Nuestra vida política descansa en la presunción
de que podemos producir la igualdad a través de la
organización,
porque se puede actuar en un mundo común,
cambiarlo y construirlo,
junto con sus iguales y sólo con sus iguales.
Hanna
Arendt.
Queremos banderas blancas para la democracia
mexicana. Queremos que en los procesos electorales se respeten los derechos de
quienes sufragan el voto. Queremos que las autoridades hagan posible la
expresión libre de la ciudadanía. Queremos que los grupos políticos se comporte
con la madurez cívica para aceptar las decisiones que sean tomadas por la
mayoría.
Entendemos que la democracia necesita la
confianza de los electores. Que los electores necesitan confiar en las
instituciones. Entonces, ¿por dónde empezamos? ¿la ciudadanía da el voto a las
instituciones o las instituciones respaldan a la ciudadanía? Estamos atrapados
en una encrucijada donde a través del proceso electoral se envía nuevos mensajes a la clase
política de este país, precisamente a partir de la desconfianza.
La democracia requiere una ciudadanía fuerte,
informada y organizada como condición para el ejercicio de los derechos
humanos, la vigilancia de las autoridades constituidas y la observación de
quienes actúan en la vida pública.
Hemos sido una ciudadanía cuyo reflector se
agota en el momento de depositar el voto.
¿Por qué México necesita cambiar? Porque se
han afinado los mecanismos de la democracia política, pero ha quedado intacta
la desigualdad social o más bien dicho, se ha profundizado el abismo entre
quienes son pobres y quienes son ricos. La igualdad abstracta que parte de la
igualdad formal dentro de la desigualdad real no construye sociedades de paz, sino
que siembra el conflicto estructural de la violencia. La paz es una
consecuencia de un orden justo, la ausencia de violencia no es la violencia de
los individuos entre sí, sino la violencia estructural que expulsa a grupos
enteros a la orilla social.
No podemos aspirar sólo a democracia electoral,
se requiere democracia económica, porque las elecciones no es un fin en sí
mismo sino que es la posibilidad de discutir entre todas y todos, el tipo de
país que queremos para que la población pueda tener capacidades para desplegar
todo lo humano posible.
Hoy México está hablando. Tiene voto, pero
sobre todo tiene voz, tiene palabras. Ha encontrado el tono en el que quiere
ser escuchado y esa voz y esas palabras están diciendo con toda claridad, el
cambio. Queremos vivir en paz, dentro de un orden justo donde todas y todos
tengamos cabida. Donde se castigue la corrupción y el enriquecimiento cínico.
Queremos que este ejercicio ciudadano del
primero de julio sea alzar las banderas blancas para la democracia: conjuntar
los esfuerzos para trabajar en pos de otra realidad posible. Y sí, queremos que
gane México.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Enviado a Nayarit
Opina, Tepic, Nayarit, 26 de junio de 2018