que realizamos. Quienes nos incorporamos en el último tercio del siglo XX a las actividades académicas, lo hicimos a una Universidad cuyo sentido se ubicaba en el compromiso con la realidad que la circundaba a fin de propiciar la transformación social al lado de campesinos, obreros, pobladores urbanos de las periferias, todavía con el impulso del movimiento estudiantil del sesenta y ocho. Queríamos desarrollar pensadores críticos, comprometidos con su realidad y con un sentido de la ética como norma para el desarrollo profesional.
Poco a poco, las comunidades académicas fuimos empujadas a otro modelo educativo donde la educación fue conceptualizada como inversión, el estudiantado se convirtió en capital humano y el profesorado, en modeladores de trabajadores para el capitalismo que requería egresados eficientes, capaces de lograr rendimientos óptimos con una visión de ganancia. Adiós a las ideas de comunidad y de conciencia social.
Los programas a los estímulos económicos basados en la productividad, se tradujeron en un desgaste personal, en una explotación de las condiciones labores y en la fractura de toda idea de trabajo colectivo al interior de las universidades. Los académicos y académicas teníamos que tener un bajo perfil -o nulo- de responsabilidad ante los problemas comunitarios para emprender un engrosamiento individual del currículum vite, en condiciones de competencia esquizofrénica, utilización de la ciencia dentro del mercadeo de las revistas académicas a fin de cumplir estándares de calidad, evaluada por dictaminares de papeles.
Actualmente, estamos en la posibilidad de resignificar la relación de la Universidad con el Estado y con la sociedad. En ese horizonte de sentido tiene lugar la defensa de la Universidad pública como defensa de valores y responsabilidades asumidas por las generaciones de adultos sobre el futuro de las juventudes. Es claro que esa posibilidad no puede ser realizada solamente por las comunidades académicas que se piensen críticas, debido a que es imposible crear islas dentro de ambientes que arrastran a las Universidades a convertirse en espejos del modelo neoliberal.
¿Cómo reposicionar la nueva responsabilidad social de la universidad en las condiciones actuales de globalización, pobreza generalizada, criminalización galopante, violaciones a los derechos humanos, guerra de baja intensidad contra las mujeres, pérdida de institucionalización, entre otros? A ello debe agregarse el apuro financiero de buena parte de las universidades derivado de la petición de cuentas de la federación ante Universidades con poca o nula transparencia. Es cierto que ello es necesario, pero las corrupciones de las universidades no son un invento de los universitarios, sino que son parte del mecanismo del modelo político que requería la corporatización de los sectores universitarios para garantizar la continuidad en el poder.
Es necesario crear reflexiones sólidas que discutan las visiones sociales, económicas y políticas que se quieren imponer. Estamos en el momento de crear confrontaciones simbólicas entre dos modelos de universidad. Por una parte, el modelo neoliberal con su carga de pragmatismo y por la otra, el modelo social como una alternativa para recrear la Universidad del compromiso social y ambiental. Es el tiempo de repensar todo el modelo de la educación superior para proponer una "Universidad de todos los saberes" capaz de crear profesionales para la vida, antes que para el mercado.
No se trata de revivir los ideales del sesenta y ocho. De lo que se trata es de precisar cuáles son los compromisos contemporáneos de la Universidad pública. Entonces esas aparentes islas de la reflexión preocupada encontrarán un cauce para vincularse con otros grupos sociales a fin de construir alternativas de sociedad, que permita coincidir en un esfuerzo colectivo de cambio. Tejer discursos críticos, tener congruencia académica para la transformación social, construir Universidades pertinentes con el entorno, propiciar una ciencia comprometida con la resolución de los problemas del presente, es parte de las disputas de la sociedad actual. Integrar no solo a expertos sino a sabios.
Esta es también la disputa de la Universidad Autónoma de Nayarit, que se encuentra en la sexta década desde su creación. Disputa que se presenta con los ropajes de los grupos internos quienes intentan mantener privilegios de pocos o de quienes pretendemos un modelo vinculado a la función social de la universidad.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 1 de febrero de 2022.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx