Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!
César Vallejo. El pan
nuestro
Los golpes de justicia “abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y
en el lomo más fuerte”[1],
convierten en frágil lo que antes era poderoso, inabarcable y lo transmutan en
barro.
¿Por qué los poderes formales del Estado son lentos para reaccionar
ante situaciones de injusticia continuas y prolongadas? En Nayarit hemos pasado
de los mitos intocables alrededor del Fiscal Edgar Veytia al pantano del
descrédito de quienes encabezan las instituciones. Incapaces de salvarse a sí
mismos vemos las reacciones de los poderes formales: el Gobernador del Estado,
el Presidente del Congreso, el Presidente del Tribunal Superior de Justicia, en
el coro del balbuceo de la sombra.
Porque eso es lo que hemos presenciado en torno a la detención del ex
Fiscal: los ojos estaban cegados, los oídos estuvieron tapados para quien debía
oír y quien debía escuchar, iniciar procesos e impartir justicia. La justicia
de fuera sí veía y oía; la nuestra, no.
Sin embargo, en la tienda de la esquina, en la parada del autobús, en
la panadería, todos tienen un dato que aportar sobre vejamiento, despojo de
terrenos, la amenaza, el silenciamiento, las extorsiones.
Los tiranos deslumbran por su borde de féretro con que expanden su
poder.
Hoy se esgrime la legalidad como el camino para salir de este entramado
de descrédito, pero a la legalidad hace tiempo le dieron una palmada y la ahogaron
en la copa del mal. El gobernador designó al segundo funcionario de la Fiscalía
como encargado del despacho; los diputados inician el kafkiano proceso para
seleccionar a quien cumpla requisitos, sea honorable, etc. para proponer
terna al gobernador: de nuevo estamos
ante la víbora que se muerde la cola.
¿Hasta dónde llega la autonomía de los funcionarios de primer nivel de
un gobierno? ¿Debe el gobernador responder por sus funcionarios? La elección
del Fiscal fue resultado de un proceso donde interviene el Poder Legislativo y
el Ejecutivo, pero todos sabemos que a partir de la priisación de los poderes
reales, la separación de poderes es una anécdota de la democracia mexicana.
La sociedad nayarita no se mueve, dicen. Más bien, es una sociedad con
indefensión aprendida: feminicidios, desapariciones, fosas clandestinas,
extorsiones, rectores fugados, periodistas enmudecidos, delitos sin registrar,
delincuentes sin perseguir, indicadores sin documentar. Mínima importancia para
un Estado que aporta menos del 1% al PIB nacional y tiene menos de un millón de
electores (1% del padrón electoral: 817,398 electores).
Los partidos políticos arrancan sus campañas para renovar poderes casi
con lujuria. Es el tiempo perdido de la cruzada de las promesas. No se tienen
propuestas reales para hacer frente a mundo negro de la delincuencia.
¿Y la justicia? Hace muchos años dejé la carrera de derecho porque la
práctica me hizo entender que la justicia era la injusticia mayor cuando se
trataba de impartirla a los comunes y corrientes, mujeres y hombres, wixarikas, nayeris. Hoy la detención del ex Fiscal otorga un golpe de justicia
que devela la espesa mezcla de intereses político-económicos donde prevalecen
las reglas no escritas en que se ha convertido la trama del poder.
Los golpes de justicia cruzan umbrales de bronce y vuelven barro lo que
es de barro.
Excelente reflexión mi estimada Lourdes. Quien está libre de culpa cuando no se denuncia lo que todo se sabía ?
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