lunes, 15 de noviembre de 2021

Quienes volvemos

Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte

y también muchos dioses en el camino de este a oeste. 

Se me ahogaron para siempre un par de etrellas, ábrete cielo.

 

Wislawa Szymborska

 

Estamos regresando a trabajar con nuevas rutinas; quizá la que más nos marca  es la de evitar el contacto personal: no nos abrazamos, no nos damos besos; tampoco saludamos de mano. ¿Qué perdemos al dejar de hacer contacto? Es cierto, las manos transmiten virus, esos seres que no tienen vida por sí mismos, pero la quitan. Siento un funeral en mi cerebro cuando dejamos de apapacharnos unas a otras.

 

Algunas no regresan. Vemos sus lugares vacíos. Hacen falta sus pisadas llegando al trabajo, sus maneras de estar aquí, sus voces. Sabemos que el tiempo del confinamiento nos dejó estos huecos por donde se fueron las colegas, los amigos, los familiares. Quienes volvemos tenemos esa mudez del alma con que recorremos de nuevo las aulas, los pasillas, las oficinas. 

 

Nos alegramos de estar aquí, es cierto. Encendemos de nuevo la computadora, alistamos el café, para iniciar una nueva época donde el trabajo tiene la impronta de la pandemia, porque en la pretensión de que todo vuelva a una normalidad, advertimos la impostura: no logramos escapar del recuerdo. Ahora las plataformas son parte del ambiente laboral, pero también de las relaciones sociales y familiares. 

 

Quienes volvemos, ya no somos las mismas personas. El presente se ha vuelto intenso como ocurrió después de las guerras o de las revoluciones. Mi abuela decía que cuando terminó la revolución todas estaban dispuestos a cantar por cualquier cosa, a bailar si se podía. Era un frenesí que contrastaba con las muertes que habían acontecido. Así nosotras, estamos dispuestas a disfrutar cada día, a ensayar nuevas cosas que teníamos pendiente porque el tiempo donde la muerte pasó a su gusto, terminó. 

 

Tengo colegas que toman clases de baile en línea; otras que aprenden a cantar francés; quien estudia escritura de novela policiaca; la que adelante la jubilación. Todas aquellas actividades que querían hacer pero el imperativo del trabajo les impedía desarrollar. Es posible que el gusto personal se convierta en opciones de vida en una nueva valoración de estar aquí en la tierra. Es la reacción de una generación que llega a la madurez de su vida y prefiere estar en el lugar escogido para decir ¡viví!

 

La vacuna nos ha dado la seguridad de salir como humanidad de esta amenaza. Ahora estamos viviendo la euforia de buscar interacciones sociales para reconocernos, para alargar los instantes de la dicha, para hacer, al fin de cuentas, lo que consideramos esencial, postergado por una sociedad que obliga al trabajo exhausto. 

 

Lo que antes era normal y rutinario como estar en un aula con estudiantes, ahora se vuelve especial y notable. Porque lo dejamos de hacer, lo valoramos; porque fue prohibido, lo incorporamos de nueva cuenta. 

 

Quienes volvemos enumeramos uno a uno, los instantes del contacto como si fuesen pájaros al vuelo, cuyo instante preciso se torna precioso. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 8 de noviembre de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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