martes, 13 de octubre de 2020

Sonreír con los ojos


Que el maquillaje no apague tu risa

Joaquín Sabina y Chavela Vargas. Noche de bodas

 

Era de buena costumbre saludar a todas las personas con las cuales nos cruzábamos en la calle. Saludábamos aún a los desconocidos porque era de buena educación, al menos así nos enseñaron en la infancia. Seguramente eran normas para comunidades pequeñas donde todas las personas podían tener un lazo que las uniera, así que pasábamos por la vida saludando a cuanta persona se cruzaba en el camino. Me di cuenta de la obsolescencia de esa norma cuando, al dar los buenos días en el mercado, mis hijas me preguntaron si la conocía, “claro que no, pero se saluda por cortesía”.

 

Hoy la pandemia nos obliga a no saludar. Hacerlo es descortés e irresponsable porque nunca se sabe si la persona que da los buenos días o que responde, puede portar el virus. Salimos a la calle con mascarilla, anteojos, pantalla, así que apenas podemos sonreir con los ojos a las pocas personas con las que tenemos interacción en los casos en los que tenemos que salir a hacer algún trámite indispensable. 

 

¿Sonreimos con los ojos? La sonrisa es la expresión del gusto que nos da encontrar a alguien con quien nos sentimos bien. Generalmente, los músculos de la cara se mueven para figurar una media luna en la boca, con lo cual se mueve, prácticamente, todo el rostro. Los ojos no pueden sonreir por sí solos, sino que son parte de la expresión facial. Cuando sonreimos con los ojos, lo hacemos con todo el cuerpo, no sólo con la cara.

 

Sonreir es señal de confianza en sí misma y muestra cordialidad hacia quienes va destinada la sonrisa. Actúa como apertura a la credibilidad de los demás. Recordemos que los tiranos no sonríen, pero sí lo hace la gente afable que desea coincidir y comunicar con los demás. Se sonríe porque se comparte algún tipo de felicidad con las personas. 

 

La niñez no tiene necesidad de inventar motivos para sonreir, reir, para ser feliz. Tal vez nacemos con un capital de felicidad que vamos derrochando por el mundo. Las criaturas recién nacidas sonríen porque ven una cara que les habla, porque las abrazan, las bañan, por cualquier cosa, por todo y por nada: sonríen sin tener motivo para ello. Las abuelas dicen que las recién nacidas sonríen con los angelitos cuando están dormidas. 

 

¿Cuándo y cómo perdemos el stock de felicidad con el que nacemos? Seguramente la convivencia en sociedad, asumir responsabilidades, enfrentarnos al destino, sabernos portadores de muerte; todo ello va disminuyendo nuestra capacidad de sonreir para introducirnos en la seriedad, la solemnidad. Cuando adultas, debemos buscar motivos para sonreir, los cuales dependerán de la historia personal de cada quien, de las circunstancias de ese momento y de la cultura en la que estemos insertas. No se ríe por lo mismo en el Amazonas que en Chicago. 

 

Existen simbologías de la sonrisa. Desde las esculturas griegas conocidas como kuros, las cabecitas sonrientes del México prehispánico, la sonrisa de Buda, la de Mona Lisa, y los emojis que inundan nuestros mensajes. Ahí están como muestra de la necesidad humana de sonreir. Por el contrario, reir abiertamente a carcajadas, fue enviado al mundo de los borrachos, la alegría de la juerga, el ocio en sociedades regidas por religiones sacrificiales o en normas seculares impuestas por el miedo.  

 

De las caritas sonrientes del Totonacapan, mixe, zoque y nahua, fechadas entre 100 a.C y 900 d.C por el INAH, Octavio Paz dice que se trata de personajes de la vida cotidiana  ya que no tienen atributos divinos, seguramente porque sonreir no es una cualidad de los dioses (Magia de la Risa, textos de Octavio Paz y Alfonso Medellín Zenil, México: Universidad Veracruzana, 1971). Para Platón, la risa conjugaba placer y sufrimiento (Filebo); en su obra Las Leyes, plantea que el hombre virtuoso no debe reirse, por lo que se le vincula a un sentido moral. 

 

Puede ser que sonreir sea parte de un legado prelinguístico de la humanidad para la sobrevivencia de la especie cuando el rostro era el texto de la comunicación. Por ello, sonríe el mundo antiguo desde la piedra y sonreímos quienes habitamos el mundo actual desde las pantallas o, en la pandemia, con los ojos.

 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 13 de 2020.

2 comentarios:

  1. Me encanta leerle, Saludos Dra. Lourdes. Un abrazo a la distancia.

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  2. Nada cuesta sonreir y te hace sentir mejor. Demos la mejor de nuestras sonrisas con quien interactuemos este dia donde estemos y con quien estemos. Saludos Doctor.

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