En la vida
tienes unos cuantos sitios,
o quizá uno solo, donde ocurrió algo;
y después
están todos los demás sitios.
Alice Munro. Demasiada
felicidad
O
más bien dicho, es una convención. Diversas culturas han celebrado los
finales/inicios de año en fechas diversas, las más señaladas han sido los
solsticios, sobre todo, el solsticio de invierno en el hemisferio norte. Se
trata de marcadores calendáricos vinculados a la agricultura y desde luego,
anclados al sol. En 1582, el calendario gregoriano marcó el inicio del año el
uno de enero, en honor a Jano, dios romano cuyas dos caras veían al pasado y al
futuro.
El
fin del año nos sirve para hacernos la ilusión de que nos quitamos la piel
vieja del año que termina y renovamos lo que queremos ser para el siguiente. En
medio de la fiesta, los regalos y el ambiente de tribu de la celebración, queda
el eco de lo que fue para dar la bienvenida a lo que vendrá. Es, ciertamente
una ilusión porque el tiempo pasa inexorablemente, llevemos la cuenta de los
días o no, sin embargo para nosotras, atravesadas por el tiempo, la cuenta es
el modo que tenemos de desaparecer porque lo único que nos separa de la muerte,
es el tiempo.
Vivimos
la vida en etapas sucesivas, pero la vida realmente vivida es la de los
instantes. El instante escapa al tiempo porque es un absoluto. Ese es el caso
del rapto poético que escapa del tiempo para instalarse en otro lugar. En la
poesía no hay tiempo empírico, por ello, no está en el tiempo. A nosotras, en
cambio, nos atrapan los cumpleaños, los currrículum, las edades, las celebraciones
y así vamos contando lo que nos sucedió como si ello congelara el pasado, que
ya no existe, en aras de un futuro que tampoco es.
¿Por
qué el 31 de diciembre hacemos el recuento y no el 13 de agosto o el 5 de marzo?
Es cierto, son convenciones con esquemas muy antiguos a los que fuimos arrojadas.
Las fechas ya estaban aquí cuando nacimos, ya estaban aquí las celebraciones
con su carga de mandato, de circularidad, de rito. Adoramos a dioses solares
cuya vuelta anual nos recuerda lo que inicia para morir.
Somos
una sucesión de presentes, porque el presente es lo único que habitamos. Los minutos
nos atrapan para cumplir los paisajes, completar el amanecer, dar cuenta cabal
de las olas sobre las olas. Es en este momento, en mí misma, donde ocurre el
presente. Ahí está mientras tenga mis sentidos para apresarlo, mis afectos para
sentirlo y a todas las personas de mi cercanía para dar cuenta de esta aventura
de la vida en la que estamos. Si tienes la fortuna de que alguien se alegre al
verte, si tienes la dicha de abrazar a alguien, entonces, celebra el inicio del año, no importa que sea
4 de octubre o 1 de enero.
Celebramos
el resplandor del día que está siendo.
Publicado
en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 13 de enero de 2020.
Socióloga,
Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Muy querida Lourdes, yo le abrazo con amor. Gracias siempre. Me atrapa y yo le respondo con un asombro, una lágrima, un instante que alento con el anhelo de prolongar la esencia de sus palabras que reconforma mi psique y corazón.
ResponderEliminarHermoso!! Disfrutemos el resplandor de hoy.
ResponderEliminarMuy bien dicho, Estimada Lourdes, el Presente aquí y ahora, es lo que habitámos algunos en conciencia( despiertos)...y otros en inconciencia ( dormidos)..pero al fin el presente es donde suceden todas nuestras experiencias que pasan a formar nuestro futuro y archivamos el pasado...Saludos y Feliz Año, con Saluz y Animo para seguir adelante....Abrazo...
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