El día en
que sea posible para la mujer
amar no por
debilidad sino por fortaleza,
no por
escapar de sí misma
sino para
encontrarse a sí misma,
no para
humillarse sino para reafirmarse;
ese día el
amor será para ella,
como es
para el hombre,
una fuente
de vida.
Simone de Beauvoir
No existe una sola manera de amar sino
que las formas de amor tuyas y mías son aprendidas de acuerdo la sociedad en
que nacemos. Seguramente mi madre aprendió a amar con las canciones de Agustín
Lara y las escenas del cine mexicano de la época de oro, pero para mis hijas las
canciones de amor pasan por otros registros.
Somos herederas de las concepciones de
amor de occidente, mezcla de los mitos griegos y romanos e influidos por el
judeo cristianismo. En los mitos griegos existe una idealización del amor antes
de que el cristianismo condujera el amor a la expresión actual con su
imbricación de pasión-reproducción-sexualidad-matrimonio-monogamia-institucionalización
del amor, como si todo fuese lo mismo. Antes de que el cristianismo vinculara
la sexualidad a la reproducción, el placer tenía un estatus específico en las
sociedades greco-romanas.
Los griegos tenían dos dioses para el
amor: Eros (o Cupido) y Afrodita (o Venus). Eros es el cuarto dios que aparece
en el relato mítico. Primero nace Caos, de ahí Gea (la tierra), posteriormente
Urano (el cielo) y el cuarto dios es Eros. De acuerdo a Hesíodo, este dios
simbolizado como un infante con arco y fecha, surge para que Urano y Gea se
enamoren y empiecen a hacer el amor como necesidad ontológica que tiene el
universo para empezar a poblar el mundo de elementos: montañas, ríos, aves,
etc. Gracias al enamoramiento surge el mundo en que vivimos. De acuerdo al mito,
el amor es una fuerza del principio ya que no basta la capacidad de crear, sino
que es necesario que esa creación se realice por medio del enamoramiento.
Sin embargo, Gea se cansó de procrear
las cosas de este mundo y le pidió a su hijo Cronos que la ayudara. Por ello,
Cronos castró a su padre y arrojó los genitales al Océano. De la espuma del
mar, surge Afrodita, la diosa del amor-pasión, capaz de volver loco a quien la viera
a los ojos.
El segundo mito que nos toca muy de
cerca es el que se conoce como la “media naranja”. Esta tiene su origen en
Platón, quien hace decir a Aristófanes que en un principio los seres humanos
eran dobles, por lo tanto, parecían una esfera: dobles hombres, dobles mujeres,
dobles hermafroditas (mujer y hembra), pero los dioses tuvieron celos de su
felicidad y los partieron a la mitad. De ahí, de la angustia que genera no
tener la completud, surge el amor como una manera de encontrar la otra mitad.
El judeo cristianismo ignora la
dimensión de placer de la sexualidad y la conmina solamente a la procreación. Para
las mujeres, el mandato del amor es convertirse en seres de amor, subordinadas
a la reproducción.
No hay amor sin cuerpo. Es el cuerpo
donde habita el amor, se siente en determinadas regiones, se eriza la piel, el
corazón palpita con otro ritmo. Ningún amor es solo idealización, sino que el
sentido del amor pasa por el cuerpo: olemos al hombre salvaje en el otro, probamos
los sabores y quedan en un memorial amoroso como reservorio para la vejez. Aunque el cuerpo ya no acuda o no acuda
pronto, está el recuerdo de cuando el cuerpo estuvo ahí.
A lo largo del tiempo, la pareja se
convierte en el espacio simbólico del amor, pero no se trata de relaciones solo
unidas por el amor, sino que intervienen relaciones de dominio y opresión. Las
mujeres están obligadas a priorizar al otro, disminuyéndose a sí mismas.
El amor es una experiencia humana de
relación, no solamente con la pareja sino que tenemos amor a una idea, a un
libro, a un país. Aunque se nombre con el mismo término, no es lo mismo. Sin
embargo, el amor es una experiencia vital que permite trascender. Quizá es un
autoengaño humano, como Urano y Gea que necesitaron enamorarse para hacer
surgir el mundo, también nosotros necesitamos sabernos enamorados para darle a
nuestra vida esa apertura a la trascendencia.
Eros, el amor, es un dios intermedio.
Anuncia una parte humana y una parte que está en otro lado. Propiamente dicho,
el amor es la búsqueda del amor y no su realización. El amor implica una
relación abierta para encontrar en el otro lo nuevo o como dice Lacan, morder
la manzana es más que abrirse a lo prohibido, es encontrar lo que me permite
otra manera de estar en el mundo. Por
eso, revisa qué te enseñaron del amor, cómo te enseñaron a amar para que puedas
desaprender e inventar tu propia forma de amar.
Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma
de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, 14 de febrero de 2018
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