domingo, 26 de enero de 2025

Endulzamientos

¿Qué sueño es tan hermoso?

¿Qué recuerdo brilla con tal fulgor?

 

Date prisa y sigue tu camino

 

Han Kang

 

En el poste de la esquina de mi casa pegaron un letrero anunciando lectura de cartas del Tarot. Entre los servicios que se ofrecen está Limpias, Amarres y Endulzamientos. No me atrevo a llamar al número señalado para preguntar en qué consisten los endulzamientos. Las limpias supongo que son una serie de conjuros para eliminar las malas vibras, los conjuros negativos, las maldiciones. Los amarres suenan a volver a unir lo que está desunido en asuntos de amor, de afectos. ¿Pero, los endulzamientos? No tengo idea a qué se puedan referir.

 

Tal vez se trate de agregar dulzor a la existencia cotidiana, en el supuesto de que no lo tenga. Como dice Emily Dickinson, se trata de habitar una casa más hermosa que la prosa; más numerosa en ventanas, donde entre más luz. Tener, por techo, las cimbras del cielo; recibir los más bellos visitantes y extender abiertas las manos para recoger el paraíso, como ocupación.

 

Veo a mi vecina en su diario trajinar. Todos los días baja a la misma hora para pasear a su perra, que, en estas épocas de invierno, es arropada con una pequeña capa que le da un aire de superheroína. La perra pasea al lado de la vecina en una perfecta compañía donde ninguna de las dos articula ningún sonido. Puede ser que este momento sea el endulzamiento de mi vecina, porque un rato más, encerrará a la perrita para dirigirse a su trabajo en algún punto de la ciudad. Entonces, empieza el caminar de prisa; el voltear a un lado y otro en el cruce de la calle para, precavida, conservar el equilibrio entre los automóviles que también se dirigen de un lugar a otro, sin que los conductores adivinen el edén que vivió al lado del ser viviente que asoma en la ventana.

 

Por la tarde, en el instante que no se olvida, las nubes tienden a tornarse rosas y violetas. Dura una insignificancia ese tono envuelto en la luz de los atardeceres que será devuelto al día siguiente en el temprano amanecer. Es un instante vacío de tiempo, rechazado por los relojes incapaces de medir el arrobamiento del cielo. Ahí, desalojada de recuerdos solo puedo mirar las tonalidades que cambian detrás del cerro de San Juan, en la otra ladera donde sé que respira el mar. Un momento después, las nubes rosas desaparecen, para con ese resplandor, vislumbrar la aparición de la luna.

 

Puede ser que los endulzamientos nos acurruquen en la cueva iluminada para regalar mariposas a ancianas extraviados en sus recuerdos. Laten cerca de nosotras las semillas donde palpita la fecundidad del mundo. Entramos a ese palpitar como al resplandor de las niñas recién nacidas, cuyas manos se cierran sobre la piel de la madre, atrapan el pezón, en el afán de encontrar a qué asirse.

 

 

En el endulzamiento podemos tropezar con piedras al azar y seguir. Todavía está la luz. Aún veo la iridiscencia de las nubes, el titilar de las estrellas; aún siento el ciego viaje que corre por mis venas. Es el endulzamiento de la vida que se anuncia cuando te ves en el espejo, cuando envías mensajes y sonríes. Cuando, llena de ti, añoras el último abrazo donde no había angustias.

 

Aquello que pasó fugitivamente, al ser mirado, apenas se dejó esbozar por una luz demasiado grande que, en su grandeza, la anula. Quedó ahí como la infancia que te ampara del viento, de la resequedad. Vuelven las melodías viejas a recordarte las otras edades cuando no nos cuidábamos del amor y el abrazo era la algarabía.

 

Por un segundo de vida breve, el endulzamiento nos acoge. Es el instante cuando saltamos de estrella en estrella con la piel dorada de las iluminadas. Cuando termina, cuando cesa el momento, tendré que volver al estruendo del odio de Trump, al pavor de las muchachas desaparecidas, a las heladas de los caminos.

 

Tal vez los endulzamientos permitan no mirar los sitios donde mueren las golondrinas; donde niñas y niños son atrapado por lo desconocido para entrar a destinos que no les correspondían.

 

Quizá mañana marque el número donde anuncian el endulzamiento y del otro lado de la línea alguien señale el silencio de las rosas.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 24 de enero de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

viernes, 17 de enero de 2025

El síndrome de levedad del primer cuarto de siglo

Para hacer esta muralla 

tráiganme todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.

Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

 

Nicolás Guillén

 

Estamos llegando al primer cuarto del siglo XXI cuando el mundo es atravesado por el síndrome de levedad (Maruan Soto Antaki). Yo lo interpreto como un síndrome que consiste en que todo es tomado a la ligera, así sea las desapariciones de personas, las guerras en diversas partes del mundo, las catástrofes ambientalistas, las migraciones, el populismo de derecha o el trasplante de pulmones. ¿Cuándo perdimos, como humanidad la capacidad de asombro y de indignación? ¿dónde quedaron las acciones colectivas para construir sociedades justas?

 

Mientras esto escribo veo las filas ante un restaurant cerca de casa. Me pregunto si en la comida de los domingos los integrantes de las familias hablarán de alguno de estos temas, aunque es claro que no. Si acaso, se referirán al incendio que ocurre en California centrado en la devastación de las casas de gente famosa. La música se escucha y aunque no siempre reconozco las canciones, sé que se trata de festejos alrededor de comida y bebida. Ese paréntesis de los domingos donde la cerveza se vuelve homenaje.

 

¿En dónde hablamos de los temas que nos preocupan como sociedad? No, ciertamente en familia; tampoco en los ámbitos laborales puesto que el tiempo del trabajo está cooptado por las lógicas propias de los ambientes laborales. En las redes sociales los temas se abordan de manera fragmentaria, dependiendo del interés que cada quien tenga en tal o cual problemática. Más bien, las redes sociales están enfocadas a mostrar al yo de cada quien, ya sea en las minucias de la vida cotidiana o en lo que se quiere exhibir ante los demás; sus afectos, su turismo, sus festejos, sus preferencias.

 

Entonces, carecemos de comunidad en la cual reflexionar colectivamente lo que duele a la sociedad. Por eso, el síndrome de levedad conduce a abordar los sucesos de pasada, sin profundizar en lo que puede significar para la vida en conjunto y, mucho menos para la vida de cada quien.

 

El síndrome de levedad consiste en darle un instante de atención a los sucesos, sabiendo que detrás de este, vendrá otro de mayores proporciones. Nuestra atención está preparada para desechar la información que acaba de pasar para esperar una nueva que vendrá a suplir la anterior y a mostrarnos algo más más escandaloso, de mayor estruendo, más cruel o banal. En cualquier caso, solo merecerá un instante de atención para ser desechado, arrojado al tiempo del olvido. Somos consumidores de espectáculos: siempre estamos esperando el siguiente. Como tales, cambiamos de canal o de página de la web.

 

Perdemos humanidad con cada nueva tragedia que ocurre en el mundo. Retrocedemos en sensibilidad con la mera visualización de las catástrofes, en tanto, no están en nuestra cercanía. Hemos dejado de tener empatía con las personas lejanas o tal vez nunca la tuvimos. Tal vez esa idea de sentirnos humanidad con todos y todas haya sido solamente una canción de la década de los setenta, una idea de una generación que está muriendo con ella.

 

¿Será posible que encontremos otra manera de relacionarnos con los otros y otras que no sea a través de categorías? ¿Dejar de vernos como migrantes, hondureños, mujeres, negras, extranjeras, ancianas, para recuperar el hecho de ser personas? En el amor eso ocurre, tratamos de encontrar en el otro, en la otra, una forma de ver el mundo de otra manera. De atisbar la profundidad de cada quien que el otro me revela y me contiene y en ello, nos reinventamos humanos. ¿Podremos hacerlo de manera colectiva?

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 16 de enero de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx