martes, 13 de diciembre de 2022

Guadalupe y sus vislumbres

Desde el cielo una hermosa mañana

Desde el cielo una hermosa mañana

La Guadalupana

La Guadalupana, bajó al Tepeyac

 

Canción popular

 

Es cierto que existe una Virgen de Guadalupe en el Santuario de Extremadura, España, pero la representación no tiene nada que ver con la Virgen de Guadalupe del Santuario de México. La Virgen de Guadalupe de España está representada en madera como madre con niño, en tanto que la Virgen de Guadalupe de México, es una imagen de una mujer sola.

 

Gisela Von Wobeser  del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, en el ensayo “Antecedentes iconográficos de la imagen de la Virgen de Guadalupe” (Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, v. XXXVII, num. 107, del 2015) afirma que la iconografía de la virgen mexicana proviene de los Países Bajos y Alemania, proveniente de un modelo denominado Mujer rodeada de sol, que se utilizó desde mediados del siglo XV en esos lugares. Al parecer provenía de la afirmación del Apocalipsis “una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. Se encuentran grabados de vírgenes con esas características antes de la imagen guadalupana mexicana, una de ellas, por cierto, firmada por Alberto Durero (1471-1528) y denominada la “Vida de la Virgen” donde aparece la virgen con los rayos a su alrededor y la luna a sus pies, impresa en 1511.

 

En la iconografía europea se tiene un grabado anónimo de Berlín sobre La Virgen de la gloria, fechado en 1421, que representa una virgen coronada con rayos alrededor de ella y un ángel al pie.

 

Existen múltiples opiniones sobre los elementos que contiene la Virgen de Guadalupe mexicana: uno de los más populares es que está representada sobre un nopal, por lo que tiene esa forma ovalada; también se afirma que muestra un embarazo avanzado, ya que se trata de una representación antes del parto. Ese rasgo más el verde del manto la vincula a la tierra.

 

En el campo de las interpretaciones nada es cierto para siempre, por lo que cada persona o grupo, puede elaborar su propia versión. Ello ocurre, además a través del tiempo, por lo que cada época vuelve a resignificar el pasado. Lo que resulta importante es fundamentar los argumentos para tener sustento de lo que se afirma en cada momento. Por ejemplo, rastrear los antecedentes de la imagen en las representaciones europeas permite cuestionar la originalidad, puesto que existían representaciones parecidas. Aunque, se puede afirmar que es original, ya que no se trata de una copia de otra virgen, sino de una imagen construida con préstamos de elementos que ya existían, combinados con otros que se añadieron en México: el color de la piel de la virgen y rasgos más cercanos a la fisonomía de los pueblos originarios.

 

También se han multiplicado las vistas de apariciones a partir de siluetas que se acercan a esa figura: se ha querido ver esa imagen como descomposición de la luz en cristales, manchas de gasolina, huellas en troncos de árboles, etc. De cualquier manera, la imagen de la Virgen de Guadalupe se ha convertido en un símbolo de la mexicanidad y de la madre sagrada. Su dibujo es reconocible en México y en otras partes del mundo.

 

La Virgen de Guadalupe, al ser portada por Miguel Hidalgo, en el estandarte que llamó a la libertad, se convirtió en emblema de la nación nueva, del nacionalismo, de la identidad naciente. Por ello, al ser una representación de los componentes del mestizaje, vincula el pasado indígena con el presente mestizo y, al mismo tiempo, evoca otras vírgenes de países remotos, a las madres de la tierra, a la fertilidad del mundo. Todo ello, encerrado en una imagen familiar, hoy  divulgada por marcas de papas y vuelta caricatura en este proceso de desacralizar para acercar la imagen a la multitud y convertirla en una cartita para traer en el cartera o calcomanía para pegar en el celular.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 14 de diciembre de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 5 de diciembre de 2022

Menos legisladores, lo que se ve de la reforma

El mexicano nace, crece y se desarrolla

en un ambiente de desconfianza hacia la política

 

Jorge Ibargüengoitia

 

La reforma electoral que actualmente se encuentra en discusión tiene en el centro una nueva estructura electoral para la elección de las Asambleas Legislativas: propone reducir el número de diputados federales de 500 a 300 y el número de senadores de 128 a 95, lo cual disminuye la burocracia legislativa: recuérdese que cada diputada o diputado tiene ayudantes, secretarias, asesores, viáticos, etc. Entonces, la reducción se antoja considerable.

 

La reforma a profundidad no se encuentra en la reducción del número de legisladores, sino en la forma en que serán electos. Si actualmente se decide por el criterio de mayoría/minoría, a partir de la reforma, tanto diputados como senadores, serán electos por partido político. Cada ciudadano ya no votará por un diputado o senador de mayoría (e indirectamente, por otro de minoría), sino que votará por listas de candidatos que cada partido propondrá para cada Entidad Federativa (y no como ahora se realiza, por Circunscripciones Electorales).

 

El sistema, sin duda, es novedoso. Recordemos que la fórmula para elegir diputados del sistema electoral mexicano fue modificada a partir de la Reforma Electoral de 1986, en la cual se establecieron las diputaciones plurinominales. En esa reforma, ganaba la representación del distrito, el diputado o diputada que obtenía la mayoría de votos, pero también se asignaban diputados a la minoría más grande. Este sistema pretendió reconocer las minorías partidarias en un momento cuando los partidos de oposición no tenían competitividad electoral. Ello aumentó los diputados en 200 y los senadores, en 62. Estos son los pluris, que se repartían las burocracias de cada partido político.

 

Con la reforma de 2022, cada partido político establecerá listas de candidatos. En los hechos, la ciudadanía no votará por diputados de mayoría, sino que todos serán diputados de partido político o, dicho de otra manera, todos serán diputados de lista, pues ninguno será votado por mayoría. Lo que ocasiona este sistema es fortalecer el sistema de partidos.

 

Es posible pensar que el sistema actual de mayoría/representación plurinominal haya llegado a su fin puesto que, si el objetivo era que los partidos minoritarios tuvieran participación en la asamblea legislativa en un contexto de nula y escasa competitividad, hoy lo que ha cambiado es, precisamente, la competitividad. Actualmente, los partidos políticos han mostrado tener robustez en diversas elecciones, lo que hace innecesaria la representación de partidos de oposición por la vía plurinominal. Lo innecesario de las representaciones plurinominales había sido fundamentado en diversos estudios académicos que fundamentalmente se preguntaban ¿a quién representan los diputados y senadores plurinominales?


Las representaciones plurinominales también tuvieron impacto en las regidurías a nivel municipal, por lo que, por ejemplo, en Nayarit, tenemos regidores electos por ese principio.

 

El efecto que puede ocasionar la reforma es borrar los mini partidos para dar lugar a un sistema electoral de partidos fuertes. También, como ocurre en otros países, puede impulsar u obligar a los partidos políticos a realizar alianzas no solo para llegar al poder, sino para gobernar.

 

De cualquier forma, son bienvenidas las ideas para repensar el sistema electoral mexicano. No es posible que se trate de un sistema que debe permanecer intacto para siempre, sino que estamos en un contexto donde estamos obligadas a repensar los mecanismos por donde transitará la voluntad ciudadana. El mecanismo que ya conocemos de mayoría/plurinominares se encuentra muy viciado por las prácticas partidarias de las cúpulas de los partidos políticos, las componendas para otorgarlas, etc. Me parece que es preciso dar paso a nuevas ideas con tal de que la voluntad ciudadana tenga mejores cauces de verse reflejada en representantes más eficientes que, al mismo tiempo, signifique menor carga para el erario.

 

Lo que se ve de la reforma de AMLO, es disminuye el número de legisladores; aquí diremos que lo que además se debe impulsar es la calidad de la actividad legislativa.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 6 de diciembre de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

jueves, 1 de diciembre de 2022

Marchas

¡Viva la Independencia!

¡Viva la América!

¡Muera el mal gobierno! 

                                                                                                                                                Miguel Hidalgo 

He marchado del otro lado del poder, generalmente, para abrir el horizonte de gobernabilidad a quienes han sido excluidos de él.

Vi tomar las calles de Tepic, en 1975, cuando Alejandro Gascón Mercado reclamaba el respeto al voto popular en las elecciones donde había contendido bajo las siglas del Partido Popular Socialista (PPS) frente al Coronel Flores Curiel, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahí marchamos junto con campesinos que portaban banderas rojas-solferinas y pobladores urbanos.

 

En la Ciudad de México, estuve en algunas sesiones del movimiento de 1971, porque mi hermana estaba en la Facultad de Medicina y la acompañaba. Ahí experimenté ese sentido de comunidad estudiantil, de rebelión justa de quienes reclamaban.

 

En Guadalajara fui a marchas contra la guerra de Vietnam, en un ambiente de transgresión, de fiesta colectiva, al son de la canción de protesta con que cantábamos la indignación. Cantábamos junto con Joan Baez, Mercedes Sosa, Víctor Jara y Amparo Ochoa.

 

También marchamos los 26 de julio para conmemorar la revolución cubana junto con el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) que por entonces llenaba de rojo la Escuela Normal Superior de Nayarit durante los veranos. Ahí conocí a personas que habían sido desterradas por Gustavo Díaz Ordaz como Judith Reyes, cantante y compositora mexicana que recién regresaba del destierro. Eran los años setenta del siglo XX.

 

En Berlín, en la década de los ochenta, marchamos en contra de la utilización de la energía nuclear que había sido utilizada contra Japón, cuando este país, prácticamente se había rendido. Pedíamos la no utilización de la energía atómica con fines destructivos.

 

También marchamos contra las tiranías que dominaban en América Latina: la salida del dictador Somoza de Nicaragua; en protesta por los golpes de Estado de Chile, Brasil, Argentina. Llorábamos cuando llegaban los jóvenes nicaraguenses y chilenos mutilados por su participación en la resistencia.

 

En la Ciudad de México marchamos por el reconocimiento del profesorado  universitario como trabajadores dentro del apartado A del artículo 123 de la Constitución. Esa lucha se dio porque se pretendía no reconocerlos como trabajadores, sino considerarlos “profesionistas”, lo que implicaba, en la práctica, negarles el derecho a constituirse en sindicatos.

 

En Nayarit, las primeras marchas fueron por la desaparición de mujeres. Recuerdo el caso de Brenda, una joven de 17 años que en 2005, fue degollada y tirada en un cañaveral. Fue, quizá, la primera marcha que hicimos las mujeres vestidas de blanco; fuimos las madres quienes acompañamos a la familia de Brenda para pedir justicia. Recuerdo que el Procurador nos dijo que eran “problemas pasionales”, “seguramente el muchacho era su novio”. La culpa era siempre del lado de las mujeres.

 

No teníamos Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia: a nivel general se aprobó en 2007 y en Nayarit, a fines de 2008. Tuvimos que marchar para que ese marco normativo se pusiera en vigor en Nayarit. Tampoco teníamos conceptos para identificar la violencia como una consecuencia de la desigualdad estructural en que estamos las mujeres, pero sí la indignación.

 

También marchamos por el respeto al sufragio del voto en elecciones locales; por el subsidio a la Universidad; por los derechos de los pueblos indígenas; por las madres de hijas e hijas de desaparecidos y por el reclamo de justicia de las mujeres víctimas de feminicidios.

 

Nunca he marchado del lado del poder. Pienso que la toma de las calles es un ejercicio de ciudadanía que se ejerce cuando los caminos legales se cierran o para presionar para que se tomen las medidas que se deben tomar. El poder ya tiene el poder. Creo que hay algo inmoral en apoyar al poder desde estas acciones que han sido las estrategias de la sociedad alternativa. 


También, porque mi madre nunca nos llevó a peregrinaciones.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, diciembre 1 de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx