¿Qué sueño es tan hermoso?
¿Qué recuerdo brilla con tal fulgor?
Date prisa y sigue tu camino
Han Kang
En el poste de la esquina de mi casa pegaron un letrero anunciando lectura de cartas del Tarot. Entre los servicios que se ofrecen está Limpias, Amarres y Endulzamientos. No me atrevo a llamar al número señalado para preguntar en qué consisten los endulzamientos. Las limpias supongo que son una serie de conjuros para eliminar las malas vibras, los conjuros negativos, las maldiciones. Los amarres suenan a volver a unir lo que está desunido en asuntos de amor, de afectos. ¿Pero, los endulzamientos? No tengo idea a qué se puedan referir.
Tal vez se trate de agregar dulzor a la existencia cotidiana, en el supuesto de que no lo tenga. Como dice Emily Dickinson, se trata de habitar una casa más hermosa que la prosa; más numerosa en ventanas, donde entre más luz. Tener, por techo, las cimbras del cielo; recibir los más bellos visitantes y extender abiertas las manos para recoger el paraíso, como ocupación.
Veo a mi vecina en su diario trajinar. Todos los días baja a la misma hora para pasear a su perra, que, en estas épocas de invierno, es arropada con una pequeña capa que le da un aire de superheroína. La perra pasea al lado de la vecina en una perfecta compañía donde ninguna de las dos articula ningún sonido. Puede ser que este momento sea el endulzamiento de mi vecina, porque un rato más, encerrará a la perrita para dirigirse a su trabajo en algún punto de la ciudad. Entonces, empieza el caminar de prisa; el voltear a un lado y otro en el cruce de la calle para, precavida, conservar el equilibrio entre los automóviles que también se dirigen de un lugar a otro, sin que los conductores adivinen el edén que vivió al lado del ser viviente que asoma en la ventana.
Por la tarde, en el instante que no se olvida, las nubes tienden a tornarse rosas y violetas. Dura una insignificancia ese tono envuelto en la luz de los atardeceres que será devuelto al día siguiente en el temprano amanecer. Es un instante vacío de tiempo, rechazado por los relojes incapaces de medir el arrobamiento del cielo. Ahí, desalojada de recuerdos solo puedo mirar las tonalidades que cambian detrás del cerro de San Juan, en la otra ladera donde sé que respira el mar. Un momento después, las nubes rosas desaparecen, para con ese resplandor, vislumbrar la aparición de la luna.
Puede ser que los endulzamientos nos acurruquen en la cueva iluminada para regalar mariposas a ancianas extraviados en sus recuerdos. Laten cerca de nosotras las semillas donde palpita la fecundidad del mundo. Entramos a ese palpitar como al resplandor de las niñas recién nacidas, cuyas manos se cierran sobre la piel de la madre, atrapan el pezón, en el afán de encontrar a qué asirse.
En el endulzamiento podemos tropezar con piedras al azar y seguir. Todavía está la luz. Aún veo la iridiscencia de las nubes, el titilar de las estrellas; aún siento el ciego viaje que corre por mis venas. Es el endulzamiento de la vida que se anuncia cuando te ves en el espejo, cuando envías mensajes y sonríes. Cuando, llena de ti, añoras el último abrazo donde no había angustias.
Aquello que pasó fugitivamente, al ser mirado, apenas se dejó esbozar por una luz demasiado grande que, en su grandeza, la anula. Quedó ahí como la infancia que te ampara del viento, de la resequedad. Vuelven las melodías viejas a recordarte las otras edades cuando no nos cuidábamos del amor y el abrazo era la algarabía.
Por un segundo de vida breve, el endulzamiento nos acoge. Es el instante cuando saltamos de estrella en estrella con la piel dorada de las iluminadas. Cuando termina, cuando cesa el momento, tendré que volver al estruendo del odio de Trump, al pavor de las muchachas desaparecidas, a las heladas de los caminos.
Tal vez los endulzamientos permitan no mirar los sitios donde mueren las golondrinas; donde niñas y niños son atrapado por lo desconocido para entrar a destinos que no les correspondían.
Quizá mañana marque el número donde anuncian el endulzamiento y del otro lado de la línea alguien señale el silencio de las rosas.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 24 de enero de 2025.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx