lunes, 15 de noviembre de 2021

Guardianes de la siembra

El sitio del "corazón de la Tierra" es el Talokan,

que también recibe los nombres de Tepeyolo “Corazón del cerro“, 

Yolotalmánik “Donde se extiende la tierra de corazones“ 

o Tepeyolómej (“Los corazones cerriles“).

 […] Para alguno el Talokan se extiende por todo el mundo, 

sosteniendo la tierra.

 

Alfredo López Austin

 

En la ceremonia de Esquite[1] en la comunidad wixarika[2] de El Naranjo del Municipio de Ruiz, Nayarit, los hombres del grupo se trasladaron a un coamil, alejado cerca de dos kilómetros de la ranchería indígena. Subimos una ladera y los jóvenes iniciaron el proceso de desmonte del coamil ceremonial  tal como ocurrió en el tiempo mítico cuando la madre Oliánaka[3] enseñó al primer wixarika a sembrar. Una vez que terminaron de desbrozar la tierra, los participantes dejaron ofrenda al pie de la cueva de la madre Tierra. La ofrenda era tamal, chocolate, galletas, velas, sangre de venado y peyote. El marakame[4] realizó el canto ceremonial en lengua wixárika reproduciendo el establecimiento de la siembra como pacto de humanos y dioses. 

 

El marakame pidió la participación de dos jóvenes indígenas, los cuales se convertirían en guardianes del ciclo de siembras de ese año. Tendrían que dejar ofrenda en cinco puntos cardinales donde habitaban distintas deidades de la cosmogonía wixarikaHa´ramara en el poniente; Aurra'manaca en el norte, Rapavilleme en el sur y Wirikuta, en el oriente. Nadie se movió. El marakame, mediante el canto volvió a solicitar la participación de dos jóvenes, mas ninguno de los presentes hizo alguna señal para aceptar el cargo. A lo lejos, veíamos el avance de los trabajos de la construcción de la carretera por donde la modernización subía a la montaña. Ningún joven de la comunidad daba muestra de aceptar el cargo. 

 

El marakame volvía a hacer el llamado infructuosamente. Pasaron los maestros de la educación bilingüe de regreso a sus comunidades, mientras arriba, en el coamil sagrado, reinaba el silencio. Oíamos el chirrido de los grillos, el viento tibio del mediodía entre las hojas de los árboles, pero los jóvenes no se movían del lugar donde reposaban después de la faena agrícola. Después de diversas llamadas, un joven aceptó asumir el cargo en tanto el grupo se dispuso a esperar la decisión de otro de los muchachos presentes. Las aves pasaban en busca de otro cielo mas ningún joven rompía el silencio de quienes estábamos en la montaña. Los dioses de la siembra, de la lluvia y el viento también esperaban por su nuevo guardián. 

 

Empezó a oscurecer cuando por fin, un muchacho pidió permiso para tomar el cargo. Los dos hombres fueron separados del resto en su paso a la dimensión comunitaria sagrada (aunque siguieran entre nosotros). 

 

¿Por qué reviste tanta importancia que un joven acepte continuar la tradición a cambio del resto de jóvenes que no lo acepta? La explicación estriba en el compromiso. El compromiso de cuidar la siembra, de estar al tanto del ciclo agrícoa. Como se trata de una actividad donde los dioses y los hombre participan de la creación, durante ese año, los jóvenes son sagrados. 

 

La comunidad compele, pero no obliga. Los cargos deben ser asumidos voluntariamente por eso los jóvenes indígenas pueden escapar de ese designio un año. Al otro, volverán. Se van a la economía dineraria donde sobrevivrán. 

 

Los jóvenes indígenas no pierden las valoraciones respecto de sus actividades comunitarias cotidianas, no obstante, la cada vez mayor participación en la sociedad del dinero. El significado otorgado al trabajo comunal como la actividad laboral primordial establecida a través de la ceremonia del trabajo mítico, los cubre de la desprotección a la que ingresan cuando se incorporan a la economía dineraria. El trabajo comunitario, creación central de su cultura, les ofrece un significado vital porque está entrelazado inseparablemente en el mundo de la naturaleza y el mundo espiritual del que provienen. En esta tensión se convierten en los guardianes de la ruralidad porque a partir del trabajo comunal construyen el sentido de vida con que se trasladan a los campos mercantiles, a las ciudades mexicanas, a la frontera norte, a los Estados Unidos a conseguir dinero.

 

Dejamos la cueva de Oliánaka, la Madre Tierra, junto al coamil ritual. Los guardianes del ciclo agrícola de ese año bajaron la montaña para preparar el camino de los sembradores. Por la tarde continuó la ceremonia. Nos incorporamos a la ceremonia. Las mujeres tostaron el corazón de Iku/maíz y alimentaron con tejuino a Nakawue/Abuela de la creación. Por la noche, hablaron a Tayao/Abuelo Fuego con su lengua de pájaros. También bailamos acompañadas de las deidades de la tierra. La luna, inició su recorrido.

 

A la mañana siguiente, en nuestro regreso a la ciudad, las nubes volvían a cubrir el camino con su engaño de agua. Los adultos quedaron en la comunidad fijos en la tierra de los ancestros. Poco a poco fuimos encontrando a los jóvenes indígenas con su rostro de jornaleros agrícolas, de peones de albañilería, de migrantes en las orillas. En el corazón llevaban su soplo de guardianes.  

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 25 de octubre de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@


[1] Esquite: ceremonia propiciatoria de la siembra a los Padres-Madres, se realiza por cada comunidad antes del inicio del periodo de lluvia

[2] Los wixárika o huicholes habitan la Sierra Madre Occidental en los estados de Nayarit, Jalisco y Zacatecas.

[3] Oliánaka: Madre de la Tierra

[4] Marakame: sabio, curandero, sacerdote, guía espiritual de los wixarika, conductor de las ceremonias del costumbre. 

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