El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Mario Benedetti
Tuve varias tías maestras a las cuales les pregunté por qué decidieron tener esa profesión. Una me dijo: “me daba lo mismo; era lo que podía hacer entonces”. La segunda expresó: “para que aquí se formaran ingenieros, doctores, enfermeras”. La primera de ellas se disgustaba cuando alguien en la calle la saludaba, puesto que le recordaba todo el trabajo que había invertido en la escuela, “muchachos desagradecidos”, decía. La segunda, se llenaba de orgullo cuando la reconocían, ya fuese una exalumna que trabajaba en una tienda o un funcionario con una alta posición en el gobierno. Se alegraba cuando descubría en el doctor que la trataba, a un exalumno.
A primera vista, trabajaban en lo mismo, pero la actitud de una y de otra no lo era. Ello ocurre con el trabajo, se puede pensar que se trata tan solo de ganar dinero con el cual adquirir lo que necesitamos para nuestras familias. Sin embargo, a través del trabajo podemos darle un sentido a nuestra vida.
El trabajo ha sido considerado como un castigo bíblico a partir de la desobediencia de Adán y Eva en el paraíso: ganarás el pan con el sudor de tu frente, dijo el Angel castigador, emisario del Dios iracundo; por lo que el trabajo tiene un ámbito de penalidad, de carga, de fatigosidad. Quizá por ello, en latín, las palabras trabajo y tortura provienen de la misma raíz. Sin embargo, el trabajo es la posibilidad de supervivencia de la especie ya que los seres humanos intervenimos el mundo y al transformarlo, nos transformamos también. Es en el proceso del trabajo como nos convertimos en humanos, de acuerdo a Marx.
Además, el trabajo tiene un ámbito de divinidad: los pueblos agricultores conciben el trabajo vinculado a la tierra como una colaboración entre los dioses y los seres humanos. Los dioses no pueden hacer germinar la tierra, pero tampoco los seres humanos, por sí solos lo pueden hacer; necesitan el auxilio de la lluvia, del viento, del sol. Por ello, el trabajo humano completa esa labor divina. De ahí surgen los ritos de la agricultura sobre la unión del cielo con la tierra con la consiguiente fertilización de esta última.
¿Qué es hoy el trabajo? Todavía pervive la división entre el trabajo intelectual y el trabajo físico o manual. Este último sería un trabajo repetitivo, enajenante que convierte a su autor en un engranaje más de la cadena de producción, mientras que el trabajo intelectual sería mejor pagado y gozaría de mayor prestigio en la sociedad.
Hoy pugnamos porque todas las personas tengan derecho al trabajo ya que reconocemos este ámbito como el lugar donde transcurre la vida. También se puede pensar en el trabajo como el derecho a la explotabilidad por el capital, porque esta es la época que nos tocó vivir.
En nuestro país, no todas las personas tienen derecho al trabajo. Porque, además de la crisis de empleo y del empleo mal pagado, existen diversas desigualdades en el acceso al trabajo, las cuales se traducen en discriminaciones: sexistas contra las mujeres; racistas, contra integrantes de pueblos originarios; xenobóficas contra migrantes y extranjeros; de creencias contra personas que profesan ciertas religiones; heterosexuales contra quienes tienen diversas preferencias sexuales; incapacitantes contra grupos con otras condiciones de salud; adultocéntricas que excluyen a la niñez y a los adultos mayores, y otras.
También debemos reconocer que no somos libres para decidir el trabajo al que nos podemos dedicar ya sea por falta de talento, de recursos económicos o de acceso cultural. En medio del contexto en que vivimos, estamos compelidas a cursar una profesión a nuestro alcance y a aceptar el trabajo realmente existente.
Es cierto, trabajamos para vivir, para ganar dinero, para ser útiles en la vida, para tener una jubilación cuando se cumpla el ciclo de la vida productiva. Sí, todo esto es cierto. Pero también lo es que a través del trabajo entendemos nuestro estar en el mundo.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 28 de septiembre de 2022.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx