jueves, 30 de marzo de 2023

Los que caminan llevan el hogar consigo

Les dicen migrantes; son seres humanos


¿Qué son sino caracoles los que caminan? Llevan su propia casa sobre sí y en cualquier lugar se meten en ella para vivir. ¿Dónde está el hogar de los que caminan? ¿de los que desde la pobreza del sur se dirigen a la riqueza del norte?

 

Viaja la pobreza a la riqueza; viaja la inseguridad a los lugares seguros; viaja la vida violentada al espejismo de una vida regulada por derechos. Nos preguntamos por qué salen de Honduras, de Nicaragua, del Salvador, de Venezuela. No son infieles a sus países, buscan sobrevivir porque en sus lugares de origen ni eso es posible. Huyen de la muerte.

 

Los que caminan dividen las opiniones de la población de los lugares donde transitan. Para unos, son la invasión de los otros, de los que nos vienen a quitar qué. Para otros, son personas en busca de un mejor lugar para vivir. Son personas. Si partimos de este principio, son como tú y como yo. O más bien, son el espejo de ti y de mi.

 

¿Por qué caminan hacia Estados Unidos? Puede ser que EU no sea en este momento el país mas rico del mundo, pero es un país rico. Ha desplegado en todo el mundo el “modo de vida americano” de dispendio y derroche, de holgura y desenfado, de vanidad y fastuosidad. Ese aparador del mundo que ha significado Hollywood ha posicionado a los EU como el lugar donde todas las fantasías son posibles. ¿Es ilógico que viajen hacia allá? De ninguna manera, es una consecuencia de la disparidad ocasionada de enriquecer un lugar del planeta a costa de empobrecer otras partes.

 

Volteo al cielo. Las aves vuelan en perfectas rectas siguiendo el vértice de alguna. Pasan hacia la claridad de los mares que, en este momento del año, empiezan a calentarse. Viajan en sentido contrario al de los migrantes. Desde la ventana donde escribo se abre el cielo. Si volteo a la tierra veo a seres humanos trashumantes sobreviviendo en una agresiva selección natural. Me empeño en mirar el cielo hasta perder de vista a las aves en su orden de vuelo. Huyen del frío a empollar en nidos donde la vida sea posible. Multiplicados en el aire desaparecen en el firmamento. Es la vida la que atraviesa, es el vuelo.

 

Mientras, abajo, la muchedumbre de seres humanos puebla los caminos. Alertan a los gobernadores para que pasen rápido. Nadie los quiere en sus territorios. ¿qué hacer con seres humanos que nos ven desde la hondura? Que pasen, que pasen, que nadie quede. Esta es la tierra del pasar.

 

Quienes caminan viajan sin desprenderse de sus hogares, del cuerpo migratorio al que ahora pertenecen. La tierra los divide y dispersa, pero cada quien, lleva su hogar, su patria, su familia, consigo. También, como las aves, es la permanencia de la vida la que pasa.

 

Nadie quiere quedar en la lenta y larga noche mexicana. Quieren llegar a una frontera desde la cual ver nacer a sus hijos y como las aves, empollar en nidos.

 

Ahora ya no podrán seguir su camino porque han muerto. El fuego quemó sus cuerpos en un albergue/bodega/centro de detención/cualquier lugar. No sabemos cómo se les adhirió el silencio; solo sabemos que sus muertes dejan cicatriz en un país atravesado por la ausencia de personas que día a día, desaparecen en el horizonte.

 

Los números se escriben solos. Al uno sigue el once; al once el treinta y nueve; al treinta y nueve el doscientos cuatro; al doscientos cuatro el dos mil veinte. Así, la cuenta de desaparecidos. Desaparecidos muchachos, desaparecidas jóvenes, desaparecidos señores, desaparecidas niñas, desaparecidos migrantes. También nosotras empezamos a desaparecer en las grietas de un país de arena.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 29 de marzo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

jueves, 23 de marzo de 2023

El cielo azul

Alguien que clama en vano contra el cielo:

la sorda inmensidad, la azul indiferencia,
el vacío imposible para el eco

 

Rosario Castellanos

 

El cielo azul nos apacigua porque, seres finitos que somos, nos cobijamos en esa visión horizontal sin límites.

 

¿Qué es el cielo azul? No es el cielo con sol; tampoco el cielo con nubes. Cada uno dice algo diferente a nosotras, las mortales. El cielo con sol es el transcurrir, el día; lo que avanza desde el amanecer hasta el ocaso. El cielo con nubes es la llovizna que se avecina, la tormenta del verano, el chubasco. El cielo plomizo nos traerá la niebla y el cielo, casi blanco, nos arrojará nieve.

 

Hay cielos de rojo intenso, de nubes rosas sobre montañas verdes. Esos cielos son el ocaso del día, el final de la jornada iluminada, el declive que anuncia la obscuridad.

 


El cielo azul es la quietud. Quizá por ello, el infinito lo imaginamos de ese color. La Creación, de Miguel Ángel, surge del cielo azul donde Dios inició lo existente y donde terminará. Ahí están, apaciblemente, las almas que son trasladadas al ámbito superior y también, las almas farragosas que caen a las bocas de los demonios. En el centro, el juez divide el arriba y el abajo.

 

Las bocas rojas/negras de los demonios.

 

En las ilustraciones de los paraísos de todas las religiones, el cielo azul es la promesa de todo lo que llevamos con nosotras, de los encuentros cálidos, las tardes del arrullo, las crías recién nacidas. Donde lo que late se detiene y se mira el espacio del alrededor sin problemas de siglos, ni de caos insolente.

 

Miramos el cielo azul desde los seres verticales que somos. Si no estuviésemos de pie, ¿podríamos verlo? ¿lo ven las arañas y los hipopótamos? ¿Se estiran los árboles para alcanzarlo? ¿Quedaron, a mitad de camino, las altas cumbres?

 

Hacemos reverencias a esos cielos con la voluntad de elegir. El arrobamiento despliega nuestros labios para tener descanso en las cascadas, sosiego en las tormentas, reposo en mares enfurecidos. Entornamos los ojos pensando en el tímido ensayo de permanecer en su cobijo.

 

Aunque queramos ignorar el cielo azul a la hora del sueño, vuelve a surgir recortado por las montañas de la lejanía; suspendido sobre el mar que lo confunde, más allá de la arena del desierto. Entonces, en esa real vestidura del mundo, volvemos a imaginar las hijas, los besos silenciosos, la tierna infancia, la vejez permitida.

 

Somos una humanidad fascinada por el azul del cielo, por su brillante posibilidad de luz de la luz.

 

El cielo azul no niega la obscuridad, la vuelve clara. Tranquiliza nuestras angustias y podemos llenar los ojos del amanecer, donde volvemos a llevar a cabo los desacatos y las transgresiones; vivir de nuevo en la renovada aniquilación de la mortalidad. El cielo protector aquieta los pulsos de las generaciones, nos devuelve al centro de nosotras mismas, a la casa terrenal que somos.

 

Porque el cielo azul transparenta la obscuridad; inicia el día. Amanece; somos nosotras en el vislumbre.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 22 de marzo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 13 de marzo de 2023

Las calles de las changueras o los micrositios de la ciudad

Hemos de promover nuevas formas

de subjetividad que se enfrenten

 y opongan al tipo de individualidad

que nos ha sido impuesta durante muchos siglos.

 

Michel Foulcault

 

Habitamos la ciudad desde los cuerpos que somos, cuerpos que van experimentando los espacios diversos de la ciudad y, a su vez, los espacios devienen cuerpos. En los tránsitos urbanos nos volvemos otras, desde esas zonas minúsculas de la producción de lo humano. En marzo, las calles de la ciudad donde vivo se visten de amarillo; la calzada por la que llego a la Universidad donde trabajo, está plena de árboles de flores rosas. En el medio, habitan los pájaros con sus cantos, los polinizadores urbanos y los insectos que viven junto a nosotras; las ratas, bajo las alcantarillas.

 

La ciudad es producida como el lugar del fin de la errancia humana; tiene como eje permitir la convivencia de quienes la habitan; la ciudad se forma de múltiples saberes con vistas a vivir en la proximidad. Hemos creado la ciudad para ampararnos de la intemperie, de lo desolado.

 

Si el poder establece un centro desde el cual expande su poderío y pretende el control de todo lo que ocurre, quienes realmente habitamos la ciudad, vivimos en micrositios urbanos: pequeños fragmentos de la urbe que vamos interpretando secretamente. Quienes abordan un autobús urbano recorren mentalmente las paradas obligatorias como otros minicentros de la ciudad. Puedo bajarme en el centro comercial y vagar entre aparadores mientras veo a quienes, en las esquinas, buscan la sobrevivencia salvaje incendiando la boca con gasolina o apelando a la solidaridad humana con la niña hondureña en los brazos.

 

Son esos cuerpos envilecidos los que se tornan potentes y habitan los micrositios urbanos. Ellos reclaman su lugar ontológico a la vez que desnaturalizan el hecho de que solo los cuerpos legitimados pueden ser parte del paisaje urbano. ¿Qué nos ocurre a las urbanitas que somos, al percibir/darnos cuenta/habitar junto a esos cuerpos desechados por el capitalismo homogéneo? La señora de las bolsas que empuja un triciclo con basura acumulada; el hombre semidesnudo que carga en sus espaldas los desperdicios de todas nosotras.

 

Cada quien capta las realidades que experimenta. Pueden ser trazos o retazos de personas como cuerpos; pueden ser pájaros o nidos; colores, pliegues sociales; muros desvalidos; señales de no circulación, grafitis, burócratas con prisa, perros callejeros, motociclistas, cirqueros. El cuerpo es quien experimenta las singularidades para establecer lo colectivo, devenir un grito que desgarra o apacienta.

 

Trazamos una ruta para ir de la casa a algún lado, pero en esa ruta nos asalta, no la Catedral con su símbolo, la plaza como centro ni el Palacio de Gobierno con su corte, sino lo que no tiene importancia, lo no nombrado, lo incomprendido. Emerge, entonces, una ciudad de la experiencia que se reinventa y se traza a sí misma como lugar de creación de la vida cotidiana.

 

La ciudad se convierte en una heterotopía. No la utopía de las formas deseadas del poder, sino las creadas en las subjetividades de quienes la habitamos en los distintos modos de existencia. Por eso, ya no somos el sujeto cartesiano que piensa desde la razón, somos las sujetas que estamos en relación con el cuerpo y todo lo que acontece deviene pensar con el cuerpo. Si pasamos por las calles de las changueras, (las mujeres que traen los frutos del mar desde los esteros), serán los olores de camarón, jaiba y pescado los que inundarán la experiencia olfativa y conformarán la estética de la memoria. Si caminamos por las calles de las florerías, serán los colores de las flores domesticadas los que dará forma a la mirada del mundo.

 

Esas flores que ya no son silvestres, cuyo olor ya no nos trae los contemplativos pastos del campo, ni sentimos con ellas la puesta del sol. Somos, cada vez más como ellas: urbanitas producidas para una forma de habitar la ciudad, de ser expuestas en la homogeneización de la belleza.

 

Sin embargo, habitamos los lugares urbanos desde la singularidad de lo pequeño, lo que copta el vacío, lo expulsado del centro: no desde el planeado espacio urbano, ese concepto que lleva a esterilizar la posibilidad de que se produzcan subjetividades desde lo singular.

 

Nosotras somos eso: nos inventamos desde los lugares invisibilizados históricamente.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 14 de marzo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

domingo, 5 de marzo de 2023

Feminismo: el sujeto político que permanece

Soy mujer.

Y un entrañable calor me abriga

 cuando el mundo me golpea.

Es el calor de otras mujeres,

 de aquellas que hicieron de la vida

 este rincón sensible, luchador,

 de piel suave y corazón guerrero.

 

Alejandra Pizarnik

 

La teoría política liberal tenía como actor social a propietarios, alfabetos y urbanos como titulares de derechos bajo las consignas de igualdad, seguridad, propiedad. La teoría política socialista, por su parte, tenía como actor social al proletariado para construir una sociedad sin clases sociales. Hoy, ambas teorías han quedado sin actor social.

 

La teoría política feminista tiene como sujeto político a las mujeres. Este es el actor que permanece y atraviesa la política contemporánea. La revolución propuesta por la teoría política liberal se agotó en las revoluciones desde el siglo XVIII al XX e instaló la democracia como forma de gobierno en gran parte del planeta. Por su parte, la teoría socialista agotó su potencial con la caída del muro de Berlín en 1989.

 

El feminismo ha aportado nada menos que el 50% de la agenda al desarrollo mundial y a la democracia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, ha sido protagonista del avance de derechos en el siglo XXI. Se ha logrado tener una legislación de Estado que convierte, la proclama política de igualdad de las mujeres, en una obligación de cumplimiento para el Estado y sus instituciones.

 

Todo ello se ha logrado a través del feminismo civil, de base; del feminismo académico, artístico, militante; de la exigencia de derechos.

 

Hemos conseguido una legislación que obliga a la igualdad.

 

Las mujeres somos el sujeto político que permanece porque su agenda de cambio pretende transformar la sociedad, no solo con la incorporación de las mujeres a la democracia y al poder, sino con la transformación de lo que se entiende por democracia. Si nos incorporamos al poder con una experiencia diferente, el propio poder debe cambiar.

 

El feminismo propugna por el cambio en las relaciones entre mujeres y hombres; por una nueva relación entre las mujeres y el Estado; por otra concepción de lo que es el proyecto de persona humana; por el cuestionamiento de la historia como el relato de lo masculino heroico; por la crítica a la ciencia como un discurso elaborado desde parámetros androcéntricos; por otra sexualidad humana.

 

No se trata solo de incorporar a las mujeres al mundo diseñado desde la mirada masculina, sino de cambiar ese mundo.

 

Al exigir la autonomía como base de la existencia de las mujeres, se quieren basar las acciones no en vínculos preestablecidos, sino en la decisión por nosotras mismas en todos los planos: el íntimo, el personal, el familiar, el social, el comunitario: romper las subordinaciones en que hemos estado confinadas.

 

En el establecimiento del orden social, se pueden distinguir dos momentos: el de lo político y el de la política, siguiendo a Carl Schmitt en El concepto de lo político. El primero sería la irrupción, en la escena pública, de un nuevo sujeto social capaz de trastocar el orden existente para incluir sus demandas en la agenda pública. Es el encuentro del Estado con sujetos excluidos que demandan un nuevo orden social o el conflicto como condición de posibilidad.

 

La segunda, la política, sería la administración del Estado.

 

El feminismo ha estado en el momento de lo político, porque se ha convertido en la revolución más importante de los últimos cien años. En este periodo el lugar de las mujeres ha cambiado: desde un lugar subordinado y de opresión al amparo de leyes que la consideraban en minoría de derechos, a un lugar de sujetos igualitarios a través de la exigencia de derechos. Esto último a través de la lucha de las mujeres en diversas partes del mundo y en diferentes épocas, que ha dado por resultado una normatividad internacional y nacional que ha puesto a las mujeres como sujetos centrales en el desarrollo humano, ha visibilizado sus desventajas y establecido pautas para cerrar brechas de desigualdad.

 

Pero, sobre todo, porque las mujeres nos hemos convertido en sujeto político capaz de exigir y ejercer derechos. Si el patriarcado como orden imperante nos quiere víctimas, sumidas en el dolor, y para ello, ejerce violencia a cada paso y en cada espacio, nosotras nos levantamos como pioneras cuantas veces sea necesario; como herederas de las que empezaron; como continuadoras de las de ayer; las que caminamos en las huellas de quienes nos antecedieron. Pero también, como las nuevas feministas que planteamos horizontes de futuro, reímos y cantamos.

 

Somos el sujeto político que permanece porque trastocamos desde la alcoba hasta la tribuna.  

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 6 de marzo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx