martes, 26 de enero de 2021

Acciones colectivas y movimientos sociales en Nayarit

Es muy importante que estas luchas 

mantengan la distancia crítica suficiente

 para preservar su autonomía 

a fin de avanzar hacia la consolidación

 de una sociedad civil organizada en la entidad…

 

Carlos Rea y Jesús Madera

 ¿Cuándo la población se moviliza? ¿qué hace falta para que las personas dejen la comodidad de una vida rutinaria para participar en reuniones y realizar acciones para cambiar la cotidianidad? Se pueden identificar, al menos cuatro factores: el primero tiene que ver con la percepción de injusticia, el segundo con la posibilidad de cambiar el estado de cosas, el tercero con la voluntad de realizarlo y el cuarto y muy importante, el encuentro con otras personas que tengan las mismas condiciones y sean capaces de organizar una agenda. Ninguno de los elementos, por sí solo, daría por resultado generar un movimiento social, porque es cierto, percibimos diversas injusticias; sin embargo, ello no nos lleva a movilizarnos. Necesitamos la conciencia, la teoría, el grupo y la agenda.

 

Las acciones colectivas se han convertido en la característica de la expresión de la población ante las injusticias del poder, sean ciertas o no; lo que importa es la percepción de la población sobre la injusticia. En el libro “Acciones colectivas y movimientos sociales en Nayarit”, coordinado por Carlos Rea y Jesús Madera (Juan Pablos Editores/Universidad Autónoma de Nayarit, 2020) se documentan distintas acciones y movimientos ocurridos a principios del siglo XXI en esta Entidad del Occidente de México llamada Nayarit. 

 

El libro da cuenta de movimientos urbano-juveniles a la luz de la ciberpolítíca, la forma como se realizan redes de colaboración para lograr una urdimbre capaz de continuar durante un buen lapso de tiempo; acciones indígenas como parte de una contrahegemonía mestiza. También da cuenta de movimientos campesinos cuya genealogía parte del siglo XX anclada en la lucha por la tierra, pero que posteriormente, se mueven hacia la reivindicación de demandas de apoyo a la producción. 

 

Una característica común de los movimientos estudiados es que no se trata de movimientos antisistema, sino de inconformidades ante las injusticias del sistema. Quizá eso sea lo particular de las acciones colectivas y los movimientos sociales del siglo XXI, documentadas en el libro: la denuncia de lo injusto, la queja ante el piso no parejo, la necesidad de que los ideales de igualdad, de seguridad, de oportunidad se extiendan a todos. Ejemplo de ello es el movimiento indígena: la juventud de los pueblos de la Sierra del Álica, plantea reivindicaciones educativas, lo cual es justo y pertinente, puesto que el acceso a la educación ocurre con grandes déficits. Ello ha ocasionado, por consecuencia, dificultades para ingresar a la universidad, derecho vedado a la población indígena debido a las condiciones de desventaja que portan. Ante ello, la juventud indígena se organiza para ingresar a la educación superior como demanda clave de su agenda. Como se observa, lo que pretenden es ingresar, no cambiar la educación mestizofílica que reciben. 

 

Quizá los movimientos antisistema se puedan radicar en la resistencia ante el establecimiento de macroproyectos territoriales, como las Presas Hidroeléctricas sobre el Río San Pedro y el establecimiento de las plantas geotérminas en el sur del Estado, alrededor del Eje Neovolcánico que atraviesa la Entidad. Ello, porque los proyectos económicos que sustentan tales proyectos se guían por la ganancia, dejando de lado los efectos ecológicos, humanos y culturales. Es, precisamente, cuando se atenta contra la identidad cultural y la sobrevivencia económica, cuando los movimientos sociales toman fuerza al ser capaces de articular acciones de descontento en un movimiento y de vincular a organizaciones y actores en demandas precisas.  

 

Los textos son académicos, lo que significa que usted encontrará referencias bibliográficas, discusiones al interior de teorías, pero también encontrará voces de protagonistas de los movimientos sociales.  Participan académicas y académicos en cada uno de los capítulos, lo que hace atractiva la lectura por la diversidad de enfoques (Kenia Casillas, Juan Guzmán, Marcela Rábago, Lucía Pérez, América Becerra, Jonhatan Galván, José Cabezud, Marina Rentería, Deida Álvarez, José Luis Quintero, Eduardo Mejía, Karla Rivera y Olivia Garrafa).

 

El libro viene a llenar un vacío en la documentación de las acciones colectivas, por lo que esperamos una segunda parte en cuanto avance el siglo. Ahí, seguramente, tendrá que incorporarse el estudio de acciones colectivas que han conmovido a la sociedad y que, por sus características, son invisibles para una academia acostumbrada a categorías establecidas: son acciones desde otro lugar, me refiero a la lucha de las mujeres en contra de la violencia feminicida; el malestar estudiantil referente a los climas sexistas en las universidades; la búsqueda de familiares desaparecidos; los movimientos lésbicos-gay y de la diversidad LGBT+; la adopción por parte de parejas igualitarias y, sobre todo, la gran lucha que atraviesa el mundo referente a los derechos reproductivos de las mujeres, la aprobación del aborto legal, entre otros.  Movimientos que ni son históricos (en la Historia con mayúsculas) ni tienen grandes referentes teóricos, pero que están cambiando el mapa de las acciones colectivas contemporáneas y que, sobre todo, transforman los imaginarios para vivir.

 

Es cierto, los movimientos y acciones colectivas ya no tienen utopías en el horizonte, lo que buscan es un mundo menos injusto, pero con ello, muestran la capacidad de hacer avanzar las relaciones políticas y las sociales, hacia otro lugar. Y eso, en sí mismo, es una utopía. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 26 de enero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

martes, 19 de enero de 2021

Corporativismo universitario: el niño que pone el coco…y luego le tiene miedo

Al niño que pone el coco 

y luego le tiene miedo

 

Sor Juana Inés de la Cruz. Redondillas

 

El corporativismo ha sido parte del funcionamiento del sistema político mexicano surgido de la revolución mexicana. El Estado, a través del Partido Revolucionario Institucional (PRI) corporativizó, prácticamente, toda la vida laboral mexicana: los campesinos fueron agrupados en la Confederación Nacional Campesina (CNC), los obreros en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), los profesionistas en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP); los que se convirtieron en pilares del partido. Fuera de ello, también fueron corporativizado el magisterio, los artistas, cantantes, etc. 

 

En las universidades públicas, el ejemplo de gobernar a través de corporaciones dio lugar al corporativismo universitario. Desde la UNAM, hasta las universidades pequeñas de las Entidades Federativas, surgió, en la década de los ochenta del siglo XX, aproximadamente, un sindicalismo amparado en la reforma al artículo 123 Constitucional que reconoció al profesorado universitario como un tipo de “trabajadores”, y, por lo tanto, le asistía el derecho a la sindicalización, la huelga y todos los derechos correspondientes.

 

La reforma política del Estado mexicano tuvo como una de sus premisas terminar con las corporaciones que le habían sido útiles en la época del ascenso y centralización del poder. Sin embargo, en las universidades estatales, la historia ha sido de otra manera y retrasada, tal vez porque todavía no alcanza la reforma política a las universidades. Debe señalarse que al interior de las Instituciones de Educación Superior (IES) la corporativización inició con el sector estudiantil, puesto que la rebeldía juvenil tenía que ser encauzada hacia los fines del poder universitario como un ensayo del corporativismo estatal al que estaría destinada la subordinación juvenil en la edad adulta y, para evitar otros movimientos juveniles como el de 1968. 

 

En la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), donde trabajo, el corporativismo fue parte de la fundación de la universidad: la Federación de Estudiantes de la Universidad (FEUN) se convirtió en FEUAN al adquirir la autonomía en 1975. La FECUN (Federación de Catedráticos) dio lugar al Sindicato de Personal Académico (SPAUAN). En un principio no existía sindicato de personal administrativo, porque la universidad nació como institución estatal, de ahí que los trabajadores pertenecieran al sindicato de empleados y trabajadores al servicio del Estado (SUTSEN). Ello cambió en 1976, después de haber sido otorgada la autonomía. Entonces se corporizaron en el SETUAN.

 

El poder de las corporaciones creció al ritmo que crecía la Universidad. Los líderes de la Federación de Estudiantes Universitarios han tenido plaza académica asegurada en la universidad sin hacer concurso de oposición, ni ser estudiantes destacados o siquiera haber terminado su carrera. El cargo los ha impulsado para ser presidentes municipales, diputados, y en una ocasión, ¡un líder de la FEUAN fue candidato federal suplente desde el propio cargo de líder estudiantil! Es claro que el corporativismo universitario juvenil es parte del entramado del poder corporativo en el país, escuela de cuadros del partido hegemónico en ese momento. Una pregunta obligada aquí es ¿de dónde salieron los recursos para la campaña federal?

 

Algo similar ocurre con la corporativización de los trabajadores administrativos y académicos. También sus historias se engarzan con el poder político externo a la universidad, por lo que sus titulares han sido actores prominentes de la política en presidencias municipales y diputaciones locales. Este híbrido del poder externo con el interno ha provocado liderazgos con fuerza sobre los rectores, quienes se ven obligados a respetar un poder de facto al interior de las universidades, cuyas redes se extienden fuera de ella. En este híbrido, las corporaciones han secuestrado el poder de las universidades, al grado de tener una influencia decisiva en la sucesión rectoral, en el nombramiento del funcionariado central, en la asignación de plazas académicas y administrativas. Todo ello, conforma liderazgos corporativos fuertes, prácticamente indestructibles desde dentro.

 

El clientelismo fue la pieza central puesto que el ingreso a trabajar, la asignación de plazas, los permisos, promociones laborales, becas, etc., fueron cedidos por la administración central a las corporaciones, en un proceso de espejismo donde las rectorías ceden parte de sus funciones a las corporaciones; las corporaciones adquieren poder y sostienen a las rectorías. Prueba de ello es la gran etapa donde los sindicatos deciden quien entra a la universidad a partir de fidelidades sindicales, la venta y herencia de plazas, al margen de reglamentos y normatividades. El poder de los dirigentes se perpetúa en una democracia sin democracia puesto que la renovación de las dirigencias de la FEUAN y de los sindicatos, ocurre sin oponentes; lo cual hace nugatoria, en la práctica, la democracia interna. Los líderes van solos en las elecciones en un performance digno del teatro bizarro: una vez que se anularon las condiciones de competencia al interior de la universidad. Los líderes se quedan permanentemente en las dirigencias o, cuando son renovados, el proceso es de designación, dentro de una simulación de elección. 

 

Este círculo de alianzas entre las agrupaciones políticas, también abrió la caja de las finanzas a las corporaciones, por virtud de lo cual, han tenido acceso no solamente a plazas académicas y administrativas, sino a recursos que el resto de integrantes de las universidades no tenemos. Si se comparan las fortunas personales y familiares de los líderes de las corporaciones con cualquier miembro del profesorado con doctorado, antigüedad, becas, etc., el patrimonio del segundo será infinitamente inferior al patrimonio de los primeros, en cuanto bienes muebles, cuentas de banco, empresas de las que son propietarios por sí o por terceras personas; vehículos, lugares donde vacacionan, etc. 

 

Las corporaciones fueron creadas desde el poder en una etapa en que se gobernaba con ellas: le funcionaba, era útil: después vio crecer ese poder de manera desmesurada con pocas acciones para limitarlo o disminuirlo. Las universidades, cuyo poder se creo a imagen y semejanza del Estado, debieron deshacerse de esas corporaciones en algún momento, pero, la fuerza real de los rectores era débil puesto que derivaba de las propias corporaciones; de ahí que no emprendieron su desaparición. Quizá algún rector lo pensó, pero no contó con las posibilidades, la voluntad y apoyos para llevarlo a cabo. También, prefirieron beneficiarse del apoyo corporativo para mantener cierta posibilidad de gobierno en calma y, en más de una ocasión, para beneficiarse de las propias corporaciones para que el rector en turno avanzara en su propia carrera política.  

 

El corporativismo universitario es un monstruo que asusta porque, como dice Sor Juana, el niño pone el coco y luego le tiene miedo. Hoy el corporativismo universitario puede ser debilitado ante la persecución judicial de sus líderes. Es, de nueva cuenta, el poder externo, quien extiende el brazo para poner fin a un estado de cosas que, desde el interior de la universidad, se debió realizar. Por ello, no se trata solo de la caída de líderes por la vía del encarcelamiento, sino que significa la marca del fin de un ciclo. 

 

Tenemos que organizar la gobernanza universitaria basada en otras reglas.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 19 de enero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

jueves, 14 de enero de 2021

Trump: la tentación totalitaria


 Imposible conocer el alma, los sentimientos y el pensamiento

 de ningún hombre hasta que no se le haya visto  

                                                                        en la aplicación de las leyes y en el ejercicio del poder.            

                                                                                                                                           Sófocles. Antígona 

La transición pacífica entre un gobierno y otro es, quizá, el mejor logro de las democracias, resultado de la decisión de los grupos políticos al participar en elecciones en las cuales pueden ganar o perder. Por ello, la transición democrática es una señal de la propia democracia y se considera uno de los grandes logros del siglo XX de las sociedades occidentales. Cualquier intento de no reconocer los resultados de las elecciones, dentro de las normas establecidas, se considera asalto a la democracia.

 

Gran parte de la estabilidad de los sistemas de gobierno y del planeta en su conjunto, se basa en esta línea de continuidad en la sucesión, ya sea que el relevo ocurra dentro de un mismo partido o de partidos diversos. En cualquier caso, lo que importa es la transición, donde quienes pierden, aceptan la derrota y los que ganan, transformarán la contienda, en gobierno para todos y todas. 

 

En las democracias, quienes pierden tienen que saber que podrán ganar en la siguiente elección, puesto que de lo que se trata, es que ningún partido sea vencedor o vencido permanentemente. Cuando eso ocurre, debemos sospechar de las reglas. Seguir perseverando dentro de la competencia política es el horizonte que permite avanzar a los diversos partidos. 

 

Estados Unidos se convirtió en el ejemplo de democracia y, por lo tanto, se atribuyó ser su vigilante en América Latina, Asia y África. Sus reglas de cómo debía ocurrir la sucesión gubernamental le permitieron, de manera ilegal, intervenir en diversos países, pues los EU calificaban qué era democrático y qué no. Actualmente, en su propio proceso de transición del 2021 se enfrentan a un intento de totalitarismo desde el poder. 

 

Una democracia como la de EU no se tambalea fácilmente; sin embargo, el intento totalitario de Trump de seguir en la presidencia de manera legal o ilegal, ha mostrado una fisura por la cual se puede empezar a resquebrajar la confianza en la democracia norteamericana. Los seguidores de Trump, energizados por los mensajes de devolverles el orgullo norteamericano y la grandeza, pueden desmoronar la democracia aún cuando los telones puedan permanecer. La democracia se vacía de contenido porque aún cuando los procesos electorales puedan ser intachables, uno de los contendientes apela la ilegitimidad del proceso mismo.

 

El discurso revanchista, blanco y misógino de Trump desbalancea la democracia. Revive sentimientos en una parte de la población, para quien el mensaje se convierte en un activador de su propio orgullo, de su propia dignidad. Son quienes perderían privilegios e impunidad. También, paradójicamente, Trump les otorga identidad a quienes no la tienen al interior de un sistema que lo más que puede ofrecerles para sentirse integrados son las ofertas de supermercados, los descuentos del 70%, donde se agota su bono democrático. 

 

Trump coloca la democracia de EU en un despeñadero. El sistema norteamericano tiene que activar todos los protocolos para contener el intento totalitario de un presidente, que como todos los que intentan permanecer en el poder, encuentra en la combinación de ira y violencia, sentimientos y armas; los instrumentos para movilizar el descontento y el odio. Tal vez eso anunciaba Trump desde un principio; como dice el tirano Creonte en “Antígona”, en el ejercicio del poder se muestra la verdadera personalidad de quien lo ejerce. También, Shakespeare escogía a los reyes para mostrar la miseria humana, sus límites.

 

Las democracias no solo deben permitir transiciones pacíficas, sino que también deben saber leer los tiempos para entrar a otros ámbitos donde los daños del capitalismo global han hecho estragos: el bienestar de la población a corto plazo, porque de lo contrario, los telones de la democracia, el teatro mismo y las entradas, no serán cambiados; serán destruidos por los que, quienes somos escolarizados, denominamos “hordas, turbas”. 

 

¿Así saldremos de la era democrática? ¿Será el siglo XXI el final de las democracias?

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de enero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

miércoles, 6 de enero de 2021

Sabrán que hemos llorado

  

La filosofía es un éxtasis fracasado por un desgarramiento. 

¿Qué fuerza es esa que la desgarra?


María Zambrano. Filosofía y Poesía

 

Mi nieta y mi nieto van de una casa a otra. Por la ventana del auto pasa el parque, la feria, la escuela cerrada, el río. Las nubes se vuelven rosas sobre la montaña que oculta el mar.  Ya no preguntan cuándo vamos a la playa ni cuándo pueden ver a sus amigas. Se dejan conducir entre las familias que hacemos cuarentena.  

 

Ven nuestra conciencia conmovida ante esta luz intensa que es el coronavirus. Su revelación nos muestra el dilema de la civilización como ninguna crisis la había mostrado: estamos aproximando nuestra especie al límite de la extinción por la soberbia de colocarnos en la cúspide. El modelo cultural europatriarcal derivado de la Ilustración, muestra la fisura que sostiene la pared. Nunca como ahora estamos viendo las orillas de las democracias entregadas a los extremismos corruptos, sanguinarios, nacionalistas; la excrecencia en que ha sido convertida la mayor parte de los siete mil millones de habitantes del planeta para quienes el progreso es una palabra vacía; la ciencia es un negocio; la ética, un traje para la sobrevivencia de los poderosos.

 

El progreso nos prometió bienestar y creímos que era sin límite. La comodidad inimaginada en siglos anteriores ha saqueado los ríos del futuro. Ha saqueado, también, la conciencia individualista con que se conformó el pensamiento de los últimos tres siglos. Solo existimos en sociedad, en comunidades, en interacciones. El coronavirus se pega a nuestro hálito para recordarnos la fragilidad. Si lo respiramos nos deja sin respiración; si lo inhalamos, nos absorbe la vida. Ahí, como un demonio minúsculo o un dios iracundo, empuja nuestro modo cultural, nuestros hábitos, nuestras ideas al abismo del basurero histórico.

 

El país más poderoso de la tierra se desfonda. Vemos a sus pobres en la calle sin asistencia médica; a su ideología de la grandeza, aflorar de las alcantarillas; a sus gobernantes, aferrarse a la violencia como el mejor argumento de la democracia. 

 

En el mundo entero nadie clama a dioses. Esperamos la solución desde nuestros rincones porque la amenaza no es a una república o a una tribu, sino al tipo de civilización que somos. No basta una vacuna para inmunizarnos, sino que necesitamos arribar a otras ideas de lo que somos, a nuevas éticas para abrirnos caminos que nos permitan salir de lo que éramos y llegar a lo que podremos ser como colectivo humano. Nada quedará intacto ya que la magnitud del desastre es directa al centro de lo que llamamos civilización. 

 

No hay esperanza desde fuera. Las soluciones provienen de nuestra capacidad de mirar desde una nueva vinculación entre la medicina, la tecnología, los mapas sentimentales, las solidaridades planetarias.

 

Hemos llorado a casi dos millones de muertos en el mundo. Sus nombres, sus caras arrebatadas al presente, se multiplican en quienes han enfermado, en quienes les han cuidado, en quienes les han enterrado. Hemos llorado a la hermana de alguien, al abuelo de alguien, a la esposa.

 

En la infancia de mis nietos entró el coronavirus para abrir una oquedad. ¿Cómo se crearán las subjetividades futuras a partir del abismo? En la tecnología se tendrá que crear una ética para lo existente que permita caminar a una generación marcada por el pasmo ante la muerte colectiva; por la espera de la solución proveniente de esta amalgama de ciencia-sentido humano. Puede ser que el viejo humanismo ilustrado sea la base para pensarnos y, como dice María Zambrano, la filosofía, ese éxtasis fracasado por un desgarramiento, junto con la poesía, nos alumbren a quienes caminamos casi a ciegas.

 

Ellas y ellos abrirán la grieta para encontrar otro lugar desde el cual dar sentido a la existencia de la tribu planetaria que somos porque sabrán que hemos llorado por todas nuestras muertas, por todos nuestros muertos, por las ideas que debemos saber abandonar.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 5 de enero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx