martes, 27 de octubre de 2020

De profesora a youtubera

Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser.

W. Shakespeare. Hamlet

 

Se nos dio la indicación de que las personas mayores de 60 años no podíamos ingresar a la Universidad, por lo que todas las actividades las realizaríamos en el ámbito digital. Esa línea de demarcación me afectaba, así que a partir de ese momento, participar en el ambiente digital me alcanzó con sus dinámicas para ser parte de los cambios que necesitábamos. Como en las historias de naúfragos en islas desiertas, empecé a preguntarme con qué recursos contaba para ingresar al campo de internet para sobrevivir.

 

Desde luego, ahí estaba el correo electrónico, el whastapp y el facebook. El primero, rápidamente dio muestras de ser un medio prácticamente obsoleto puesto que las actividades académicas requieren comunicación casi inmediata. Por ello, el uso de plataformas se convirtió en el recurso principal entre quienes realizamos docencia de diversos niveles. Aparecieron entonces zoom, meet, bluejeans, cisco webex y otras. Al inicio, se convirtió en un reto, pero poco a poco, con la ayuda de colegas y tutoriales, entramos a las plataformas con más o menos destreza que nos permite dar clases, celebrar reuniones, llevar a cabo tutorías, organizar congresos académicos y otras actividades que realizábamos presencialmente.

 

Nos vimos obligadas a acelerar la transformación de la docencia, un paso retrasado por el peso de la inercia, sin darnos cuenta que la tecnología que ya estaba ahí, podía ser utilizada para mejorar. Desde luego, estoy hablando de la educación superior universitaria en profesiones que no requieren laboratorios ni trabajo de campo. También me estoy refiriendo a una franja de población que cuenta con dispositivos tecnológicos con alcance digital, además de conexiones seguras y veloces a internet. Toda la población que no cuenta con estas condiciones, automáticamente se encuentra marginada de la educación en línea. 

 

Las profesoras nos convertimos en buscadoras de información digitalizada con la finalidad de aprovechar el medio no solo para agregarle un plus a las clases, sino para modificar el propio sentido de la docencia; nos convertimos en blogueras, en youtubers. Incursionamos en tareas tipo videojuegos, en entrevistas de google, en pensadoras twitteras, en facebukeras. Todo ello, para hacer agradables, atractivas, las sesiones docentes con estudiantes, pero sobre todo porque entendemos que el traslado de las clases al ambiente digital no es simplemente repetir lo viejo en dispositivos nuevos, sino en transformar lo que se entiende por enseñar y aprender en este cambio educativo mundial que ha acelerado la pandemia. 

 

Ha cambiado la forma de entender el proceso de enseñar. El medio digital nos permite incorporar videos, podcast, link en las clases. También hacemos uso de diversas formas de comunicarnos por lo que podemos decir que la comunicación se realiza permanentemente ya que utilizamos grupos de chat, reuniones de video y hasta el correo electrónico para intercambiar documentos. Sabemos que con alguno de estos medios tenemos la posibilidad de alcanzar a las y los estudiantes, siempre y cuando tengan alguna forma de conectividad. 

 

¿Qué perdemos y qué ganamos con las clases en línea? Abordarlo como pérdida y ganancia es parte de una mentalidad de saldo final donde los acontecimientos se ven en blanco y negro. Lo más probable es que surja un nuevo movimiento híbrido de educación puesto que el entusiasmo que acarrea la utilización de los medios digitales se enfrenta a las realidades de nuestras conectividades y de las condiciones en que se encuentra el estudiantado. 

 

Si lo enfocamos como una lucha de sobrevivencia de la juventud en edad escolar, ello se está dando en cuanto el acceso a la tecnología. No todo el estudiantado tiene acceso a un dispositivo de uso exclusivo para el trabjo de clase, por lo que contar con una computadora o un celular, un espacio propio y una conexión a internet son condiciones para continuar en la educación superior. 

 

¿Se aprende más en línea que de manera presencial? es muy pronto para valorar los efectos de la educación en línea; sin embargo, el aprendizaje digital introduce una variedad de acciones para utilizar una gama de herramientas y métodos de participación, lo que puede involucrarlos de manera integral a fin de que aprender sea atractivo. Al final de cuentas, se trata de un cambio que impactará el sistema educativo en su conjunto. 

 

Es cierto, la generación anterior todavía educa a la generación siguiente, pero sin duda, son las y los estudiantes quienes realizan esa magia que consiste en entender, en incorporar el aprendizaje a su subjetividad. Porque al final de cuentas, lo que pretendemos las profesoras es que mediante el aprendizaje tomemos conciencia de lo que podemos ser y no solo de lo que somos, como le dijo Ofelia a Claudio en Hamlet.

 

Encerradas en nuestra edad, descubrimos que la isla está poblada de dispositivos tecnológicos, pantallas, imágenes, e-libros, bibliotecas infinitas, videoconferencias, donde las participaciones no se las lleva el viento, sino que quedan en el canal de youtube del profesorado, en el facebook, en el bloog, donde seguirán siendo reproducidas o dormirán para siempre en esa trama infinita del mundo digital. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 27 de 2020.

 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Recuerda que lo que ellos hacen es contra ti, contra mi

Algo está podrido en Dinamarca.

W. Shakespeare. Hamlet


Ellos robaron el dinero de los hospitales destinado a la niñez rural; ellos desabastecieron las clínicas destinadas a la población indígena; desmantelaron los sistemas de salud; dejaron de construir escuelas donde adolescentes pudieron transitar hacia una vida basada en la educación; abandonaron la formación de médicos con sentido social para beneficiar a la gran industria farmaceútica y la medicina de la ganancia; convirtieron a la juventud empobrecida en sicarios de mil pesos.

 

Ellos, en su lujuria del dinero, ahogaron los destinos de muchachas jóvenes en el tráfico de personas; las empujaron a la ignominia; las convirtieron en mercancía; las usaron para transportar sus drogas; las vendieron en algún lugar del mundo para obtener solo dinero. Las violaron, las mutilaron, las tiraron y lo consintieron.

 

Ellos impusieron una guerra permanente, de baja intensidad, contra todas nosotras y de alta intensidad contra todos. Las balas han atravesado las paredes para alcanzar al poeta y a su hijo; al pan en la panadería; los libros en las escuelas. Ellos limpiaron las paredes y las blanquearon por fuera para que la sangre no manchara sus ciudades. 

 

Ellos convirtieron la justicia en negocio para lucrar con leyes entumecidas. Usaron los sellos para tapiar conciencias, cerrar bocas, untar manos a fin de que la justicia mirara hacia otro lado. Vaciaron las instituciones de sentido. 

 

Ellos convirtieron los sindicatos en aliados de la impunidad; los partidos, en negocios de familias; las universidades, en cajas chicas para el saqueo; las elecciones en simulacros de democracia. Mientras, multitud de hombres y mujeres vagan por las fronteras en busca de un refugio para vivir; apuestan su vida en el lomo de la bestia; viven en descampado. 

 

Se presentaban como ángeles, pero tenían entrañas de Mefistófeles. 

 

Dejaron de construir las oportunidades que merecemos para edificar sus residencias en esos paraísos donde sus ambiciones se convierten en palacetes, en países remotos que los amparan. Comen avorazados la comida que nos tocaba. Se juntan en sus clubes para mostrarse las garras conque nos despojaron; sus casas con cocinas italianas, sus cuerpos con trajes de marca, sus platos con bocados de lujo. Sus hijos pasean por todo el mundo mostrando los dientes afilados. Tal vez, alguno, por la noche, despierte por el grito de los muchachos ahogados sin que sus almohadas de plumas les acolchone la conciencia. 

 

Cavaron fosas por todo el territorio para enterrar los cuerpos de muchachos con los ojos abiertos a ningún destino. Las madres tuvieron que buscar los huesos de sus hijas para recuperar un pedacito de tranquilidad. A ellas también las atravesaron. Las puedes encontrar buscando y buscando en la profundidad de la sociedad, de la justicia, del dolor. 

 

Yo las he visto alargando las manos hacia la tierra, escarbando el mundo.

 

Recuerda que eso se llama crimen y que ellos son delincuentes. Procura no olvidar que fueron gobernadores, presidentes, magistrados, rectores, generales. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 20 de 2020.

 

martes, 13 de octubre de 2020

Sonreír con los ojos


Que el maquillaje no apague tu risa

Joaquín Sabina y Chavela Vargas. Noche de bodas

 

Era de buena costumbre saludar a todas las personas con las cuales nos cruzábamos en la calle. Saludábamos aún a los desconocidos porque era de buena educación, al menos así nos enseñaron en la infancia. Seguramente eran normas para comunidades pequeñas donde todas las personas podían tener un lazo que las uniera, así que pasábamos por la vida saludando a cuanta persona se cruzaba en el camino. Me di cuenta de la obsolescencia de esa norma cuando, al dar los buenos días en el mercado, mis hijas me preguntaron si la conocía, “claro que no, pero se saluda por cortesía”.

 

Hoy la pandemia nos obliga a no saludar. Hacerlo es descortés e irresponsable porque nunca se sabe si la persona que da los buenos días o que responde, puede portar el virus. Salimos a la calle con mascarilla, anteojos, pantalla, así que apenas podemos sonreir con los ojos a las pocas personas con las que tenemos interacción en los casos en los que tenemos que salir a hacer algún trámite indispensable. 

 

¿Sonreimos con los ojos? La sonrisa es la expresión del gusto que nos da encontrar a alguien con quien nos sentimos bien. Generalmente, los músculos de la cara se mueven para figurar una media luna en la boca, con lo cual se mueve, prácticamente, todo el rostro. Los ojos no pueden sonreir por sí solos, sino que son parte de la expresión facial. Cuando sonreimos con los ojos, lo hacemos con todo el cuerpo, no sólo con la cara.

 

Sonreir es señal de confianza en sí misma y muestra cordialidad hacia quienes va destinada la sonrisa. Actúa como apertura a la credibilidad de los demás. Recordemos que los tiranos no sonríen, pero sí lo hace la gente afable que desea coincidir y comunicar con los demás. Se sonríe porque se comparte algún tipo de felicidad con las personas. 

 

La niñez no tiene necesidad de inventar motivos para sonreir, reir, para ser feliz. Tal vez nacemos con un capital de felicidad que vamos derrochando por el mundo. Las criaturas recién nacidas sonríen porque ven una cara que les habla, porque las abrazan, las bañan, por cualquier cosa, por todo y por nada: sonríen sin tener motivo para ello. Las abuelas dicen que las recién nacidas sonríen con los angelitos cuando están dormidas. 

 

¿Cuándo y cómo perdemos el stock de felicidad con el que nacemos? Seguramente la convivencia en sociedad, asumir responsabilidades, enfrentarnos al destino, sabernos portadores de muerte; todo ello va disminuyendo nuestra capacidad de sonreir para introducirnos en la seriedad, la solemnidad. Cuando adultas, debemos buscar motivos para sonreir, los cuales dependerán de la historia personal de cada quien, de las circunstancias de ese momento y de la cultura en la que estemos insertas. No se ríe por lo mismo en el Amazonas que en Chicago. 

 

Existen simbologías de la sonrisa. Desde las esculturas griegas conocidas como kuros, las cabecitas sonrientes del México prehispánico, la sonrisa de Buda, la de Mona Lisa, y los emojis que inundan nuestros mensajes. Ahí están como muestra de la necesidad humana de sonreir. Por el contrario, reir abiertamente a carcajadas, fue enviado al mundo de los borrachos, la alegría de la juerga, el ocio en sociedades regidas por religiones sacrificiales o en normas seculares impuestas por el miedo.  

 

De las caritas sonrientes del Totonacapan, mixe, zoque y nahua, fechadas entre 100 a.C y 900 d.C por el INAH, Octavio Paz dice que se trata de personajes de la vida cotidiana  ya que no tienen atributos divinos, seguramente porque sonreir no es una cualidad de los dioses (Magia de la Risa, textos de Octavio Paz y Alfonso Medellín Zenil, México: Universidad Veracruzana, 1971). Para Platón, la risa conjugaba placer y sufrimiento (Filebo); en su obra Las Leyes, plantea que el hombre virtuoso no debe reirse, por lo que se le vincula a un sentido moral. 

 

Puede ser que sonreir sea parte de un legado prelinguístico de la humanidad para la sobrevivencia de la especie cuando el rostro era el texto de la comunicación. Por ello, sonríe el mundo antiguo desde la piedra y sonreímos quienes habitamos el mundo actual desde las pantallas o, en la pandemia, con los ojos.

 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 13 de 2020.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Un tiempo propio

  

El problema es que crees que tienes tiempo

Buda. 

 

La pandemia ha acabado con el tiempo propio. Se puede decir que ha acabado con el tiempo del afuera puesto que el confinamiento impide la realización de las actividades consideradas normales hasta antes de marzo. En esa normalidad se encontraba salir de casa para trabajar, realizar compras, visitar familiares y amistades, participar en actividades comunitarias de religión, política o arte. 

 

En todo ello, distinguíamos un tiempo propio que era destinado a nosotras mismas, independiente del tiempo del trabajo y del de casa. Más allá de las actividades de aseo personal, se encontraban fragmentos de tiempo que podíamos dedicar a otras actividades claramente reconocidas como actividades de ocio, de meditación o de descanso. El confinamiento provocó un colapso del tiempo en nuestras vidas y en nuestros cuerpos. Sin contar con el tiempo del afuera, tuvimos que aprender a vivir en otra dimensión del tiempo.

 

Una vez que establecimos las rutinas para despertar, trabajar, descansar al interior de la casa, nos encontramos con que el tiempo nos falta. Esa es una característica de los habitantes contemporáneos, la de saturarnos de actividades, ya sea que tengamos  la posibilidad de salir de casa o de permanecer en ella. En cualquiera de los dos casos, llenamos los días de actividades de tal manera que la rutina vuelve a encadenarnos en tareas, una detrás de otras. A seis meses del confinamiento, deseamos un cambio para contar con más tiempo, paradójicamente. 

 

Vivimos el tiempo, vivimos en el tiempo o el tiempo vive a través de nosotras. Si la humanidad no existiera, no habría ninguna conciencia que percibiera el tiempo, por lo que, de alguna manera, es una de las dimensiones de la existencia humana. Ello no quiere decir que no exista independientemente de una conciencia que la piense. Si levantamos la mirada para ver el cielo, veremos la luna esplendorosa de octubre y si, tenemos suerte, un poco más allá, veremos Marte iluminado, sobre todo en estas noches de principio del mes. Los astros, en el cielo, evocan la imagen de una eternidad, de lo que permanece, de lo aparentemente inmóvil, de lo que transcurre, pero al mismo tiempo, acude al ojo humano y se ancla en la experiencia del devenir. 

 

¿Existe el tiempo de ayer que ya pasó? ¿Existe en el futuro que todavía no es? Lo  efímero del presente en cuanto es evocado desaparece, por lo que la conciencia que piensa al tiempo, nos arroja tan solo a la mera posibilidad de vivirlo. La memoria aloja el pasado fragmentado de cada quien, mientras que la historia contiene el pasado de los colectivos, necesariamente parciales e incompletos. Del pasado, solo quedan fragmentos porque existe una imposibilidad de recordarlo todo, de rememorarlo todo, de guardarlo todo. Por ello, estamos destinadas a vivir con las fracciones de pasado que recordamos o que los demás nos recuerdan. Sólo en la literatura se crean ficciones de quien todo lo recuerda, es el caso del cuento Funes, el memorioso de Jorge Luis Borges. 

 

Ver las fotografías de nosotras mismas es una experiencia sobre el paso del tiempo. Sé que esa niña con el vestido perla frente al pastel de un año soy yo y sé que soy ésta, que dará una charla la próxima semana, vestida con un huipil. El tiempo entre un año y los 66 que tengo ahora, ha transcurrido sobre mi cuerpo para dejar las huellas en la piel, en los ojos, en el pelo. También en la conciencia. 

 

El tiempo es una experiencia de la vida articulada a la muerte. Aunque esto último, muy poco se nombra, se puede afirmar que lo único que nos separa de la muerte es el tiempo, pues es una verdad a gritos decir que tarde o temprano, llegará. Como se ve, estamos hablando con medidas referidas al tiempo. 

 

El confinamiento nos hizo ver la necesidad de contar con una habitación propia, ya que, de acuerdo a Virginia Woolf, es la posibilidad de habitar un espacio para nosotras mismas. Ahora sabemos que también requerimos un tiempo para nosotras. El confinamiento nos introdujo de un solo golpe, al adentro, donde el horizonte abierto del futuro se difumina sobre sí mismo, se estrecha cada día. Por eso, pedimos un tiempo propio para nosotras en la ilusión de que tenemos tiempo. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 5 de 2020.