Por los cadáveres de
mi raza
No callaron mi
espíritu ni mataron mi raza
Consignas
en la marcha del 3 de septiembre 2018
Si hace cincuenta años las demandas estudiantiles
de la UNAM y del IPN se centraban en la transformación del sistema político,
contra un gobierno “duro”, autoritario, adultocéntrico y masculino, hoy las
demandas se han movido de sitio. El movimiento estudiantil de la UNAM se mueve
en contra del acoso sexual como una forma naturalizada de poder de ciertos
profesores en contra de estudiantes mujeres. También se movilizan por no tener
clases y en contra de las decisiones autoritarias para eliminar las expresiones
artísticas juveniles del caso Ayotzinapa.
Lo sorpresivo es la respuesta violenta: la
intervención de los porros.
¿Por qué se tienen porros en las
universidades? Los porros simbolizan la violencia del poder en sus dimensiones
de ideología del control estudiantil en declive de la figura de lo joven como
ciudadanía participativa. Ello implica un sometimiento de los y las estudiantes
ante estructuras de violencia autoritaria como forma de domesticación de la
rebeldía.
Una vez más Joven y Estudiante van más allá
de sí mismos. Estos nombres designan la posibilidad de la transgresión del
pensamiento, del orden sexista, del poder acumulante de más poder, de la
gerontocracia mandataria. Generan una resistencia amplia a la coerción social y
al disciplinamiento de los cuerpos y de las mentes que implica el proyecto del
poder avasallador.
El retorno de la violencia a los ambientes
universitarios, la emergencia de estos nuevos rostros de la agresión aluden a
una versión de la necropolítica en que está sumido el país: el descubrimiento
de fosas clandestinas en prácticamente todo el territorio nacional, la
desaparición de niñas, adolescentes y jóvenes en cualquier calle de México, las
balaceras y ejecuciones a lo largo y ancho del país, los descuartizamientos,
embolsamientos, los ajusticiamientos y feminicidios.
Ante la necropolítica instalada como forma de
la política, se moviliza el estudiantado universitario. Muy posiblemente
estemos ante una genealogía juvenil de derechos estudiantiles entendidos como
forma de contrapoder a la política realmente existente. Un modo de inaugurar
una época de las universidades, posts violencia corporativa estudiantil, postporros.
No sabemos si los movimiento actuales de la juventud universitaria transiten
hacia esos derroteros, lo que sí podemos prever es que el mundo que emerge del
movimiento estudiantil no es un mundo de la pérdida ocasionada por la violencia
estructural sino un desafío acerca de cómo construir comunidad, encontrar
nuevos sentidos de pertenencia e inclusión.
Es la marca juvenil ante la sociedad
envejecida y sus obsoletas estructuras corroídas. En 2018 ha obtenido el
triunfo electoral un partido que no es el PRI pero, ¿hasta que punto priísado? La
sociedad adulta incapaz de caminar en nuevas direcciones, de abrir otros
futuros.
El movimiento estudiantil de la UNAM intenta
superar los límites asfixiantes del presente. La movilización nos estremece.
Vemos marchar por plazas y calles a jóvenes hombres y mujeres y lo menos que
podemos pensar es ¡la reserva de vida! ¡caminar a otra esperanza!
Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina,
Tepic, Nayarit septiembre 11 de 2018.
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