Conque, vamos, marcha a tu habitación
y ocúpate de las labores que te son propias,
el telar y la rueca.
La Odisea. Telémaco a Penélope
Nuestros oídos son sexistas. Con esta afirmación quiero mencionar la forma como escuchamos a las mujeres candidatas. En principio, debemos preguntarnos ¿las escuchamos? ¿quién realmente las escucha? ¿quién cree lo que escucha? Porque las mujeres candidatas están atravesadas por dos condiciones: 1) son mujeres y 2) son mujeres de la política.
En la primera condición debemos tomar en cuenta que en la sociedad occidental la voz de las mujeres es considerada como falsa, ya que incluye mentira, engaño. Sus armas son la seducción y el artilugio. Esto se origina desde diversos mitos, uno de los cuales es el de Adán y Eva, en el cual, Eva tiende una trampa a Adán para desobedecer el designio de Dios. Por cierto, Adán es quien habla con Dios puesto que tiene una voz legitimada para hacerlo.
La voz de las mujeres ha sido deslegitimada debido a que se considera que se trata de una voz infantil, una voz que nunca madura ya que no alcanza los niveles de gravedad de la voz de los hombres. Se ha considerado que es una voz no racional, puesto que está llena de emociones, indecisiones e incertidumbres. Ella habla desde un lugar de lo obscuro.
En la Odisea, uno de los primeros textos narrativos de Occidente, el hijo de Ulises y de Penélope, Telémaco, toma el lugar del padre en el cuidado de los asuntos de la casa, por lo que manda callar a su madre: la envía a sus habitaciones a que se dedique a las labores propias de las mujeres. Con ello, indica la supresión de la voz de las mujeres en el espacio de lo público, puesto que las voces de lo público corresponden a los varones.
Las mujeres tampoco han tenido una voz legitimada para la ciencia, quizá por ello, la mayor parte de los documentales científicos son narrados por voces masculinas. Las voces de las mujeres son voces que tienden al cuidado y la servidumbre: el lugar que se les ha asignado. De ahí que las voces de Alexa, de Siri, de google maps, sean de mujeres.
Las mujeres pueden hablar en la escena pública en cuanto víctimas, aboguen por sus hijos o por sus maridos; por el agua potable o por guarderías, Pero siempre desde ese lugar de la maternidad abnegada que se les asigna. No como ciudadanas en el asunto de todos. Pueden pedir, implorar, no exigir. (Eso lo han experimentado las madres buscadoras).
Recordemos también a la ninfa Eco, enamorada de Narciso. Ante la imposibilidad de que éste le correspondiera por amarse, solo, a sí mismo, fue castigada a repetir las palabras de aquel, sin que tuviera una voz propia.
En la segunda condición, las mujeres candidatas son mujeres de la política. Ello las ubica en un nivel de desacreditación, puesto que la política es ese lugar donde si se quiere estar se tienen que aceptar pactos no siempre éticos. Hoy la política está desacreditada; se le considera un lugar de acuerdos secretos, de corrupción, de ilegalidad.
Entonces, ¿cómo escuchamos a las mujeres candidatas? Las escuchamos desde la cultura sexista en que todas y todos hemos sido educados. Hemos aprendido a través de creencias, leyendas, historias, filosofías, canciones, que las mujeres han falseado, han traicionado, han engañado, han abandonado. Desde luego, se trata de construcciones patriarcales para desacreditar la palabra y los haceres de las mujeres.
Por eso digo que nuestros oídos son sexistas: escuchamos a las mujeres candidatas desde esos lugares de la desacreditación, del vituperio de la que actúa en público, de la que intenta construir una voz legítima que no alcanza nunca y queda atrapada como eco de las palabras masculinas.
Pero ahí están, hablando sus palabras. Abriendo camino a otras formas de decir.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 20 de marzo de 2024.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx