Un
soldado en cada hijo te dio
Himno Nacional Mexicano
A esta hora algún hombre muere sin que
le toque morir. No muere de enfermedad, no muere de vejez. Es la sombra de una
gran ala que alcanza a los hombres. Se les llama justicieros o sicarios o
policías o miembros de bandas o integrantes de pandillas o miembros del ejército o de la marina. No son
hombres en campos de batalla, no son jóvenes buscando saltar las cataratas del
Niágara. No son exploradores ni científicos sometidos a experimentos
peligrosos. Son hombres cumpliendo su masculinidad.
Porque es la masculinidad la que es
letal. En el mandato de la masculinidad, el uso de la violencia es inherente a
la identidad de los hombres. Se trata de una violencia que se ejerce como
espectáculo ante los propios hombres como signo de pertenencia al grupo y
también como muestra de poderío ante otros hombres, mujeres y niños. Los que
mueren hoy son los jóvenes expulsados de la política, sin reales oportunidades para plantearse un presente
por eso son secuestrados por los imaginarios de ser alguien en el presente intenso (Valenzuela).
¿Qué provoca en ti y en mí, oír a la
sirena de la ambulancia o de la patrulla a cualquier hora? La primera vez que
la escuchamos guardamos silencio y la abuela se persignó por la persona
sufriente. Después, el ulular se repite y ya nadie guarda silencio ni ninguna
persona ora por alguien herido. Se ha construido un callo social por la mera
repetición de los muertos, por la introducción en el tiempo cotidiano del
tiempo de la muerte. Las noticias dejan de serlo para conformar una normalidad de
hombres asesinados en las calles, en los quicios de las puertas, en la mesa del
restaurant. No tienen nombre, no tienen rostro, no tienen historia, se les ha
socavado en el exterminio.
El mandato de violencia de masculinidad
les socaba su singularidad porque la muerte los reduce a cuerpos muertos. Dejan
de ser ciudadanos, cristianos, mexicanos, padres, hijos, futbolistas, novios,
vecinos, para pasar a la categoría de cuerpos. Porque quien muere deja de ser
lo que era para convertirse en un cuerpo. Se le arrebata del contexto político,
social, relacional en que se encontraba para ser aniquilada su presencia y
volverlo residuo o desecho.
La era de hombricidios que vemos hoy, arrebata a los hombres su identidad para exterminarlos. Semejante a la política
del Estado nazi para quien no había seres humanos, sino números, el poder se expone
en los muertos que ahora se exhiben cuerpos en el escenario del poder.
El 98% del poder mundial está en manos
de los hombres. El 68% de los puestos científicos en el mundo están ocupados
por hombres. Los hombres disponen de ejércitos para matar a otros hombres. El
100% del poder religioso es ejercido por hombres. 8 hombres concentran la mitad
de la riqueza mundial. En el panorama global del poder, de la desigualdad, de
la injusticia, está la preeminencia de las masculinidades como un poder letal.
No sólo se trata de masculinidades que provocan muertes de hombres, sino que se
trata de la masculinidad que sólo puede operar concentrando poder, conocimiento,
dioses, armas, subyugar a las mujeres, envenenar la naturaleza, destruir
comunidades.
Es necesario, es urgente, es imperioso
que haya otra forma de ser hombre que no sea ni Caín, ni Zeus, ni Hitler, ni
Capitán América. Que ningún hijo tenga como destino ser soldado, ni matar ni
morir.
Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina,
Tepic, Nayarit marzo 20 de 2018