A veces me da por pensar que todo poema,
toda literatura, todo arte,
no son sino el retorno afortunado,
que lo suyo conlleva de nostálgico,
a una no tan
perdida –no del todo– inocencia original
Ricardo Yáñez
¿Cómo decir lo nuevo con las
palabras que usamos todos los días? Las palabras que dicen “buenos días”, “pásame la sal”, “ata las agujetas”. ¿De qué manera se acomodan
las palabras para que puedan decir “He vuelto al mar/y no estoy en el mar/sino
en tus ojos./ He vuelto al mar/y no estoy en el mar/sino en el tiempo de tus
ojos./ He vuelto al mar/me he vuelto el mar, amor/ pero en tus ojos”.
Cuando estamos con Ricardo
Yáñez lo sabemos porque cada una de sus palabras retumban dentro de nosotros.
Descubre la acústica de un trance desconocido en el que quedamos diciendo y
diciendo, oyendo y oyendo sus palabras como si no pudiéramos salir de ellas. A
veces son frases cortas que pudieran no tener un gran sentido, pero lo tienen,
por eso se quedan ahí, en alguna parte de nuestra alma revoloteando y, cuando
menos lo piensas vuelves a decir “El descenso a la noche, he de decirte/ me ha
servido de algo…”
Las palabras sencillas del
poeta poseen un sonido cuando las dice Ricardo y otro muy distinto cuando las
repites a solas. No sé si lo correcto es pensar que caen las palabras, o ascienden
las palabras o iluminan las palabras. No puedo distinguir ese efecto porque es
como si nunca nadie hubiera dicho lo que dice el poeta aunque todos hayamos
pronunciado esas palabras. Como si a través de la poesía las palabras entraran
a un río donde a fuerza de trotar entre las piedras, deslizarse con el agua, ver
los amaneceres, salieran de nuevo frescas, lavadas, esclarecidas.
Sabemos a Ricardo perdido en
las palabras sin idea de cuándo terminará por perderse. Y en ese perderse
estamos quienes nos acercamos para encontrar el hilo en que arde la palabra.
En las palabras de Ricardo
escuchamos la poética de la poesía mexicana, la que atraviesa los territorios y
las generaciones porque desde arriba y abajo, el centro y las periferias
Ricardo ha hecho brotar poesía en los múltiples talleres/ermitas que ha fundado
y conservado. A veces sus enseñanzas siguen en algún café, la tarde de
cualquier sábado o en el intermedio de la duerme-vela.
Ricardo Yáñez impartió la
Cátedra Nacional Amado Nervo el 24 de mayo de 2017, en la Universidad Autónoma
de Nayarit, en Tepic. A la Cátedra acudieron escritores de diversas entidades
federativas que participaron en el Festival Letras del Pacífico 2017. Ambos
eventos organizados por la Universidad Autónoma de Nayarit.
Le oímos: “Muy cerca de mi
ocaso yo te bendigo, vida/porque nunca me diste ni trabajos injustos ni pena
inmerecida”…oración de Nervo que en la voz del poeta ilumina otros detalles a
los cuales asirse. Ricardo Yáñez dijo y todavía sigue diciendo: “La palabra nombra. La poesía nombra el nombrar” “¿Qué es la
felicidad sino una sombra que a veces ilumina?”
Publicado en Nayarit Opina,
Tepic, Nayarit, junio 1 de 2017.
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