miércoles, 14 de febrero de 2018

Nos enseñan a amar. Entonces, desaprendamos


El día en que sea posible para la mujer
amar no por debilidad sino por fortaleza,
no por escapar de sí misma
sino para encontrarse a sí misma,
no para humillarse sino para reafirmarse;
ese día el amor será para ella,
como es para el hombre,
una fuente de vida.

Simone de Beauvoir

No existe una sola manera de amar sino que las formas de amor tuyas y mías son aprendidas de acuerdo la sociedad en que nacemos. Seguramente mi madre aprendió a amar con las canciones de Agustín Lara y las escenas del cine mexicano de la época de oro, pero para mis hijas las canciones de amor pasan por otros registros.
Somos herederas de las concepciones de amor de occidente, mezcla de los mitos griegos y romanos e influidos por el judeo cristianismo. En los mitos griegos existe una idealización del amor antes de que el cristianismo condujera el amor a la expresión actual con su imbricación de pasión-reproducción-sexualidad-matrimonio-monogamia-institucionalización del amor, como si todo fuese lo mismo. Antes de que el cristianismo vinculara la sexualidad a la reproducción, el placer tenía un estatus específico en las sociedades greco-romanas.
Los griegos tenían dos dioses para el amor: Eros (o Cupido) y Afrodita (o Venus). Eros es el cuarto dios que aparece en el relato mítico. Primero nace Caos, de ahí Gea (la tierra), posteriormente Urano (el cielo) y el cuarto dios es Eros. De acuerdo a Hesíodo, este dios simbolizado como un infante con arco y fecha, surge para que Urano y Gea se enamoren y empiecen a hacer el amor como necesidad ontológica que tiene el universo para empezar a poblar el mundo de elementos: montañas, ríos, aves, etc. Gracias al enamoramiento surge el mundo en que vivimos. De acuerdo al mito, el amor es una fuerza del principio ya que no basta la capacidad de crear, sino que es necesario que esa creación se realice por medio del enamoramiento.
Sin embargo, Gea se cansó de procrear las cosas de este mundo y le pidió a su hijo Cronos que la ayudara. Por ello, Cronos castró a su padre y arrojó los genitales al Océano. De la espuma del mar, surge Afrodita, la diosa del amor-pasión, capaz de volver loco a quien la viera a los ojos.
El segundo mito que nos toca muy de cerca es el que se conoce como la “media naranja”. Esta tiene su origen en Platón, quien hace decir a Aristófanes que en un principio los seres humanos eran dobles, por lo tanto, parecían una esfera: dobles hombres, dobles mujeres, dobles hermafroditas (mujer y hembra), pero los dioses tuvieron celos de su felicidad y los partieron a la mitad. De ahí, de la angustia que genera no tener la completud, surge el amor como una manera de encontrar la otra mitad.
El judeo cristianismo ignora la dimensión de placer de la sexualidad y la conmina solamente a la procreación. Para las mujeres, el mandato del amor es convertirse en seres de amor, subordinadas a la reproducción.
No hay amor sin cuerpo. Es el cuerpo donde habita el amor, se siente en determinadas regiones, se eriza la piel, el corazón palpita con otro ritmo. Ningún amor es solo idealización, sino que el sentido del amor pasa por el cuerpo: olemos al hombre salvaje en el otro, probamos los sabores y quedan en un memorial amoroso como reservorio para la vejez.  Aunque el cuerpo ya no acuda o no acuda pronto, está el recuerdo de cuando el cuerpo estuvo ahí.
A lo largo del tiempo, la pareja se convierte en el espacio simbólico del amor, pero no se trata de relaciones solo unidas por el amor, sino que intervienen relaciones de dominio y opresión. Las mujeres están obligadas a priorizar al otro, disminuyéndose a sí mismas.
El amor es una experiencia humana de relación, no solamente con la pareja sino que tenemos amor a una idea, a un libro, a un país. Aunque se nombre con el mismo término, no es lo mismo. Sin embargo, el amor es una experiencia vital que permite trascender. Quizá es un autoengaño humano, como Urano y Gea que necesitaron enamorarse para hacer surgir el mundo, también nosotros necesitamos sabernos enamorados para darle a nuestra vida esa apertura a la trascendencia.
Eros, el amor, es un dios intermedio. Anuncia una parte humana y una parte que está en otro lado. Propiamente dicho, el amor es la búsqueda del amor y no su realización. El amor implica una relación abierta para encontrar en el otro lo nuevo o como dice Lacan, morder la manzana es más que abrirse a lo prohibido, es encontrar lo que me permite otra manera de estar en el mundo.  Por eso, revisa qué te enseñaron del amor, cómo te enseñaron a amar para que puedas desaprender e inventar tu propia forma de amar.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, 14 de febrero de 2018

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