Soy mujer
Y un entrañable calor me abriga
cuando el mundo me golpea.
Es el calor de las otras mujeres,
de aquellas que hicieron de la vida
este rincón sensible, luchador,
de piel suave y tierno corazón guerrero.
Alejandra Pizarnik
La única revolución es la feminista. Todas las demás revoluciones han dejado intacto el dominio fundante de todos los dominios: el de lo masculino sobre lo femenino.
La emancipación de los esclavos dio a éstos independencia frente a los amos, pero dejó intacta la estructura familiar patriarcal en la que se reproducía la esclavitud de las mujeres. Los esposos, hombres libertos, fueron los amos de las mujeres.
La liberación de los siervos del dominio de los feudos, dio a los primeros emancipación, pero redujo a las mujeres a la vida familista donde el siervo, convertido en señor de su casa, redujo a las mujeres a servidumbre.
La revolución liberal convirtió a los hombres en sujetos de derechos, pero las mujeres fueron domesticadas a la vida amorosa, carentes de derechos.
La revolución obrera convirtió a los hombres en dueños de su fuerza de trabajo, más las mujeres fueron evangelizadas como trabajadoras gratuitas.
La revolución campesina dio a los agraristas el dominio de la tierra; a las mujeres no les dio propiedad sobre su cuerpo ni sobre su tiempo.
Las mujeres esclavas, siervas, doméstica, cautivas, recluidas, expropiadas, no harán otra revolución, harán la Revolución. La revolución de las mujeres:
La revolución de las mujeres significa el fin del dominio de la ley masculina que avasalla a las mujeres y a los cuerpos feminizados.
No solo aspira a cambiar los protagonistas de lo público; sino también lo que se entiende por público.
Destruye la equivalencia entre poder político-poder económico-poder religioso y control sexual sobre el colectivo de mujeres.
La revolución feminista rompe la estructura del amor en su falso discurso romántico para mostrar su esencia de poder.
No solo quiere alterar las condiciones de producción, como decía Carlos Marx; sino también las de reproducción, que no vio Marx.
No quiere intercambiar el poder de los hombres por el poder de las mujeres; sino romper la dicotomía de hombres-mujeres para dar lugar a criaturas humanas.
Queremos eliminar la supremacía masculina con su secuela de colonialismo, guerra, desigualdad, saqueo, miseria.
Terminemos con el autoritarismo sexual violador.
En la revolución de las mujeres seremos las dueñas de nuestro útero, nuestros deseos, nuestra matriz, nuestros procesos vitales.
Rompamos la cadena de explotación y opresión del patriarcado/capitalismo porque el orden patriarcal descansa sobre la explotación del cuerpo de las mujeres, de su tiempo, de la extracción de sus emociones para beneficio del capital.
Trastoquemos la familia tradicional de amo y esclava; señor y sierva; burgués y obrera en un núcleo de crianza humana de la nueva sociedad no patriarcal, no capitalista, no en el orden colonial.
Eliminemos el mandato de la sexualidad vinculada a la reproducción.
Adueñémonos de nuestro cuerpo; de la reproducción humana. Cambiemos los simbolismos del alumbramiento y la educación.
Cambiemos el orden cultural que nos convierte en oprimidas y dependientes.
Porque no somos naturaleza, decidamos la reproducción.
Porque somos cultura, construyámonos en otra libertad. Libres del patriarcado y sus genocidios; libres del capitalismo y sus saqueos; libres del orden colonial y su racismo.
Solo en la revolución feminista surgirá lo nuevo humano.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 28 de noviembre de 2024.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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