Tepic, la ciudad dormida por centenios de tiempo,
ha despertado de su profundo sueño
al estrépito que produce el movimiento social
que sacude a las grandes capitales del mundo.
María del Refugio Freyman de Rodríguez.
La transformación de Tepic y el momento actual.
El Nayar. 28 de abril de 1947
Gracias al Licenciado Celso H. Delgado Ramírez, ExGobernador Constitucional del Estado, tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre los orígenes de la Entidad y el futuro que deseamos. Mi participación versó sobre lo siguiente:
Venimos de movimientos sociales escritos con minúscula en la historia local, movimientos protagonizados por líderes populares, marginados de la historia de los vencedores. Venimos lo mismo de Manuel Lozada que del Prieto Crispín, de las luchas agrarias de Laureles y Góngora que de la lucha por la participación ciudadana de Alejandro Gascón Mercado.
Venimos de mujeres fuertes que sin embargo no han tenido el reconocimiento que merecen. Quiero destacar que, para llegar a los 104 años de la vida constitucional de Nayarit, tuvo que existir una María Paula de los Santos, en cuya casa, los indígenas de principios de los albores del 1900 se imaginaron coronar a un rey para hacer libres a los pueblos. El 2 de enero de 1801, María Paula de los Santos es encarcelada junto con José Disiderio Maldonado, Juan Hilario Rubio y Juan Francisco Medina, acusados de conspiradores. María Paula Fue condenada a vivir prisionera en la Casa de las Recogidas de Guadalajara, donde murió.
También venimos de Francisca y Maclovia Quintero; Victoriana Arroyo, Adelaida y Mariana Castañeda, quienes encabezaron un paro en la fábrica textil de Bellavista, en el municipio de Tepic, el cual se considera uno de los movimientos más importantes de fines del siglo XIX. En 1906 participaron en la movilización de obreras y obreros de Bellavista a Tepic y fueron fundadoras del Primer Sindicato Rojo de Trabajadores Textiles de 1916.
Venimos de las maestras rurales que al término del movimiento armado de la Revolución Mexicana, subieron a las montañas, fueron a las rancherías a instalar las escuelas para que niñas y niños de los últimos rincones del Estado tuvieran acceso a las letras, al conocimiento. Ellas fundaron la escuela rural mexicana, prácticamente sin recursos, en condiciones adversas; además, estuvieron expuestas a ultrajes, robos y vejaciones, por su propia condición de mujeres. Algunas fueron incorporadas al magisterio solo con cuarto año de primaria. A ellas, a las maestras cardenistas, nacionalistas, se debe gran parte de la alfabetización de nuestra región.
En muchas familias, como la mía, se tienen historias de tías que fueron enviadas a los ranchos y allá, comprometidas con la escuela, dejaron huella en generaciones que después pudieron asistir a la escuela secundaria, a la escuela preparatoria, a la universidad. Nada de eso se hubiera conseguido sin las maestras rurales, pioneras de la educación.
Venimos también de las enfermeras rurales que iniciaron la vacunación casa por casa ante una población incrédula ante las vacunas como solución. Las enfermeras rurales, formadas en el espíritu del nuevo país, contribuyeron a desterrar la poliomielitis, el sarampión, las infecciones que mermaban a la población infantil y que con su maletín a cuestas atendieron partos, dieron los primeros auxilios, abrieron las mentalidades para otras maneras de entender la salud.
Tanto maestras como enfermeras contribuyeron a conformar nuevos imaginarios de sociedad, cambiaron las estructuras viejas por otras nuevas basadas en la educación como elemento del futuro y en la salud basado no en el pensamiento mágico, sino en el pensamiento causal.
Venimos de las mujeres que a lo largo del territorio comercian camarón, se convierten en jornaleras agrícolas, recogen la cosecha de cacahuate en Santa María del Oro; la del del tabaco en Tuxpan y Ruiz.
Venimos de las mujeres indígenas que en medio de la montaña o habitando en pueblos y ciudades, conservan esa parte de la identidad en que nos reconocemos. Las mujeres indígenas se encuentran en la base de las plegarias a Nakawé, la madre de la creación wixaritari y con sus cuerpos empobrecidos, marcan los territorios del Nayarit que permanece.
Venimos de Rosa Navarro, de Emilia Ortiz, de Matilde Domínguez.
También venimos de las mujeres madre, de las mujeres esposas, de las mujeres hermanas, quienes, sin nombre ni estatuas, han formado a los seres humanos que somos.
También venimos de las mujeres maltratadas, violentadas, asesinadas.
¿A dónde vamos? Espero que vayamos a un futuro donde las mujeres tengan otro lugar social y su aportación a lo humano-civilizatorio sea parte fundamental del acervo reconocido de Nayarit. Espero que ese futuro sea presente y no esperemos otros 104 años.
Muchas gracias
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 3 de mayo de 2021.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
En 1960 fue una epidemia muy grande en todo Nayarit y en lo personal nos tocó como enfermera participar en la campaña intensiva de vacunación contra la polio y esta enfermedad dejó a muchos niños con secuelas de polio
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