Dios puso una marca en Caín
para que quien quiera
que se encontrara con él,
no lo matara
La Biblia. Génesis.
¿Por qué los seguidores de Trump se vendaron la oreja en los mítines de apoyo al candidato? Porque ello significa pertenencia al grupo. Se trata de una insignia de identidad que otorga valor a quien la porta.
Las insignias son eso, distinciones para salir del anonimato y entrar a otro anonimato. Se sale de la masa, de la muchedumbre para entrar a formar parte de un grupo que se adhiere a principios específicos; se identifica con quienes persiguen los mismos ideales; se señala la pertenencia.
Las marcas están establecidas en la Biblia como señales para matar, para castigar, para diferenciar. Veamos el siguiente pasaje del Éxodo:
“Echen la sangre del cordero en una vasija, tomen luego unas ramas de hisopo y unten con ellas la sangre en los marcos de las puertas de sus casas. Después de esto, nadie deberá salir de su casa hasta el día siguiente. Así, cuando nuestro Dios recorra el país para quitarles la vida a los hijos mayores de los egipcios, verá la sangre en los marcos de las puertas y pasará de largo. Dios no permitirá que muera ninguno de ustedes” (Éxodo 12:22-23).
La marca, en el Éxodo, libera de la muerte porque aquellas casas que la tenían no sufrirán la venganza de Dios quien matará al hijo primogénito, claro, de los egipcios.
Desde entonces, las marcas se han sucedido como símbolos de pertenencia a determinados grupos. La esvástica del nazismo, la cruz del cristianismo, el pañuelo verde de quienes apoyan el aborto legal.
Todas las insignias nos atrapan en la experiencia fascinante de lo que no se agota en lo real, de lo que se desea.
La insignia como tal no tiene que explicarse porque entonces se pierde el significado y se divaga porque la insignia es, en sí, una superstición que se desliza hacia lecturas que atrapan los deseos; se deja arrastrar la conciencia hasta el lugar de lo que se afirma. La insignia, en sí, el lugar de llegada; es la propia seguridad.
Se nos hace absurda la actitud de los seguidores de Trump porque se muestran fanáticos, seguidores sin conciencia crítica. Sin embargo, este adornarse el cuerpo con la venda, expresa la necesidad de una causa para vivir y, tal vez, morir.
Si lo vemos como parte de los absurdos de la sociedad digital que incorpora la política estereotipada, los diálogos de necios, el uso recurrente de los sinsentidos, entonces daremos cuenta del resultado de la combinación de elementos para producir una farsa hilarante. Vemos que regresamos a un lugar de lo onírico donde la insignia denomina el significado, puesto que conduce lo real a lo simbólico.
Estamos en presencia de la farsa, del carnaval, donde el disfraz es indispensable para actuar en los mítines. Aquí, la promoción del absurdo al rango estructurante de la política se convierte en la textura dominante de un espacio de por sí, cargado de calificaciones. La farsa construye el discurso, se convierte en su despliegue cuando los seguidores aceptan aparecer en público con la venda como insignia.
Vemos claramente el ridículo en los seguidores de Trump, porque la materialidad de la insignia nos parece banal. Sin embargo, todas las insignias tienen esa característica: nos marcan como acólitos de una iglesia, militantes de un partido, integrantes de una escuela, activistas de un movimiento.
Porque la insignia funde dos dimensiones, al menos: la dimensión ficcional (que puede desaparecer si me quito la insignia) y la dimensión real donde actúo, donde está mi contexto y donde me vinculo con los otros, que, como yo, portan la marca, porque la insignia me suma a los otros, me registra como parte de los mismos y me introduce al testimonio.
Ahí pertenezco, a ese grupo pequeño o grande que me arrastra, donde floto en una nueva masa que me conduce por vericuetos donde espero sobrevivir, con tal de estar con los otros, como única posibilidad de valorarme.
Porque la insignia marca esa necesidad de pertenecer inherente a lo humano. Mendigamos la ocasional migaja de la pertenencia.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 26 de julio de 2024.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx