Al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo
Sor Juana Inés de la Cruz. Redondillas
El corporativismo ha sido parte del funcionamiento del sistema político mexicano surgido de la revolución mexicana. El Estado, a través del Partido Revolucionario Institucional (PRI) corporativizó, prácticamente, toda la vida laboral mexicana: los campesinos fueron agrupados en la Confederación Nacional Campesina (CNC), los obreros en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), los profesionistas en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP); los que se convirtieron en pilares del partido. Fuera de ello, también fueron corporativizado el magisterio, los artistas, cantantes, etc.
En las universidades públicas, el ejemplo de gobernar a través de corporaciones dio lugar al corporativismo universitario. Desde la UNAM, hasta las universidades pequeñas de las Entidades Federativas, surgió, en la década de los ochenta del siglo XX, aproximadamente, un sindicalismo amparado en la reforma al artículo 123 Constitucional que reconoció al profesorado universitario como un tipo de “trabajadores”, y, por lo tanto, le asistía el derecho a la sindicalización, la huelga y todos los derechos correspondientes.
La reforma política del Estado mexicano tuvo como una de sus premisas terminar con las corporaciones que le habían sido útiles en la época del ascenso y centralización del poder. Sin embargo, en las universidades estatales, la historia ha sido de otra manera y retrasada, tal vez porque todavía no alcanza la reforma política a las universidades. Debe señalarse que al interior de las Instituciones de Educación Superior (IES) la corporativización inició con el sector estudiantil, puesto que la rebeldía juvenil tenía que ser encauzada hacia los fines del poder universitario como un ensayo del corporativismo estatal al que estaría destinada la subordinación juvenil en la edad adulta y, para evitar otros movimientos juveniles como el de 1968.
En la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), donde trabajo, el corporativismo fue parte de la fundación de la universidad: la Federación de Estudiantes de la Universidad (FEUN) se convirtió en FEUAN al adquirir la autonomía en 1975. La FECUN (Federación de Catedráticos) dio lugar al Sindicato de Personal Académico (SPAUAN). En un principio no existía sindicato de personal administrativo, porque la universidad nació como institución estatal, de ahí que los trabajadores pertenecieran al sindicato de empleados y trabajadores al servicio del Estado (SUTSEN). Ello cambió en 1976, después de haber sido otorgada la autonomía. Entonces se corporizaron en el SETUAN.
El poder de las corporaciones creció al ritmo que crecía la Universidad. Los líderes de la Federación de Estudiantes Universitarios han tenido plaza académica asegurada en la universidad sin hacer concurso de oposición, ni ser estudiantes destacados o siquiera haber terminado su carrera. El cargo los ha impulsado para ser presidentes municipales, diputados, y en una ocasión, ¡un líder de la FEUAN fue candidato federal suplente desde el propio cargo de líder estudiantil! Es claro que el corporativismo universitario juvenil es parte del entramado del poder corporativo en el país, escuela de cuadros del partido hegemónico en ese momento. Una pregunta obligada aquí es ¿de dónde salieron los recursos para la campaña federal?
Algo similar ocurre con la corporativización de los trabajadores administrativos y académicos. También sus historias se engarzan con el poder político externo a la universidad, por lo que sus titulares han sido actores prominentes de la política en presidencias municipales y diputaciones locales. Este híbrido del poder externo con el interno ha provocado liderazgos con fuerza sobre los rectores, quienes se ven obligados a respetar un poder de facto al interior de las universidades, cuyas redes se extienden fuera de ella. En este híbrido, las corporaciones han secuestrado el poder de las universidades, al grado de tener una influencia decisiva en la sucesión rectoral, en el nombramiento del funcionariado central, en la asignación de plazas académicas y administrativas. Todo ello, conforma liderazgos corporativos fuertes, prácticamente indestructibles desde dentro.
El clientelismo fue la pieza central puesto que el ingreso a trabajar, la asignación de plazas, los permisos, promociones laborales, becas, etc., fueron cedidos por la administración central a las corporaciones, en un proceso de espejismo donde las rectorías ceden parte de sus funciones a las corporaciones; las corporaciones adquieren poder y sostienen a las rectorías. Prueba de ello es la gran etapa donde los sindicatos deciden quien entra a la universidad a partir de fidelidades sindicales, la venta y herencia de plazas, al margen de reglamentos y normatividades. El poder de los dirigentes se perpetúa en una democracia sin democracia puesto que la renovación de las dirigencias de la FEUAN y de los sindicatos, ocurre sin oponentes; lo cual hace nugatoria, en la práctica, la democracia interna. Los líderes van solos en las elecciones en un performance digno del teatro bizarro: una vez que se anularon las condiciones de competencia al interior de la universidad. Los líderes se quedan permanentemente en las dirigencias o, cuando son renovados, el proceso es de designación, dentro de una simulación de elección.
Este círculo de alianzas entre las agrupaciones políticas, también abrió la caja de las finanzas a las corporaciones, por virtud de lo cual, han tenido acceso no solamente a plazas académicas y administrativas, sino a recursos que el resto de integrantes de las universidades no tenemos. Si se comparan las fortunas personales y familiares de los líderes de las corporaciones con cualquier miembro del profesorado con doctorado, antigüedad, becas, etc., el patrimonio del segundo será infinitamente inferior al patrimonio de los primeros, en cuanto bienes muebles, cuentas de banco, empresas de las que son propietarios por sí o por terceras personas; vehículos, lugares donde vacacionan, etc.
Las corporaciones fueron creadas desde el poder en una etapa en que se gobernaba con ellas: le funcionaba, era útil: después vio crecer ese poder de manera desmesurada con pocas acciones para limitarlo o disminuirlo. Las universidades, cuyo poder se creo a imagen y semejanza del Estado, debieron deshacerse de esas corporaciones en algún momento, pero, la fuerza real de los rectores era débil puesto que derivaba de las propias corporaciones; de ahí que no emprendieron su desaparición. Quizá algún rector lo pensó, pero no contó con las posibilidades, la voluntad y apoyos para llevarlo a cabo. También, prefirieron beneficiarse del apoyo corporativo para mantener cierta posibilidad de gobierno en calma y, en más de una ocasión, para beneficiarse de las propias corporaciones para que el rector en turno avanzara en su propia carrera política.
El corporativismo universitario es un monstruo que asusta porque, como dice Sor Juana, el niño pone el coco y luego le tiene miedo. Hoy el corporativismo universitario puede ser debilitado ante la persecución judicial de sus líderes. Es, de nueva cuenta, el poder externo, quien extiende el brazo para poner fin a un estado de cosas que, desde el interior de la universidad, se debió realizar. Por ello, no se trata solo de la caída de líderes por la vía del encarcelamiento, sino que significa la marca del fin de un ciclo.
Tenemos que organizar la gobernanza universitaria basada en otras reglas.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 19 de enero de 2021.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
Excelentes argumentos y didáctico comentario.
ResponderEliminarAl parecer eso a pasado en la UAN, a través del tiempo crearon un Frankenstein que nos llevó a ver la crisis universitaria.
ResponderEliminarQue interesante y clara descripción de lo que ha venido ocurriendo en la Universidad. Me checa porque lo he venido observando pero como en mi inconsciente consciente.
ResponderEliminarGracias doctora Lourdes. Me gustaría lo publicaran en los periódicos también.