Conservar algo que me ayude a recordarte
sería admitir que te puedo olvidar
William Shakespeare. Romeo y Julieta
Mi abuela nos contaba acerca de un enamorado que tuvo antes de casarse con mi abuelo. Sentía su mirada al cruzar la plaza donde recogía agua de la pileta colectiva. Las amigas le llevaban recados y tal vez, alguna carta. Después, viuda al recordarlo, se iluminaba su cara de más de ochenta años. Vivió casada con mi abuelo 55 años, pero el deslumbramiento del amor surgía al pensar en ese enamorado que quedó en el recuerdo.
A una de mis sobrinas nietas, en el preescolar le gusta un niño. Ahora, con la pandemia no lo ha visto, por lo que me pregunta si lo volverá a ver; ya terminó el preescolar y teme que sus padres lo inscriban a una primaria diferente a la que ella asiste en el mundo virtual. Hace dibujos, los dobla y los guarda en su rincón de materiales de lectura. No me atrevo a verlos.
Puedo pensar que nos enamoramos porque nos enseñan a enamorarnos. Es más, “tenemos obligación de enamorarnos”. El enamoramiento pasa como un sentimiento natural que todas y todos debemos experimentar, sin embargo, nada más alejado de ello. El enamoramiento erótico, como casi todos los comportamientos humanos, son construcciones sociales que pueden tener bases biológicas, químicas, físicas, pero que son canalizadas por cada sociedad hacia fines determinados. En este caso, el enamoramiento es la envoltura de la reproducción humana. Es el sentimiento que debemos experimentar alrededor de la sexualidad reproductiva y el placer sexual.
Desde la bioquímica, se explica que el enamoramiento inicia en la corteza cerebral con la generación de dopamina, la cual nos hace sentir felices. Pero no es la química lo que explica el enamoramiento, porque, al fin y al cabo, la química lo que nos dice es qué ocurre cuando nos enamoramos, aunque no logra explicar por qué ocurre.
Los enamoramientos son diferentes en cada cultura y época. Por ello, existen sociedades que aceptan la poligamia; otras donde la pareja es elegida por los padres; algunas, donde la elección es de quienes están involucrados y también, en diversos lugares, el enamoramiento puede ocurrir entre personas del mismo sexo o distinto. Actualmente, las agencias de internet prometen encontrar al “alma gemela”. Todo ello habla de diversos permisos sociales para el enamoramiento; esa necesidad de apego, de afecto con que nos definimos los humanos.
El enamoramiento tiene efectos diferentes para mujeres y hombres. Para las mujeres, en la sociedad occidental, el enamoramiento es casi sinónimo de esclavitud, puesto que la mujer deberá ceder su propia vida, personalidad y autonomía al hombre amado a fin de que este disponga de ella, su tiempo, energía, talento, etc. Se trata de un amor extractivo porque el hombre extrae de la mujer todo lo posible para que él llegue a realizar su propio proyecto de vida. Para los hombres significa la posibilidad de contar con una mujer para su servicio personal, privado, íntimo, que le garantice la reproducción humana, le otorgue el “mantenimiento” físico, sexual, sentimental y emocional necesario para vivir.
¿Se puede amar de otra manera que no sea desde la idea del amor sacrificial para las mujeres? La incorporación de las mujeres a la vida laboral y la vida pública, ha abierto nuevas discusiones sobre ello. A diferencia de hace cien años, cuando las mujeres eran apenas el 6% de la población ocupada (Inegi, Estadísticas Históricas), en el censo del 2020, el 49% de las mujeres trabaja fuera de casa y constituyen el 50% de los cargos de elección popular. Puede ser que las parejas se sigan definiendo en el marco de las narrativas amorosas anteriores, pero poco a poco se dota de nuevos significados al enamoramiento y a la pareja. No es ninguna casualidad que el 30% de los hogares en México sea jefaturado por mujeres; esto es, mujeres solas lidereando familias. Este acontecimiento, requiere de nuevas narrativas de cómo nos vinculamos en el amor, cuál es el sentido para nuestras vidas, etc. Además, la crítica al amor romántico desde el feminismo ha contribuido a nuevas explicaciones sobre este dispositivo cultural que nos atraviesa.
Mi abuela, nacida en el siglo 19, no pudo conservar nada del enamorado del pueblo; quizá por eso no lo olvidó, puesto que llevaba en su memoria los pájaros jocosos de la plaza, el sol bañando el sombrero con que lo recordaba. Y eso le bastó para que su rostro se iluminara de júbilo en la vejez.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 15 de febrero de 2021.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
Mi querida Lourdes que bello el recuerdo de tu abuela. Dice Lacan que el amor es la humedad de la falta que humedece la falta del otro. Es también, según Lacan dar a quien no es lo que no se tiene... te mando abrazos con mucho cariño.
ResponderEliminarEmocionalmente, la necesidad apego y afecto. Químicamente, el gusto por la sensación generada, y desde mi experiencia, es poco lo que ha cambiado en el rol machista que conlleva a mucha ignorancia en materia sexual, permisibilidad para la infidelidad y poco compromiso de pareja en la gestión de la vida diaria
ResponderEliminarSaludos, afmirada Lourdes. Pero finalmente y a la distancia, apruebo la teoría de mi prima Casandra. ☺️