jueves, 2 de octubre de 2025

El rastro del caracol de Julieta Fierro

Reina el silencio: fúlgidas en tanto

luces de paz, purísimas estrellas,

de la noche feliz lámparas bellas,

bordáis con oro su luctuoso manto.

 

Gertrudis Gómez de Avellaneda

 

La doctora Julieta Fierro, mexicana, astrónoma; su nombre completo era Julieta Norma Fierro Gossman nació en 1948 y murió el 19 de septiembre de 2025. Fue una física apasionada de la divulgación científica. Estudió las estrellas y fue, ella misma, una estrella para quienes la conocimos. Mirar el cielo le permitió encontrar las claves de la vida, como una manera de ver más allá de la vida diaria y alegrarse con las luces emitidas desde lugares lejanos.

 

Divulgadora de la ciencia, lo mismo atendía a estudiantes, funcionarias, colegas científicas de cualquier lugar. Su pasión consistía en que la ciencia tiene respuestas para lo que aparentemente no vemos, para los misterios de la naturaleza, de la vida, del cosmos.

 

Ninguna tormenta la convenció de lo contrario, ningún contratiempo por más violento que hubiese sido en su vida, le quitó la alegría para transitar por esta vida. Nada fue capaz de aminorar su alegría por vivir, por enseñar. Quienes nos acercamos a ella, en algún momento, tuvimos no solo palabras de aliento para ser científicas, sino que contestaba con ejemplos de la propia ciencia.

 

 Su discurso de entrada a la Academia Mexicana de la Lengua se tituló Imaginemos un caracol. Julieta Fierro afirmaba que la concha del caracol contiene la historia completa del universo porque la tierra es un mundo de roca. “Los elementos que la forman como el cilicio o el aluminio eran inexistentes hace 13 mil millones de años cuando nació la galaxia. Explicaba que, por eso, las estrellas con masa decenas de veces mayores que el sol, estallaron para que los núcleos se fusionaran y así poder integrarse a los elementos más pesados como el magnesio y el hierro. Esas estrellas que han sido anónimas, tuvieron que reciclar una y otra vez la materia interestelar hasta lograr sintetizar suficientes elementos para generar planetas rocosos. Sin esas estrellas no habría mundos y sin sol no estaríamos nosotras.

 

Las reacciones termonucleares son responsables de la energía que nos baña día con día. El mismo tipo de átomo que genera el brillo de las estrellas es el que facilita que se eleven los globos y que nuestras neuronas puedan comunicar”.

 

Lo anterior es parte del discurso Imaginemos un caracol de entrada a la Academia Mexicana de la Lengua. Ella decía que dentro de la concha de un caracol, así como del ser más admirable, y de cualquiera, se encierra la historia de cosmos. Entender esto en profundizar, es entender cómo se formó el universo porque tendríamos que comprender la presencia de vida en la tierra al menos al remontarnos a 14 mil millones de años.

 

Julieta Fierro fue esa científica que nos permitió asomarnos a una parte del universo con una facilidad y alegría con que ella nos animaba a seguir las conversaciones, a preguntarnos permanentemente sobre las preguntas que nos abrían el camino a conocer lo que no habíamos entendido.

 

Era apasionada de la cienca porque la ciencia nos permite realizar preguntas sobre lo que parece más obvio. Además, la evaluación permanente de los conocimientos científicos es el motor para transformarse. Llegamos a una verdad, hasta que llega otro acercamiento científico a eso que pensábamos que era la verdad.

 

En el discurso de la ciencia, equivocarse es la pauta para seguir adelante.

 

Imaginémonos cómo se originó el cosmos, por qué las estrellas existen como las vemos, por qué existe la materia interestelar. Todo esto ella lo acercaba con una facilidad inaudita porque lo entendía. Cuando alguien entiende las estrellas, también puede entender la vida misma.

 

Julieta Fierro miraba al cosmos, a la bóveda celeste para entender lo que ocurría aquí entre nosotras.

 

Gracias, Doctora Julieta Fierro, por ser contemporánea de nosotras, por haber abierto el camino de las mujeres en la ciencia; por estar en nuestra contemporaneidad mostrándonos que sí se puede ser mujer, ser libre, ser humana, ser científica; por ser de las primeras mujeres en el ejercicio de la ciencia con la brillantez de las estrellas.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 27 de septiembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 



[1] Socióloga. Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco@uan.edu.mx

domingo, 21 de septiembre de 2025

La noche más noche

Hicieron mal la guerra,

mal el amor,

mal el país que nos forjó malhechos.


José Emilio Pacheco. Próceres

 

Es la noche del grito. Un cura de 57 años se para al frente de un altar católico para arengar a los habitantes de la Nueva España y los nombra mexicanos. Por primera vez tenían un nombre propio, ya no fueron vasallos de la Corona Española; los llamaron mexicanos y ellos a su vez, se reconocieron en ese nombre.

 

La noche del grito es la noche de México. Es la única noche que existe; es la noche cuando todas y todos gritamos ¡Viva México! confundidos con quienes se agolpan fuera de las pulquerías, en los antros frente a pantallas de televisión, en las plazas de los dos mil municipios del territorio, sobre los hombros de madres y padres en el zócalo de la capital, en las playas ante platos de ceviches. En cualquier lugar, la noche de México alcanza a las multitudes.

 

Yo también soy multitud. Ahí estoy, a la hora de siempre esperando que la abanderada salga al balcón para vitorear a los héroes y a las heroínas. Suena el repicar de campanas. El cura dulce y viejo arenga a feligreses a despertar de la esclavitud para entrar en un espacio de libertad donde podamos decir ¡Nuestra Patria! Los años se amontonan uno tras otro para ver los rostros de los indios que van en pos del cura rebelde e iluminado. No sabemos cuál fue la arenga, no sabemos si dijo ¡Mexicanos, viva México! o ¡Viva Fernando Séptimo! o ¡Mueran los gachupines! Lo que sí sabemos es que lo dijo gritando por la sencilla razón de que no existía tecnología para amplificar la voz.

 

Por eso celebramos un grito, el grito.

 

Vemos los relampagueantes caballos pasar por las laderas de un pequeño pueblo en pos de la construcción de un país.

 

La abanderada sale al balcón para repetir la arenga de los siglos. Ya retumban las palabras mexicanas y mexicanos. Ya están ahí nombradas las mujeres de la patria. La abanderada se reconoce en otras mujeres. las nombra con sus apellidos de solteras: Josefa Ortiz Téllez-Girón, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Manuela Medina. Nombra a las mujeres indígenas, a las mujeres migrantes.

 

El cura pasa con su sueño a cuestas. Tal vez un sueño de español criollo para despojarse del gobierno de españoles nacidos en España. Tal vez la búsqueda de justicia para los pueblos de indios habitantes originarios de estas tierras amestizadas.

 

El griterío fue sofocado por los repiques de campanas, por la voz clara y determinante de la abanderada, por las luces celebratorias que acompañan la ceremonia. Un cura fue derrotado después del levantamiento, en tanto que las cervezas siguen circulando en los bares; las bandas musicales se aprestan a seguir con los corridos, las cumbias, los corridos tumbados. Las pantallas muestran videos de mexicanos en cualquier lugar del mundo siendo muy mexicanos ataviados con los colores de la bandera verde, blanco y rojo.

 

Gritamos entre sombreros de petate, a la hora de siempre; entre rebozos de utilería; entre sarapes para turistas. Gritamos por los campesinos explotados, por las mujeres desaparecidas. Gritamos en este país que se debate entre la aspiración a la ley y los abusos de poderosos de quinientos años.

 

Hace falta otro grito, la nueva insurrección.

 

La larga noche nos devuelve al silencio de siempre. Siguen pasando los relampagueantes caballos con sus indios a cuestas y su cura quimérico. Sus mujeres entre las tropas derriban cerros porque miran de frente e iluminan.

 

Y, sí, ¡Viva México!

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 20 de septiembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

viernes, 19 de septiembre de 2025

JUAN ESCUTIA: EL JOVEN HEROE DE TEPIC

Como renuevos cuyos aliños

un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.


