Entre tanto, con técnica admirable
esculpió con éxito un mármol blanco
como la nieve y le dio una hermosura
con la que ninguna mujer puede nacer
y se enamoró de su obra.
Ovidio. Metamorfosis.
Había una vez un rey, en Chipre, llamado Pigmalión. Muy temprano se desencantó de las mujeres debido a las Propétidas que se atrevieron a negar la divinidad de Afrodita y se prostituyeron. Pigmalión decidió no casarse hasta encontrar una mujer bella y virtuosa, la mujer perfecta. Desde luego, no la encontró entre las mujeres realmente existentes, pero se dedicó a realizar esculturas de mujeres. Se enamoró de una de ellas, a la que denominó Galatea “la viste y la adorna de anillos y collares y zarcillos y cintas: todo le queda bien. Y tan hermosa como vestida, aparece desnuda y la llama esposa…” (Ovidio, Metamorfosis, capítulo X). Era tal su pasión por la estatua que le pidió a Afrodita, diosa griega del amor y la belleza, que la convirtiera en humana.
La lleva a su lecho, la besa, la viste y la desviste, se fascina antes los ojos que él mismo robó al mármol. En la hora azul le dice palabras de ternura y en la tarde húmeda quedará absorto con la blancura, con la corriente de aire que viaja por su boca.
Cada vez con mayor frecuencia tenemos acceso a noticias de que diversas personas se casan con robots diseñados con inteligencia artificial. No todos los robots son elaborados por quienes se casan con ellos, pero sí pagan cantidades considerables de dinero para conseguir a la mujer de sus sueños o al hombre que desean.
Actualmente circula en redes el caso de Rosanna Ramos, una mujer que se casó con Eren Kartal, creado por Inteligencia Artificial, a través del software de IA Replika. De la misma manera se tiene a la artista española Alicia Framis, primera mujer en casarse con un holograma, creado por ella misma (https://es.euronews.com/2023/12/17/la-artista-espanola-alicia-framis-la-primera-mujer-en-casarse-con-un-holograma).
En 2018 conocimos la noticia del japonés Akihiko Kondo quien se casó con un holograma de Miku Hatsune, por lo que se convirtió en la primera persona que se casó con una muñeca artificial. Después, las noticias se sucedieron hasta que poco a poco deja de ser tema espectacular para pasar a formar parte del anecdotario de la sociedad mundial digital.
Galatea tiene que ver con el deseo, pues es una criatura que nace como una joven capaz de satisfacer el deseo sexual de Pigmaleon. No es la única que nace adulta, sino que Palas Atenea surgió de la cabeza de Zeus como una joven con la virtud de la razón. Galatea solo tiene la obediencia y la sumisión puesto que su origen es el mármol, piedra vítrea asociada con el lujo, pero no con lo humano. Al estar destinada a satisfacer el deseo de Pigmaleón se convierte en una criatura destinada a obedecer y satisfacer el deseo de él, como los robots u hologramas de la era digital.
¿Por qué son perfectas y deseadas estas criaturas robot, estas criaturas holograma, las estatuas, los maniquís? Quizá porque carecen de historia, de infancia, de pasado, de parentesco. Carecen de los defectos de las mujeres reales (o de los hombres en los hologramas masculinos) y como en Frankestein, tienen una lealtad a su creador.
Estamos ante el regreso de los Pigmaleones, enamorados de sus propias obras inertes y de las nuevas Galateas, mujeres de la satisfacción del deseo. Los Pigmaleones compiten con Dios en crear seres, pero a diferencia de éste, las obras creadas no son “a su imagen y semejanza”, sino la figura de la mujer (u hombre) ideal para el deseo sexual.
Ya Serrat nos había enseñado a cantar el amor de un hombre enamorado de un maniquí, como reacción a las mujeres que le arañaron el corazón, en Cartón Piedra:
Era la gloria vestida de tul
con la mirada lejana y azul
que sonreía en un escaparate
con la boquita menuda y granate
Y unos zapatos de falso charol
que chispeaban al rose del sol.
Limpia y bonita siempre iba a la moda
arregladita como pa`ir de boda
y yo, a todas horas la iba a ver
porque yo amaba a esa mujer
de cartón piedra…
No era como esas muñecas de abril
que me arañaron de frente y perfil
que se comieron mi naranja a gajos
que me arrancaron la ilusión de cuajo…
El mito de Pigmaleón y Galatea también puede pensarse como una metáfora de la acción del deseo sobre lo inerte. En este caso, la mujer sería lo inerte, la que carece de deseo, por lo que es el deseo del hombre quien ablanda la piedra hasta que la convierte en ser sintiente.
La mujer perfecta para el ideal masculino consiste en la belleza y la sumisión. Estos partos masculinos conducen a crear cuerpos para su deseo; presencias físicas sin alma, sin proyecto de sí, ni libre albedrío ni esperanza.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 16 de julio de 2024.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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