martes, 19 de noviembre de 2024

Tanta ceniza en el silencio

Llevé lo que la ola, para romper lleva

 -sal, espuma y estruendo-,

 y toqué con mis manos una criatura viva,

el silencio

 

Rosario Castellanos

 

Las hojas sostienen un leve hilo de agua de la llovizna de la madrugada. Mientras amanece, febriles hombres pintan los batientes de la plaza del pueblo en la víspera de la celebración. En tanto, las mujeres de los tianguis arman sus arañas de la nada a la nada en la mitad del tiempo.

 

El agua sigue pequeños cauces en este pueblo de calles de piedra y de ceniza. Es Jala en la ladera del volcán Ceboruco. El agua aún no termina de absorberse en estos confines olvidados de callejones y senderos que bajan de la montaña. Con la escoba, una señora ensaya un conjuro frente a su casa: prepara la entrada a las personas que espera, ahuyenta a quienes se fueron. Puede ser que tú solo veas que barre la calle, pero en su corazón, amasa palabras secretas para evitar el infortunio.

 

En el mercado, una joven prepara alimentos: gorditas de nata, tamales calientes, atole de masa. No porque alguien se detiene y a señas pide que le sirvan, se acabaron las palabras. Es necesario que alguien diga buenos días para que las palabras digan lo que dicen y algo más. Entonces, el vaso rebosa del tormentoso champurrado caliente que conoce el camino del alma.

 

Los pájaros empiezan a cantar porque las madrugadas, en este lado del volcán, se conocen por los mirlos; el frío, por la ausencia de la hija; el atardecer, por los recuerdos; el llano, por las altivas espigas de maíz.

 

Frente al templo, una muchacha se toma una selfi. Son los tiempos, son los tiempos. La abuela se persignaba en ese mismo lugar al pasar. Hoy, es un escenario que valida la presencia efímera, el lugar marcado en el mapa para decir “aquí estuve”. La cantera, indiferente, sostiene al reloj y sus horas; ancla el tiempo, al tiempo.

 

Dentro, han sacado a Cristo Rey: una escultura de Jesús sentado en un trono enmarcado en un techo dorado. Lo han colocado en el sitio de honor frente al altar porque el novenario ya empezó. Los cuetes despiertan los cielos para anunciar la celebración. El Cristo fue traído de Barcelona por Mariano Ruiz, Jefe Político de Tepic en 1904 para regalarlo a las creencias de este pueblo.

 

A su lado, la Virgen de la Asunción con los brazos abiertos, recuerda los elotes tiernos de las cosechas buenas; agradece las peregrinaciones que hicieron los hijos. Madre de la lluvia en otras cosmogonía, les regaló las lluvias a tiempo, para que recogieran los frutos del paraíso.

 

Los Santos Médicos, Cosme y Damián, en su perenne curación al mártir Sebastián, cobijan a santeras y curanderos de almas y de cuerpos de quienes llegan para abrir sus ventanas a la sanación, para aliviar el desamor, la mala fortuna, la medianoche encontrada al cruzar el río. Son las brujas y los brujos de la montaña magnética.

 

Algo tienen las iglesias que nos llaman al regreso. Sabemos de la aglomeración de las metrópolis, del ruido de los aviones despegando, de la frescura de los valles cuando verdean. Volvemos a un templo como este, quizá porque nunca nos fuimos del todo de la pequeña tierra donde nacimos. Este ambiente de recogimiento con sus santos sangrantes y vírgenes suplicantes, nos devuelven a ese lugar de la infancia donde el alma se reconoce un tanto confundida entre la espiritualidad y el goce.

 

Tal vez las cúpulas altas, el olor a flores, la soledad de esta hora de la mañana, se metan en nosotras como el dolor de una mujer que no conocemos; de un muchacho desaparecido, de una joven arrojada a un precipicio y esté presente aquí en esta paz para perturbarnos.

 

Tocan las campanas anunciando la primera celebración del día. Una niña descalza atraviesa el atrio como si pisara alfombras en el piso de cantera. Más vale atravesar este patio para volver a las calles de ceniza.

 

¿A qué vengo a este pueblo? Amanece al fondo del camino donde el sol muestra al arrogante volcán.

 

Es de silencio la madrugada; pende inmóvil en la ceniza de las calles mientras la niebla, desinteresada, se evapora.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 21 de noviembre de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

sábado, 16 de noviembre de 2024

Senderos de vida. Libro de memorias de Américo Saldívar

 El desarrollo del individuo es, ante todo

-pero en modo alguno exclusivamente-

función de su libertad fáctica

o de sus posibilidades de libertad.

 

Agnes Heller

 

La memoria individual está lejos de pertenecer a la persona que la narra. Por el contrario, cuando leemos el libro Senderos de Vida. Memorias de solidaridad, represión y lucha de Américo Saldívar, estamos accediendo a la memoria de una generación que creció y se forjó en la izquierda mexicana y, podría decir, latinoamericana, en la década de los sesenta.

 

Américo narra su versión de cómo vivió su vida, lo que recuerda desde su pequeño Montemorelos, Nuevo León, su propio Itaca hasta la época contemporánea. El ejercicio va más allá de simplemente narrar el pasado, puesto que es un viaje introspectivo a partir de un proceso creativo que deja huella; se convierte en un legado familiar y social porque guarda un registro y, sobre todo, inspira a otras personas a escribir también sus memorias.

 

El libro que tenemos aquí es cautivador. Aunque yo no hubiera conocido previamente a Américo, aunque no hubiera sido profesor del Doctorado de Economía en la UNAM, donde estudié; aunque no hubiese sido parte de un grupo de latinoamericanos que formaban la planta docente del Posgrado; aunque no hubiese sido mi director de tesis de doctorado, de todos modos, hubiese leído este libro con la avidez de quien se asoma a una historia que atraviesa barreras, porque la travesía del mundo rural signado por el esfuerzo familiar, la convicción de que la educación es la puerta para acceder a otras explicaciones, la laicidad como ética, la vida en la URSS, la militancia en la izquierda, las represiones vividas, la creación de ideas para pensar el mundo, realizado en la academia, etc. son los trazos de un espíritu que hace uso de su libertad.

 


Entre el profesorado con quien me tocó convivir en el Posgrado de la UNAM, puedo mencionar a: mexicanos: Bolívar Echevarría, Américo Saldívar, Leonel Corona, María Eugenia Romero, Sergio de la Peña, Ángel de la Vega; los chilenos Orlando Caputo, Daniel Varela, Los brasileños Herbert De Souza, Theotonio dos Santos, Vania Bambirra, Ruy Mauro Marini, la argentina Rosita Kuminsky y otros más como Fausto Burgueño, José Luis Ceceña, etc.

 

A través de los relatos de las memorias de Américo Saldívar nos damos cuenta que pertenece a la generación de luchadores sociales que tuvieron el socialismo como horizonte y la democratización de las sociedades autoritarias latinoamericanas como meta. Es cierto, en América Latina, el avance del socialismo fue duramente reprimido tanto en Cuba como en Chile, pero la generación de activistas por el socialismo logró nada más y nada menos que la apertura de las dictaduras latinoamericanas.

 

En México, el dominio del PRI, si bien se legitimaba en las urnas, se convirtió en el dominio de un partido único que cancelaba cualquier manifestación de oposición, cualquier disidencia. Esta generación de luchadores, logró que se abriera; primero en las urnas y posteriormente, en la administración, una serie de andamiajes sociales e institucionales que permitió la apertura.

 

El costo fue alto, como se narra en las memorias: varias generaciones marcadas por la lucha clandestina, la exclusión, la descalificación por ser comunistas, hasta sufrir la pena más alta: el encarcelamiento.

 

Quiero decir que las memorias de Américo son un conjunto de recuerdos seleccionados. Ninguna memoria puede ser total: nadie puede recordar todo porque ya lo dijo Jorge Luis Borges en Funes, el memorioso, donde narra la historia de Irineo Funes quien recuerda absolutamente todo, pero ello le provoca una alteración de la realidad, una incapacidad para realizar generalizaciones y abstracciones; en síntesis, una incapacidad para vivir la cotidianidad. Así, entonces, las memorias son siempre una memoria selectiva. Aquí asistimos a la que Américo Saldívar escogió para encontrarse con su pasado y de esta manera, hacernos partícipes de diversos periodos de vida donde se pueden encontrar las claves del presente.

 

El autor narra su vida, pero la narra teniendo como telón de fondo el contexto de la sociedad mexicana, los movimientos sociales y políticos mundiales. Por eso, las memorias se convierten en historia. Aquí están los seres individuales que transforman las sociedades y los contextos sociales que moldean a los seres individuales. No hay lo individual sin lo social ni entenderíamos los cambios sociales, la vida en comunidad, sin las acciones de individuos concretos.

 

En cuanto el punto de vista, quiero decir que las memorias están escritas desde un punto de vista de lo que ocurrió como ocurrió, sin asumir la pobretud de la pobreza, tampoco la victimización de la represión ni la heroicidad de la cárcel. Por eso digo que el punto de vista, el enfoque está dado desde lo que le tocó vivir, sopesándolo como parte de los acontecimientos de la vida. Las diversas vicisitudes vividas con entusiasmo, con pasión, con el ánimo de seguir adelante.

 

Nos encontramos ante un texto celebratorio, vemos a una persona capaz de gozar los acontecimientos de la vida, ya sea en La Cotorra en Villa de Ocampo, Nuevo León, en la URSS, en Puebla o en México. En los diversos contextos en que vivió Américo es capaz de encontrar motivos para vivir con alegría; motivos para vivir la vida que le tocó y que seleccionó.

 

Esta capacidad de salir del infortunio, de encontrar disfrute en circunstancias difíciles, es una de las lecciones más importante de las memorias. Otra, lo es la capacidad de hacer comunidad, la solidaridad hacia los amigos, esa capacidad humana de construir comunidad como el único medio de sobrevivir en distintas condiciones.

 

En particular, disfruté la parte de la vida en la Unión Soviética, quizá porque me recordó mi propia estancia en la República Democrática Alemana, la Alemania Socialista, veinte años después de la estancia en la URSS de Américo.

 

En síntesis, aquí vemos a la generación de la ilusión. La que fue al socialismo realmente existente para formarse en una nueva ética de cooperación, de colaboración, de no explotar a nadie, de crear condiciones para construir una nueva vida. Testigo del esfuerzo de la URSS por cambiar las condiciones de trabajo de millones de personas, pero también de las contradicciones estando sitiados por el capitalismo.

 

Esta generación es también la que nos ha heredado las mejores ideas con que aún pensamos el presente. Su vida se convierte en un ejemplo de congruencia porque el corazón comunista no desaparece se transforma en nostalgia, en nuevos compromisos, en acciones, en esperanza, en entusiasmo.

 

Es una presencia de actos idos, es un pasado expuesto ante el alma donde están los afectos, las emociones, los exámenes de conciencia. Pero también el desconcierto, las incertidumbres, los dolores, las nuevas decisiones.

 

Resalto una frase que se encuentra en la página 87:

 

El tiempo se me escurría de las manos y yo no alcanzaba a leer todo. Les decía a mis compañeros que me gustaría pasar unos ocho meses en la cárcel completamente aislado para dedicarme de tiempo completo a la lectura. Cuidado con los deseos (p. 87).

 

Así que cuidado con los deseos.

 

Quisiera terminar agradeciendo a Américo por escribir estas Memorias, por permitirnos asomarnos a estas etapas de su vida.

 

Intervención en la presentación del libro de Américo Saldívar el 14 de noviembre en el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz de Tepic, Nayarit.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 16 de noviembre de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 11 de noviembre de 2024

Cuando dices sí, ¿a qué dices sí?

La sexualidad es al feminismo

lo que al trabajo al marxismo:

 lo más propio de cada uno,

pero también, lo más robado

 

Catharine A. MacKinnon

 

¿Quién no ha dicho sí en una relación amorosa en la cúspide del enamoramiento, con el cuerpo pleno de deseo? Las mujeres hemos sido socializadas para decir sí, para expresar consentimiento de que el otro realice su deseo sobre nuestro cuerpo y nosotras, a su vez, lo leemos como reciprocidad del nuestro.

 

¿Cómo se construye este consentimiento? ¿Hasta dónde abarca, cuáles son sus límites? El consentimiento, es cierto, es una apertura al otro, pero no puede ser un cheque en blanco para que el otro realice sobre mí todo lo que se le ocurra realizar y de esa manera, aniquile la presencia de la pareja. Aquí estoy yo, que soy un cuerpo, una presencia, una persona.

 

El sí dado en el registro civil, en la iglesia o en las relaciones íntimas nos introduce en una nueva dimensión del conocimiento de mí misma y de mi cuerpo. Quiero distinguir el sí de las mujeres a partir de la década de los setenta cuando inicia la liberación sexual, respecto de las restricciones de la sexualidad de las mujeres de las épocas anteriores. Ese movimiento creativo y generador de nuevas sociedades, que si bien, destruyó atavismos también abrió el camino para el goce sin tener en cuenta que las mujeres son personas; sin partir de los deseos de la pareja. Como si la liberación sexual se instalara en la ética de Sade: el goce a toda costa y del imperativo categórico de Kant aplicada al deseo: el deber de gozar, como lo explica Clotilde Leguil, en Ceder no es consentir (2023).

 

Leemos, por ejemplo, los testimonios de mujeres estudiantes de universidades que dijeron sí a sus novios. Ellas sienten que ese consentimiento fue traicionado porque las fotos íntimas fueron socializadas, porque fueron buleadas en las redes, ridiculizadas en espacios de amistad, etc. Se genera una relación ambigua sobre el asunto porque reconocen que tales relaciones amorosas estuvieron atravesadas por el consentimiento. Un consentimiento que, sobre todo, implicaba confianza y, por lo tanto, un lugar seguro para realizar el deseo de ambos, para dejarse llevar por el goce.

 

El lugar seguro no lo fue. Es cierto, iniciaron la relación sexual desde el consentimiento a una relación amorosa y sexual, la cual se transformó en un forzamiento para otras cosas. Las mujeres se sienten mal por las consecuencias de su consentimiento; van generando un malestar, pero no sienten que fueron obligadas porque en un principio dieron su consentimiento (a diferencia de las relaciones sexuales entre personas adultas con infantes, donde lo que ocurre son violaciones). 


Entonces, ¿cómo explicar que dije sí a lo que me perturbó, me produjo malestar?

 

Para desenredar este asunto de que dije sí, pero las consecuencias de ese sí no las había previsto, se tiene que partir de que el consentimiento en las relaciones amorosas, está lejos de ser dado desde la racionalidad -esa dimensión del cálculo y la deducción que nos dicen, es la cima de lo humano-. Por el contrario, se trata de experiencias de la emoción donde participa el cuerpo con sus deseos, sus fluidos, sus angustias, sus anhelos.

 

Cuando dije sí, lo dije a una expectativa de relación, a un imaginario, pero no sabía a dónde me llevaría ese consentimiento, porque no sabemos de antemano a dónde nos conduce la relación amorosa-sexual. Por eso encontramos a mujeres extraviadas en sus relaciones donde el deseo de sí ha sido anulado por el cumplimiento del deseo del otro. Pasamos, entonces, de la experiencia del consenso a la experiencia del forzamiento dentro del mismo marco de haber dicho sí.

 

Debe tomarse en cuenta que las mujeres no han sido educadas para reconocer y expresar su deseo. Es el deseo del varón el que prima sobre el de las mujeres. Además, desde la Ilustración, nos han enseñado que el consentimiento es la base de la relación legítimas entre iguales, pero ¿realmente estamos en la misma posición los hombres que las mujeres respecto a la realización del deseo? Porque las mujeres estamos en una situación de dominación patriarcal y desigualdad estructural, lo que vuelve imposible que el consentimiento de las mujeres sea semejante al del varón.

 

Casi se puede decir que el consentimiento de las mujeres es el consentimiento de las esclavas, de las subordinadas. Por ello, “hágase en mí según su voluntad”, sería la vocalización de las mujeres, que cuando dicen sí; dicen sí al deseo total del otro, al aniquilamiento de su propio deseo.

 

 Muchas mujeres no se atreven a recorrer el camino de la aclaración, habitan en la ambigüedad de que otorgaron el consentimiento y por ello, deben asumir las consecuencias. Es como si un yo más grande que sus emociones les dictara esta nueva actitud. Entonces, ellas mismas justifican las agresiones que sufren en la intimidad porque piensan que de esa manera están haciendo lo correcto. Como si el patriarcado que llevamos dentro tomara las riendas de nosotras mismas.

 

Han vencido las relaciones abusivas; ha vencido la violencia sexual. La estrategia consistió en la ilusión de la libertad de las mujeres para decir sí. Por ello, como dicen las teóricas del feminismo radical, Kate Miller, (Política sexual, 1970) y Catalina MacKinnon, (Hacia una teoría feminista del Estado, 1989): no hay libertad posible sin igualdad.

 

Termino con estos breves versos:


Hay en los ojos lágrimas, hay en el cuerpo, desazón.

La vergüenza se vuelve vómito de sangre

y el dolor y la culpa, existen.

¿Cómo llegué aquí?

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de noviembre de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 4 de noviembre de 2024

Mis redes sociales o el mundo empequeñecido

Solo las fronteras verdes y las fronteras del aire 

cicatrizan bajo los pasos del viento nocturno

 

Ingeborg Bachmann

 

 Cada vez que das un like a alguna publicación en internet un espíritu te persigue por toda la red. Aunque se llamen algoritmos, realmente se trata de fantasmas que aspiran tu vida y te engañan. A ti, a mí, a todxs

 

Los algoritmos son acciones que siguen a otras en secuencias; por ello, si tú das like a una página de poesía latinoamericana, enseguida tendrás la oferta de otras páginas de poesía semejantes. De la misma manera, si das like a la publicación de una persona, candidata, artista, empresario, etc., el algoritmo te propondrá otras publicaciones en la misma dirección. Ya no digamos si compras un boleto para un concierto, un viaje o rentas una película. La frase para hacerlo dice: “También te puede interesar…”

 

Aunque parezca que la red es ilimitada y abierta, realmente se trata de un espacio de encerramiento. Seleccionamos solo aquello que concuerda con nuestras ideas, de tal manera de interactuar con quienes piensan igual que yo, tienen las mismas preferencias y pueden seleccionar textos, lugares o diversiones similares a las que me gustan.

 

Así, vamos viviendo cada vez en comunidades cerradas, sin atisbar lo que dicen o proponen otras comunidades que me pueden causar displacer. Las redes sociales (RSO) y el internet son ese omnipresente al cual consultamos el pulso de la vida. Así como las abuelas se persignaban antes de salir a la calle, ahora consultamos el tiempo, las tendencias en las encuestas, el tráfico, los restaurantes, y otros asuntos más, en las redes.

 

El internet y las redes sociales han cambiado las formas de interactuar y de comunicarnos. ¡Nada es como antes! No es que añore las comunicaciones interpersonales como única manera de relacionarnos, sino que lo que estoy analizando es que, así como antes nos relacionábamos con quienes estaban en la proximidad y de entre ellos, seleccionaba con quien interactuar a partir de preferencias comunes, ahora en las redes ocurre algo similar. Esa preferencia por seleccionar a quienes tienen algo común conmigo no lo inventaron las redes, solo lo trasladamos a ellas.

 

¿Por qué en la primaria fue mi amiga Susana o Amalia, Alma y Judith? Porque vivían por mi rumbo, disfrutábamos jugando la matatena y no nos gustaba hacer costura.

 

Así seguimos, pero ahora en redes. Efectivamente, aunque pueda comunicarme con Noemí que se encuentra en Chile, con Roberto en Canadá o Carmen en Chiapas, ese alguien tiene alguna característica o gusto que lo acerca a mí: comparte las mismas preocupaciones sobre el medio ambiente, está a favor de los derechos que se otorgan a los animales, lucha en contra de las desapariciones forzadas, compartimos acciones sobre la igualdad, etc. Construimos, entonces, barrios digitales desde los cuales habitamos el ciberespacio. Barrios, al fin y al cabo.

 

Entonces, lo de hoy sí es como antes, sigo siendo una persona habitante de un pequeño espectro del mundo.

 

No huelo al otro, o la otra. No sé cuál es el aroma que despide su cuerpo o su cabello porque no estamos en la proximidad ¿Cómo camina? ¿qué ritmo asume al caminar? ¿Suspira cuando ve el horizonte? Las sociedades del aliento cercano son sustituidas por las sociedades de la imagen remota. La imagen me transmite un ser con la apariencia elegida para mostrarse ya sea en un fondo nítido donde puedo ver el contexto desde el que se conecta o en el fondo difuminado que esconde los detalles de su entorno.

 

En Babel el mundo se embrolló, aquí en cambio, ancladas en esta orilla habitamos un mundo empequeñecido por mis propias preferencias, por la activación que realizo de mensajes, de perfiles, de acciones. Con ello, creo una burbuja donde me reconozco en quienes también tienen esas preferencias. Una gran burbuja que es, al final de cuentas, una burbuja selectiva, donde estamos los que nos consideramos semejantes.

 

No activo las burbujas de los otros, de aquellos que nunca estarán en mis mensajes ni yo en los de ellos. No sé cómo reaccionarían ante mis palabras ni sé cómo yo actuaría ante sus propuestas. Son burbujas digitales que no se tocan.

 

Habitamos el ancho mundo de la era digital empequeñecido por las preferencias individuales a partir de las cuales creamos nuestras minúsculas colectividades. Seguimos viviendo en barrios.

 

Por eso, cuando das like avivas un tramo de alambre de púas para seguir viviendo en tu pequeño territorio delimitado por tu mismidad. Somos seres que, con cada like que damos, establecemos fronteras.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 6 de noviembre de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx