“La tierra
es la herencia de los mayores;
en ella
reposan los antepasados difuntos.
Ahí, en ese
espacio concreto,
se manifiestan en diversas formas
las fuerzas superiores;
ahí están
las entidades favorables y las maléficas,
a las que
hay que propiciar,
los sitios
sagrados, los peligros, las referencias”
Guillermo
Bonfil Batalla
¿Por qué ningún candidato se refiere a lo indio?
Lo indígena sigue considerándose un asunto menor como si fuera una piedra en el
zapato o una mercancía por explorar. O se les ve como problema o como producto
de exportación. Por eso, el asesinato de los hermanos Miguel y Agustín Vázquez
Torres se convierte en un asunto que se deberá volver papel lo más pronto
posible.
Se está asesinando a los intelectuales y líderes
de los pueblos indios.
Por eso, tampoco hay democracia cuando asesinan
a los líderes indígenas que reclaman tierras. No importa si las tierras son de
Nayarit o de Jalisco o de Zacatecas. Para los wixaritari el territorio no tiene
fronteras o no tiene las fronteras que las escrituras mestizas determinan. Para
el pueblo wixaritari la frontera oriente es Wirikuta, la poniente es HaraMara,
la norte es Rapawilleme. Otra manera de entender el territorio, la tierra y el
mundo próximo y distante.
Miguel Vázquez se había distinguido por su
pertenencia al Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta, en el cual
formaba parte de la mesa jurídica. Tuvo que estudiar el derecho mestizo para
entender cómo debía defender los derechos de los indios presentes y de los
futuros. Además fue parte fundamental en la creación de la Preparatoria
Bicultura de la Universidad de Guadalaja, un proyecto largamente incubado y
negado por sucesivas administraciones.
Miguel Vázquez era profesor de educación básica.
Los profesores se vuelven los intelectuales indígenas porque tienen la
distancia suficiente para tomar conciencia de quien son. Por eso, su identidad
india es lo primero con que se enfrentan, lo que llevan por delante y lo que
les permite atreverse a convocar lo comunitario. Lejos están de perseguir sólo
un bienestar individual sino que en los wixárikas es más importante la
identidad colectiva, el compromiso generacional que la comodidad individual.
Hace unos cinco años, en la
pista de Tuxpan de Bolaños una mujer indígena nos alcanzó. Nos preguntó si
éramos maestras de la Universidad de Tepic. Le dijimos que sí. Entonces ella,
una mujer de la tradición, encerrada en la serranía del Nayarit-Jalisco, nos pidió
le avisáramos cuándo empezaran las inscripciones para la preparatoria. Su hija
estaba a punto de terminar la secundaria y ella quería que se fuera a la ciudad
a continuar la preparatoria.
La ciudad, ese sitio
inalcanzable desde la ruralidad indígena donde fluye el tiempo y su latido
indiferente.
Es más fácil comunicarse a
Nueva York que a la Sierra del Nayarit. Por eso, establecer una preparatoria
bicultural no es solamente la posibilidad de que las jóvenes tengan la oportunidad
de continuar los estudios, sino que marca la diferencia entre quedarse atrapada
en el destino asignado por el cuerpo-tradición o transitar por el mundo de otra
manera. La mujer wixárika lo sabía.
Asesinaron a dos líderes
indígenas por ser líderes. Todo se desmorona: las reglas de la democracia, el
espejo en que nos vemos todos los días. Se congela el rostro de los candidatos
en su permanente bla bla bla, en su insistencia de ser los mejores. En su desesperación
por maquillarse con el poder.
Vuelvo el rostro. Somos
apenas ese desierto donde dejamos los gritos.
Los líderes indígenas están
siendo asesinados por reclamar sus derechos. Esto, no puede ser democracia.
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