Ya tengáis miedo o no lo tengáis,
pagad en la limosnera y dadle
al ciego una buena palabra,
para que sostenga a la osa de la correa.
Y sazonad bien los corderos.
Podría ser que esta osa
se soltara, no amenazara ya más
y corriera tras todas las piñas caídas
de los abetos grandes y alados
que cayeron del paraíso.
Ingeborg Bachmann. Invocación a la Osa Mayor
Si has experimentado desazón, incomodidad creciente, falta de aire para respirar, entonces has tenido un momento de ansiedad. No recuerdo cuándo fue la primera vez que la experimenté porque a veces la confundimos con otras emociones, una de ellas es el nerviosismo. Sin embargo, la ansiedad es perfectamente distinguible por el peso que se siente en el pecho, dificultades para dormir, problemas para concentrarse y un desorden generalizado en el cuerpo, entre las más reconocibles.
Cada quien tiene umbrales diferentes para la ansiedad. En ocasiones, las obras de arte, las películas, nos introducen a esa emoción; incluso la música. Esto ocurre porque la forma que tenemos de procesar las historias que vemos, los gestos de los demás, los acontecimientos, hacen que lo relacionemos con nuestra vida. La imaginación se desata al suponer lo que pasaría en nuestras propias realidades como si nos sucediera o fuera a suceder. Por ejemplo, actualmente sería poco probable que vuelva a leer Ricardo III de Shakespeare, mucho menos verla en teatro o cine; recuerdo la perturbación que me causó este personaje que da muerte a toda la descendencia de su hermano hasta que logra ser coronado Rey. Otras obras del mismo autor, también son muy sangrientas, sin embargo, ésta en particular, me introduce a la angustia.
Munch tiene una pintura que se llama “Ansiedad”, a diferencia de “El Grito”, en esta pintura se refleja la angustia colectiva ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial. En la obra, una mujer está al frente, con los brazos apretándose el cuello. Los rostros de los personajes que están detrás de ella, se pierden paulatinamente a medida que el foco se aleja. Las figuras bordean un abismo y lejos, muy lejos, se ve el mar rodeado de llamas.
Si bien el cuadro se refiera a los momentos de inicio de la Guerra, puede ser relacionado con cualquier acontecimiento que trastoque la cotidianidad, como ocurre con el covid-19.
Por ello, la angustia puede ser el sentimiento más generalizado en tiempos de la pandemia. Estudiantes con quienes interactúo, colegas, amigas y familiares, hablan de escenas de angustia en diversos momentos del confinamiento. El covid-19 se ha convertido en un acontecimiento que no sólo irrumpe el ritmo económico del mundo, sino que introduce a los seres humanos en emociones que pueden experimentarse de manera colectiva, como la angustia. Basta leer el detalle del proceso de intubación de las personas que requieren respiración artificial, para darnos cuenta de la ansiedad que provoca la solución médica.
Ante la angustia, cada quien reacciona de manera diversa, ello depende de los apoyos emocionales que se tengan en el confinamiento, la seguridad en el trabajo, el establecimiento de nuevos ritmos de vida, la socialización con quienes viven con nosotros, la apertura de nuevos contactos a distancia, el horizonte de esperanza dentro de la ciencia, la religión, el arte o la meditación.
El mundo angustiado. Tal vez este tiempo pueda ser denominado de angustia mundial, porque la ansiedad ha permeado las relaciones sociales con su carga de preludio de un desastre familiar. Por ello debemos preguntarnos ¿cómo la angustia impactará en las nuevas relaciones después de la pandemia, en caso de que exista un “después” y que sobrevivamos?
He escuchado relatos de quienes fantasean con irse a vivir al campo, a una vida sencilla, basada en sembrar y recolectar frutos para ver pasar la vida, como una solución ante la banalidad de la competencia por empleos, poder, ingresos, grados académicos, premios. También, atrincheramientos detrás del tipo de vida que se llevaba, esperando que, simplemente, el covid 19, pase. He visto multitud de videos donde las personas piensan que serán mejores en el futuro, puesto que el covid es una prueba para la humanidad. En esas posturas, es la angustia la que permea las actitudes que se toman; en el primer caso, se reconoce la ansiedad, en el segundo, se trata de meterla a un cajón para dejar que pase la ola sobre nuestra cabeza y en la tercera, se alude a una visión ilusoria de la condición humana centrada en que podemos ser bondadosos de la noche a la mañana, convertirnos en lo que no hemos sido, ver por el bienestar próximo y por la restauración de la naturaleza.
¿Cómo trata cada quien su propia angustia? ¿Cómo la tratamos en colectivo? Yo leo literatura, sobre todo, poesía. Escucho música, Tchaikovsy es dulce y Bethoveen siempre me pone de buen humor, tal vez porque me imagino a este necio obsesivo en su Sinfonía de la Amistad, de la Vida; también, desde luego, la música mexicana como Granito de sal. Si algo puedo recomendar, es el horizonte de esperanza que nos da el arte en sus diversas manifestaciones. Aquí dejo un poema de Rosario Castellanos titulado “Piedra”.
La piedra no se mueve.
En su lugar exacto
permanece.
Su fealdad está allí,
en medio del camino
donde todos tropiecen
y es, como el corazón que no se entrega
volumen de la muerte.
Sólo el que ve se goza con el orden
que la piedra sostiene.
Sólo en el ojo puro del que ve
su ser se justifica y resplandece.
Sólo la boca del que ve la alaba.
Ella no entiende nada. Y obedece.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, junio 30 de 2020.