Es muy importante que estas luchas
mantengan la distancia crítica suficiente
para preservar su autonomía
a fin de avanzar hacia la consolidación
de una sociedad civil organizada en la entidad…
Carlos Rea y Jesús Madera
¿Cuándo la población se moviliza? ¿qué hace falta para que las personas dejen la comodidad de una vida rutinaria para participar en reuniones y realizar acciones para cambiar la cotidianidad? Se pueden identificar, al menos cuatro factores: el primero tiene que ver con la percepción de injusticia, el segundo con la posibilidad de cambiar el estado de cosas, el tercero con la voluntad de realizarlo y el cuarto y muy importante, el encuentro con otras personas que tengan las mismas condiciones y sean capaces de organizar una agenda. Ninguno de los elementos, por sí solo, daría por resultado generar un movimiento social, porque es cierto, percibimos diversas injusticias; sin embargo, ello no nos lleva a movilizarnos. Necesitamos la conciencia, la teoría, el grupo y la agenda.
Las acciones colectivas se han convertido en la característica de la expresión de la población ante las injusticias del poder, sean ciertas o no; lo que importa es la percepción de la población sobre la injusticia. En el libro “Acciones colectivas y movimientos sociales en Nayarit”, coordinado por Carlos Rea y Jesús Madera (Juan Pablos Editores/Universidad Autónoma de Nayarit, 2020) se documentan distintas acciones y movimientos ocurridos a principios del siglo XXI en esta Entidad del Occidente de México llamada Nayarit.
El libro da cuenta de movimientos urbano-juveniles a la luz de la ciberpolítíca, la forma como se realizan redes de colaboración para lograr una urdimbre capaz de continuar durante un buen lapso de tiempo; acciones indígenas como parte de una contrahegemonía mestiza. También da cuenta de movimientos campesinos cuya genealogía parte del siglo XX anclada en la lucha por la tierra, pero que posteriormente, se mueven hacia la reivindicación de demandas de apoyo a la producción.
Una característica común de los movimientos estudiados es que no se trata de movimientos antisistema, sino de inconformidades ante las injusticias del sistema. Quizá eso sea lo particular de las acciones colectivas y los movimientos sociales del siglo XXI, documentadas en el libro: la denuncia de lo injusto, la queja ante el piso no parejo, la necesidad de que los ideales de igualdad, de seguridad, de oportunidad se extiendan a todos. Ejemplo de ello es el movimiento indígena: la juventud de los pueblos de la Sierra del Álica, plantea reivindicaciones educativas, lo cual es justo y pertinente, puesto que el acceso a la educación ocurre con grandes déficits. Ello ha ocasionado, por consecuencia, dificultades para ingresar a la universidad, derecho vedado a la población indígena debido a las condiciones de desventaja que portan. Ante ello, la juventud indígena se organiza para ingresar a la educación superior como demanda clave de su agenda. Como se observa, lo que pretenden es ingresar, no cambiar la educación mestizofílica que reciben.
Quizá los movimientos antisistema se puedan radicar en la resistencia ante el establecimiento de macroproyectos territoriales, como las Presas Hidroeléctricas sobre el Río San Pedro y el establecimiento de las plantas geotérminas en el sur del Estado, alrededor del Eje Neovolcánico que atraviesa la Entidad. Ello, porque los proyectos económicos que sustentan tales proyectos se guían por la ganancia, dejando de lado los efectos ecológicos, humanos y culturales. Es, precisamente, cuando se atenta contra la identidad cultural y la sobrevivencia económica, cuando los movimientos sociales toman fuerza al ser capaces de articular acciones de descontento en un movimiento y de vincular a organizaciones y actores en demandas precisas.
Los textos son académicos, lo que significa que usted encontrará referencias bibliográficas, discusiones al interior de teorías, pero también encontrará voces de protagonistas de los movimientos sociales. Participan académicas y académicos en cada uno de los capítulos, lo que hace atractiva la lectura por la diversidad de enfoques (Kenia Casillas, Juan Guzmán, Marcela Rábago, Lucía Pérez, América Becerra, Jonhatan Galván, José Cabezud, Marina Rentería, Deida Álvarez, José Luis Quintero, Eduardo Mejía, Karla Rivera y Olivia Garrafa).
El libro viene a llenar un vacío en la documentación de las acciones colectivas, por lo que esperamos una segunda parte en cuanto avance el siglo. Ahí, seguramente, tendrá que incorporarse el estudio de acciones colectivas que han conmovido a la sociedad y que, por sus características, son invisibles para una academia acostumbrada a categorías establecidas: son acciones desde otro lugar, me refiero a la lucha de las mujeres en contra de la violencia feminicida; el malestar estudiantil referente a los climas sexistas en las universidades; la búsqueda de familiares desaparecidos; los movimientos lésbicos-gay y de la diversidad LGBT+; la adopción por parte de parejas igualitarias y, sobre todo, la gran lucha que atraviesa el mundo referente a los derechos reproductivos de las mujeres, la aprobación del aborto legal, entre otros. Movimientos que ni son históricos (en la Historia con mayúsculas) ni tienen grandes referentes teóricos, pero que están cambiando el mapa de las acciones colectivas contemporáneas y que, sobre todo, transforman los imaginarios para vivir.
Es cierto, los movimientos y acciones colectivas ya no tienen utopías en el horizonte, lo que buscan es un mundo menos injusto, pero con ello, muestran la capacidad de hacer avanzar las relaciones políticas y las sociales, hacia otro lugar. Y eso, en sí mismo, es una utopía.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 26 de enero de 2021.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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