lunes, 27 de enero de 2020

Machu Picchu: tocar el cielo

Para Xóchitl, Rocío, Greyse, Elena y Eugenia, por sus andares.

Madre de piedra, espuma de los cóndores.
Alto arrecife de la aurora humana
Pala perdida en la primera arena.

Esta fue la morada, éste es el sitio:
aquí los anchos granos del maíz ascendieron
y bajaron de nuevo como granizo rojo.

Pablo Neruda. Machu Picchu

Puedes ir a Machu Picchu a encontrar la ciudad perdida de los incas, te puedes perder en los laberintos de los caminos a través de las cúspides de las montañas por donde pasaron los habitantes de las nubes, puedes seguir el cauce salvaje del río rompiendo las rocas del deslave o puedes tocar el cielo.

Llegamos donde un viento límpido abre los orígenes de la existencia humana. Frío, vertiginoso, nos arrojaba los muros coronados por piedras donde otros sueños tuvieron su extensión. No son las cúpulas de las catedrales católicas con sus dioses sangrantes, pero otros dioses se anuncian en esta ciudad en medio de la selva amazónica.  Los pináculos de las techumbres aún destellan en su pátina de piedra. 

¿Qué mujeres, qué hombres vivieron aquí? ¿Quién hizo de esta montaña el lugar secreto donde ocurriera la vida? Venimos para ver piedra sobre piedra y en el transcurso, el valle, la cúspide, el río nos atrapan para iluminar las orillas de las vidas que traemos. Las de aquí y las de allá te nombramos en lenguas mientras una fuerza inmensa se agita muy cerca. 

La aurora deslinda al mundo, ilumina el círculo del tiempo en que existes.

Hoy te cercan múltiples pisadas, miradas del mundo en que vivimos tratan de traer tu luz del fondo. Solo los cantos de los mismos pájaros o sus descendientes, surcan el viento. 

Todo es piedra, todo es cúspide, todo es viento. Y más arriba de nosotras, el cielo, el viento, la luna, cumplen su ceremonia de girar, de alumbrar, de acariciar las heridas por donde entras.

El murmullo de tu secreto rueda río abajo ante oídos que no escuchan. Es posible que la fuerza inmensa de la montaña sea un punzón para vencer los párpados. Miramos nuestra propia piel visible, mientras tú revelas un origen inasible. Nos perdemos en el vuelo del cóndor, en la ternura de la llama que nos mira, en la escala dulce de las hojas de coca. Acaricias nuestras frentes que viven y sufren. Somos alcanzadas por tu presencia silenciosa, reveladas a ti como peregrinas de fe. 

Es posible, Machu Picchu, que estés aquí para tocar el cielo.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 27 de enero de  2020.

2 comentarios:

  1. Gracias, un placer las maravillas del mundo. Viva la vida

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  2. Hermosa amistad la que da poesía. Eres inmensa Lourdes. Recibe mi cariño.

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