Descansa, Juventud, ya sin anhelo,
serena como un dios, bajo las flores
de que es pródigo siempre nuestro suelo;
descansa bajo el palio de tu cielo
y el santo pabellón de tres colores.


Descansa, y que liricen tus hazañas
las voces del terral en los palmares,
y las voces del céfiro en las cañas,
las voces del pinar en las montañas
y la voz de las ondas en los mares.


Descansa, y que tu ejemplo persevere,
que el amor al derecho siempre avive;
y que en tanto que el pueblo que te quiere
murmura en tu sepulcro: "¡Así se muere!",
la fama cante en él: "¡Así se vive!".


Amado Nervo. Los niños mártires de Chapultepec

 

Juan Escutia nació en Tepic el 22 de febrero de 1827 y murió el 13 de septiembre de 1847 cuando contaba 20 años de edad. La heroicidad de Juan Escutia, junto con otros cadetes del Colegio Militar, ha sido un ejemplo de compromiso en la defensa de la Patria en épocas convulsionadas.

 

Durante el siglo XIX el país sufrió diversos atentados por países extranjeros, en particular, por los Estados Unidos de Norteamérica en su afán expansionista. La gesta del H. Colegio Militar, defendido por jóvenes cadetes, se ha convertido en uno de los momentos de inflexión nacional puesto que muestra el compromiso de la juventud en torno a la defensa de la patria.

 

Juan Escutia, como otros jóvenes, asumió el compromiso de defender la patria desde la infancia que transcurrió en Tepic. Su patriotismo lo llevó a pretender inscribirse como cadete del H. Colegio Militar lo cual lo condujo a estar cerca del frente de batalla.

 

Tepic de Escutia

 

En la década de los veinte del siglo XIX, apenas había concluido la Guerra de Independencia, los habitantes de los territorios recién liberados de la colonia celebraban cada año la separación de España. Los periódicos de la época recuerdan esta hazaña agregando un cintillo conmemorativo. Siete años después de concluida la independencia, nació Juan Escutia en Tepic, capital del Séptimo Cantón de Jalisco, el 22 de febrero de 1827, era prácticamente, la primera generación de México, así con ese nombre, de México independiente. El periódico El Sol, editado en la ciudad de México, agrega debajo del nombre del periódico

 

El Sol

Jueves 22 de febrero de 1827; 7º. año de la Independencia, 6º. de la Libertad y 4º. de la República  

 

En el Séptimo Cantón de Tepic los insurgentes que habían combatido para la liberación de la colonia, se aprestaban a establecer las condiciones para el mantenimiento de la paz. Dos años antes del nacimiento de Juan Escutia, se había realizado la bendición de la bandera del batallón de milicia de la ciudad de Tepic:

 

“El día 15 del corriente se verificó la bendición de la bandera del batallón de milicia activa en esta ciudad, con todo el placer y suntuosidad propio de un acto tan augusto…La concurrencia fue de lo más lucido y selecto del lugar y el concurso fue inmenso. Concluida la bendición de la que fueron padrinos los cc. José Medina y José María Castaños, prestó el cuerpo el juramento de estilo y descarga de ordenanza… Todo el pueblo entró a disfrutar de una alegría tan pura y ciertamente que la infundía ver a más de ochocientas personas reunidas, manifestando la mayor alegría…” (Correa, 1825:4)

 

Esos primeros años las luchas de independencia empiezan a dar paso a la tranquilidad necesaria para retomar la vida cotidiana, el aumento de la agricultura y el comercio. En el Séptimo Cantón de Jalisco, el Puerto de San Blas significa un lugar de prosperidad ya que las mercancías de Jalisco entran y salen por ese puerto.

 

Las revueltas por la independencia continuaron después de 1821 fecha de la consumación oficial de la independencia. En Tepic, se registró una rebelión en 1824. El Coronel Luis Correa informa sobre el suceso al general Nicolás Bravo, sobre la derrota de la rebelión de Tepic el 24 de junio de 1824:

 

“Escmo. Sr.- Hoy a las once del día que aprocsimé a las inmediaciones de esta ciudad, (en unión de la fuerza que había reunido el teniente coronel D. José Dolores Morellon) y a su frente tomé posición en el convento de la Cruz; en tal situación llegó una comisión del Ayuntamiento y estando en contestación con ella, asegurándoseme que D. Eduardo García estaba en la mejor disposición y sujeto en todo a lo que él dispusiera, y poniendo yo un oficio a la misma corporación manifestándole mis ideas que no eran otras sino sostenerla y a todos los ciudadanos honrados de Tepic, para que no hubiera un desorden, y encargándole me avisara lo que ocurriese para socorrerla en todo lo que de mi dependiera, se me vino a avisar que toda la fuerza que estaba en Tepic salía con un cañón a encontrarme.

 

Dispuse mi división para la defensa y en esta situación me dispararon un cañonazo a metralla que me comprometió a cargar sobre ellos y a arrollarlos enteramente como lo logré, haciendo prisioneros a D. Eduardo García, al llamado Barón de Rosemberg, y al teniente Pedrosa, …” (Luis Correa, 1824:3)

 

Para el año 1827 la vida es apacible en Tepic. El informe de Antonio Valdés sobre la visita practicada a Tepic en noviembre y diciembre de 1826 muestra un Tepic armonioso y trabajador:

 

“Tepic, es un pueblo donde predomina en lo público una armonía de sentimientos que influye sobre manera en lo general de los habitantes y lo distingue de otros de la república en que se advierte menor lo que de opiniones e irritación de partidos. Allí se observa cierta tendencia al comercio, y cierto espíritu, de jovialidad y sencillez, que produce ventajas saludables a la masa del cantón, al mismo tiempo que los vecinos de más, nota por su laboriosidad y riqueza, gozan de la consideración que es consiguiente sobre todos aquellos cuya existencia esta vinculada en los medios de protección y establecimiento que reciben los pudientes” (Valdés, 1827).

 

En ese ambiente nace Juan Escutia en la ciudad de Tepic, capital del Séptimo Cantón de Jalisco. El acta de nacimiento de Juan Escutia se encuentra en el archivo de la Catedral de Tepic:

 

“Tepic. Al margen: Juan Bautista Pascacio. P.R. Al centro: En esta Santa Iglesia Parroquial de Tepic, en veinte y cinco de Febrero de mil ochocientos veinte y siete, el Presbítero D. Luis de los Ríos, ministro interino de esta Parroquia, bautizó solemnemente a Juan Bautista Pascacio, de tres días de nacido en esta ciudad a las tres y media de la mañana; hijo legítimo de D. José Antonio Escutia y D. María Martínez. Abuelos Paternos, D. Máximo Escutia y D. María Antonia Aguirichu. Maternos D. Cosme Martínez y D. Felipa Quinteros. Padrinos D. Leonardo García y D. Francisca Vargas, a quienes advirtió su obligación y parentesco espiritual. Y para que conste lo firmó conmigo. (Firma ilegible). Luis de los Ríos. Rúbrica” (Gutiérrez, 1990:105).

 

La casa donde nació Juan Escutia se llamaba calle del Comercio, hoy calle Hidalgo.  La casa está señalada con el número 352 en el centro de la ciudad y era propiedad de Manuel Zelayeta, habitada por la familia Escutia durante treinta años.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 13 de septiembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

 

lunes, 8 de septiembre de 2025

El cielo azul

Para Aidé Grijalva 

que vive en otros cielos.

 

El cielo azul nos apacigua porque, seres finitos que somos, nos cobijamos en esa visión horizontal sin límites.

 

¿Qué es el cielo azul? No es el cielo con sol; tampoco el cielo con nubes. Cada uno dice algo diferente a nosotras, las mortales. El cielo con sol es el transcurrir del día; lo que avanza desde el amanecer hasta el ocaso. El cielo con nubes es la llovizna que se avecina, la tormenta del verano, el chubasco. El cielo plomizo nos traerá la niebla y el cielo, casi blanco, se desvanece.

 

Hay cielos de rojo intenso, de nubes rosas sobre montañas verdes. Esos cielos son el ocaso del día, el final de la jornada iluminada, el declive que anuncia la obscuridad.

 

El cielo azul es la quietud. Quizá por ello, el infinito lo imaginamos de ese color. La Creación, de Miguel Ángel, surge del cielo azul donde Dios inició lo existente y donde terminará. Ahí están, apaciblemente, las almas que son trasladadas al ámbito superior y también, las almas farragosas que caen a las bocas de los demonios. En el centro, el juez divide el arriba y el abajo.

 

Las bocas de los demonios son rojas, son negras.

 

En las ilustraciones de los paraísos de todas las religiones, el cielo azul es la promesa de todo lo que llevamos con nosotras, de los encuentros cálidos, las tardes del arrullo, los abrazos de las amigas.

 

En el cielo azul lo que late se detiene y se mira el espacio alrededor sin problemas de siglos, ni de caos insolente.

 

Miramos el cielo azul desde los seres verticales que somos. Si no estuviésemos de pie, ¿podríamos verlo? ¿lo ven las arañas y los hipopótamos? ¿Se estiran los árboles para alcanzarlo? ¿Quedaron, a mitad de camino, las altas cumbres?

 

Hacemos reverencias a esos cielos con la voluntad de elegir. El arrobamiento despliega nuestros labios para tener descanso en las cascadas, sosiego en los ríos, reposo en mares enfurecidas. Entornamos los ojos pensando en el tímido ensayo de permanecer en su cobijo.

 

Aunque queramos ignorar el cielo azul a la hora del sueño, vuelve a surgir adecuado, recortado por las montañas de la lejanía; suspendido sobre el mar que lo confunde. Entonces, en esa real vestidura del mundo, volvemos a imaginar las hijas, los besos silenciosos, la tierna infancia, la vejez permitida.

 

Somos una humanidad fascinada por el azul del cielo, por su brillante posibilidad de luz, de la luz.

 

Me alejo de la ventana para caminar hacia algún lugar. Vuela el papalote, corre la niña, ladra el perro, se alza la ola. Ahí está el cielo azul en su inmaculado infinito de estar.

 

También vi otros cielos con otros azules que se aferraban a su virtud. Eran azules quebradizos, azules bondadosos, iluminados por un pálido sol. Estuve bajo azules de fuego en estricta obediencia a las leyes del caos.

 

El cielo azul alcanza su unidad por su pureza, por su manera de desvanecerse.

 

El cielo azul no niega la obscuridad, la vuelve clara. Tranquiliza nuestras angustias y entonces, podemos llenar los ojos del amanecer donde volvemos a llevar a cabo los desacatos y las transgresiones; vivir de nuevo en la renovada aniquilación de la mortalidad. El cielo protector aquieta los pulsos de las generaciones, nos devuelve al centro de nosotras mismas, a la casa terrenal que somos.

 

Basta con que veas una vez el cielo azul para ganar lo que has perdido, para que regreses al centro de ti misma, para que recuperes la blandura del mundo.

 

Es lo inmaterial que te devuelve lo visible; eso que solo puede ser visto si traspasas las rocas. Si, en silencio, comprendes la armonía.  

 

Porque el cielo azul transparenta la obscuridad, inicia el día: somos nosotras las que amanecemos.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 6 de septiembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

¿Es nayarita Amado Nervo?

Madre,

 los muertos oyen mejor:

¡sonoridad celeste hay en su caja!

A ti, pues, este libro de intimidad,

 de amor,

de angustia y de misterio, murmurando

en voz baja...

 

En Voz Baja

 

Como todas y todos sabemos, Amado Nervo nació el 27 de agosto de 1870 en Tepic. Aquí inicia el asunto porque estamos hablando de que nació en la ciudad de Tepic. Desde 1846 el territorio que hoy es Nayarit había sido el 7º. Cantón de Jalisco cuando éste formó parte de la República Mexicana, pero el 17 de agosto de 1867, Benito Juárez, lo declara Distrito Militar de Tepic, debido a negociaciones derivado de la revuelta de Manuel Lozada para que toda esta parte de la geografía se independizara de Jalisco.

 

Amado Nervo nace en el Distrito Militar de Tepic, en ese espacio histórico donde ya no se pertenecía a Jalisco, pero tampoco se había creado el Estado de Nayarit. El 18 de diciembre de 1884, el Distrito Militar de Tepic se convirtió en Territorio Federal de Tepic y por fin, el Estado de Nayarit surgiría el 5 de febrero de 1917.

 

AN no es, por tanto, ni jalisciense ni nayarita si nos atenemos a las fechas históricas, sería originario de Tepic, claro, el Tepic que ahora es Nayarit.

 

¿Cómo influyó su infancia en Tepic en el desarrollo de la obra de AN?

 

Cuando nace Amado Nervo, en Tepic, en 1870 la región se encontraba sumergida en guerra de bandos puesto que Manuel Lozada, El Tigre de Álica, dominaba el Territorio de Tepic, desde diez años anteriores. Este guerrillero de la causa indígena fue fusilado por el gobernador de Jalisco Ramón Corona en 1873, pero seguramente en la infancia de Nervo, los ecos de la revuelta formaron parte del entorno. Apenas tres años antes de su nacimiento, en 1867, había sido fusilado el emperador Maximiliano por el Ejército Republicano.

Su infancia estuvo atravesada por fusilamientos públicos que sin duda, lo acercaron al espanto de la violencia:

 

Cuando yo era niño, en mi comarca, encendida en luchas terribles, porque los indios del Nayarit fueron siempre rebeldes y a veces indomables, los chicos de la escuela solíamos escaparnos a la orilla cuando sabíamos que “habría fusilados” en la “Loma de la Cruz”. Jamás uno de aquellos hombres dio muestras de pusilanimidad. Todos morían como los antiguos.

Y si alguien dijese que esto es falta de sensibilidad, que lea nuestra poesía, que oiga nuestra música llena de emoción, que estudie el amor ardiente y muchas veces fatal de nuestras tierras.

No, no es falta de emoción: es voluntad hereditaria, es elegancia innata ante el dolor y ante la muerte (Nervo I: 911).

 

 

Nervo atraviesa una serie de sucesiones de violencia social: la pacificación de México por parte de Porfirio Díaz, la Revolución Mexicana, el golpe de Estado de Victoriano Huerta y la Primera Guerra Mundial, por señalar los acontecimientos más cruciales de esa época. ¿De qué manera la infancia en Tepic, le significó en su vida adulta?

 

Nervo va dejando los recuerdos de la infancia a lo largo de su obra literaria. Por ejemplo, recuerda al poeta Don Antonio Zaragoza, escritor de renombre radicado en Tepic, al darnos una mirada del poeta, también lo hace de la ciudad:

“En cierta Nochebuena, paseaba por los portales de Tepic con unas señoras amigas suyas…“En Tepic, la quieta ciudad donde yo nací, fue a anidar su espíritu luminoso, donde había una necesidad muy grande de amor y de bien; e hizo muy santamente en quedarse allí, lejos de las modas literarias, de la literatura misma, que nada tiene que ver con el genio; lejos del reclamo, del sensasionalismo, de los arribistas impacientes. La ciudad llena de dulce monotonía, de íntima y sedante mansedumbre, le premió su predilección, pues en ella encontró el poeta el bien de más quilates que Dios ha escondido en las hondas vetas del espíritu: ¡encontró la paz!

 

Aunque en su vida adulta no regresó a Tepic, la infancia lo atraviesa, es muy conocida la declaración siguiente, escrita en 1897:

 

Tengo el derecho de amar a ese rincón del territorio nacional, apartado y tranquilo, desde la cumbre de cuyas montañas, se divisa la lejana y azul inmensidad del Pacífico, que se llama Tepic.

 

Y le amo a mi guisa, a la moderna usanza, sin prejuicios de límite y frontera; más que porque ahí nací, porque ahí pensé por vez primera, sentí las primeras vaguedades del espíritu joven que bate el ala hacia el porvenir y las primeras embriagueces de los ensueños adolescentes.

 

 

 

Amado Nervo

Una revista, 24 octubre 1897

 

 

Por eso quiero decir que Amado Nervo fue un provinciano cosmopolita. En la poesía, la prosa periodística, los cuentos, las novelas, la crítica literaria, la semblanza de poetas, escritas por el poeta, encontramos frases que aluden a su espíritu provinciano. El río de su ciudad natal, los atardeceres, los juegos de la infancia, la vida de familia, quedaron como huellas en el espíritu del poeta.

 

La infancia es el lugar donde vivimos en el paraíso. Nervo recurre, una y otra vez, a los recuerdos de la infancia para recuperar su vida profunda. La familia, los mentores, los maestros, las primas, los amigos y los juegos de la infancia, se convierten en la vida creativa, en el hilo sutil por donde transita la vida que le interesa.

 

Amado Nervo vivió en Tepic de 1870 a 1886. La etapa de la infancia marcada por la vida de familia en una ciudad pequeña le permitió contar con un arsenal de recuerdos que poco a poco se convirtieron en añoranza del lugar donde nació, el lugar de la infancia, el lugar de los padres y por lo tanto, en la añoranza de la patria. Ese lugar era Tepic, pero no es el lugar donde usted y yo vivimos, sino otro muy distinto y, sin embargo, el mismo.

 

Recordaba también los libros de la infancia:

 

"El primer libro con que tropecé en los diáfanos años de mi niñez, fue Juanito; Juanito era un niño a quien se le daban muchos consejos y se le enseñaban muchas cosas (Los Juanes). "Me acuerdo de un hermoso libro de entonces: El almacén de los niños y de un lindo cuento de ese libro: La bella y la fiera" (La Bella y la Fiera).  Los libros que teníamos en la escuela eran la Gramática por Quiroz y Velazquez, la Urbanidad por Carreño, la Geografía por Romero, el Catecismo de Ripalda, las Lecciones de Botánica, Lecturas escolares y un Juego de Silabario (La Civilización).

 

En el libro En Voz Baja, escrito en

Se encuentran dos poemas que podemos leer como parte de la infancia de Nervo, uno es Sensaciones de Antaño y el otro, la Vieja llave:

 

En las tardes de Mayo

después de la tormenta,

cuando el ambiente húmedo

trasciende a arcilla fresca,

nostálgico de antiguas

sensaciones de América,

desearía ir por calles

espaciosas, desiertas,

en donde hubiera casas

limitadas por rejas;

y tener una novia

que con la cabellera

mojada aún del baño,

me aguardase en la verja,

entre las campanillas

de las enredaderas.

O bien, en la ventana

de una casa de hacienda

leer alguno de esos

libros, en que se cuentan

aventuras de príncipes

perdidos en la selva;

mientras que las crecientes

que avanzan por las quiebras,

espumarajeando

de rabia entre las peñas

arrastran desgajadas

ramazones, y reinan

en la atmósfera, vasta

palpitación eléctrica,

perfumes de resinas

y aliento de mareas. 

 

(Sensaciones de antaño)

 

Esta llave cincelada

que en un tiempo fue, colgada

(del estrado a la cancela,

de la despensa al granero)

del llavero

de la abuela,

y en continuo repicar

inundaba de rumores

los vetustos corredores;

esta llave cincelada,

si no cierra ni abre nada,

¿para qué la he de guardar?

 

Ya no existe el gran ropero,

la gran arca se vendió:

sólo en un baúl de cuero,

desprendida del llavero,

esta llave se quedó.

 

Herrumbrosa, orinecida,

como el metal de mi vida,

como el hierro de mi fe,

como mi querer de acero,

esta llave sin llavero

nada es ya de lo que fue

 

Me parece un amuleto

sin virtud y sin respeto;

nada abre, no resuena...,

¡me parece un alma en pena!

 

Pobre llave sin fortuna...

y sin dientes, como una

vieja boca: si en mi hogar

ya no cierras ni abres nada,

pobre llave desdentada,

¿para qué te he de guardar?

 

Sin embargo, tú sabías

de las glorias de otros días:

del mantón de seda fina

que nos trajo de la China

la gallarda, la ligera

española nao fiera.

Tú sabías de tibores

donde pájaros y flores

confundían sus colores;

tú, de lacas, de marfiles

y de perfumes sutiles

de otros tiempos; tu cautela

conserva la canela,

el cacao, la vainilla,

la suave mantequilla,

los grandes quesos frescales

y la miel de los panales,

tentación del paladar;

mas si hoy, abandonada,

ya no cierras ni abres nada,

pobre llave desdentada,

¿para qué te he de guardar?

 

Tu torcida arquitectura

es la misma del portal

de mi antigua casa obscura

(que en un día de premura

fue preciso vender mal).

 

Es la misma de la ufana

y luminosa ventana

donde Inés, mi prima, y yo

nos dijimos tantas cosas

en las tardes misteriosas

del buen tiempo que pasó...

 

Me recuerdas mi morada,

me retratas mi solar;

mas si hoy, abandonada,

ya no cierras ni abres nada,

pobre llave desdentada,

¿para qué te he de guardar?

 

(Vieja llave)

 

Con motivo de la navidad recuerda cómo se celebraba en Tepic de su infancia:

En las navidades se hacían saraos en las casas de las familias. Las muchachas tocaban el piano mientras los muchachos atisbaban cuál les podría contestar una carta. Los nacimientos daban de qué hablar. Con ese pretexto íbamos casa por casa a admirar al Señor San José y a la Santísima Virgen. Con qué pulimento se arrimaban piedritas del río para simular el curso de una cascada. "¡Había heno, mucho heno! Recuerdo la Nochebuena en que desfilaron frente a nuestras puertas los Reyes Magos, dejando en el calcetín pendiente de las rejas el presente cariñoso: la Misa del Gallo, rebosante de fulgor y de aromas: a mi madre, el hogar lejano... ¡cuántas cosas dice el heno!..."(En el Salón de Patinar).

 

-¡Qué mesa tan hermosa!

¡Qué espléndido faisán!

¡Qué ricas las castañas

que vamos a gustar!

 

-Mil golosinas

hoy nos darán,

por ser la fiesta

de navidad.

 

-Papá y mamá preparan

un árbol como un sol,

cornetas y tambores,

muñecos de cartón…

 

-¡Cuántos juguetes

hoy nos darán

por ser la fiesta

de navidad!

 

-¡Mirad, mirad qué alegres

están papá y mamá!

reflejan sus semblantes

el goce que nos dan.

 

-¡Riamos todos,

cantad, cantad,

que hoy es la cena

de navidad!

 

(La Cena de Navidad)

 

De la ciudad de Tepic donde transcurrió la infancia de Amado Nervo a la ciudad donde transcurre hoy la vida, quedan hilos conductores: la traza urbana, el paisaje del valle, los ecos de las costumbres de las celebraciones anuales, los modos de decir, el cielo que vemos.  Esta tierra es una región que existe porque los habitantes conservamos la memoria de los años concentrados en la piedra, en las pisadas de los que pasan, en las flores que vuelven a surgir en los jardines de la Alameda, la misma que vio Amado Nervo, y sin embargo, otra.

 

Posteriormente, Amado Nervo en medio de la Primera Guerra mundial, ante los horrores de la violencia exclama: Soñamos en volver al hogar lejano. Este sueño de Amado de volver al hogar lejano no estoy segura de que se refiera a volver a Tepic, pero sí es a la añoranza de un hogar que quizá todas y todos llevamos mítico en la memoria y en el corazón; este hogar donde fuimos felices, donde transcurrió nuestro primer ver el mundo y aunque no haya sido así, se convierte en el hogar mítico. Yo quiero pensar que cuando Amado Nervo dice Soñamos en volver al hogar lejano está soñando en estas calles de Tepic.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 30 de agosto 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx



[1] Socióloga. Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com