Guadalajara, Jalisco
San Juan de las cuatro esquinas,
donde correteó la loba
a toditas las catrinas.
Para Chema y su familia,
en particular a su madre,
una contadora de historias
¿Cuántos cuentos, guarda la montaña? Sin duda, cada generación hace un recuento de las historias que se van contando, de tal manera de que se puede imaginar un río de narraciones que fluyen a través del tiempo para hacerse presentes en cada época con nuevos personajes.
En esta ocasión José María Jiménez Carrillo nos entrega este volumen de Cuentos del Abuelo Nayar. En ellos atisbamos a escenarios y situaciones diversas, desde la montaña, las marismas hasta las cantinas. Allí ocurre el diario transcurrir de la vida, ahí vemos a los personajes en sus maneras de sobrevivir, en las rencillas que les arranca la vida o que le sirven para pasar el tiempo.
Porque los cuentos nos relacionan con el mundo. A través de los personajes pensamos, sentimos y aprendemos de los contextos en los que la vida transcurre. Por ejemplo, yo no sé si fueron reales las cantinas llamas Cielo e Infierno en un poblado de la costa, porque, como se imaginarán, poco sé de cantinas y tampoco sé mucho de los pueblos costeros. Sin embargo, la cantina le sirve al autor para recrear un suceso donde la niebla es el personaje principal. La niebla que empaña la visión de quienes regresan al pueblo y en ese extravío alguien pierde la vida.
Regresamos también a otras épocas donde la vida en la escuela estaba lejos de tabletas y videos educaciones. Eran los tiempos donde se jugaba el tropo. Leemos: “A la hora del recreo, en la primaria se compraba una paleta y recargado en la pared de la escuela, se ponía a ver el juego del trompo que jugaban algunos alumnos de sexto año de primaria” Por sí solo, el inicio del cuento nos deja la expectación de lo que ocurrirá. Queremos saber más de lo que pasaba en ese recreo. Efectivamente, se narra el detalle del juego del trompo, cuya descripción hubiera maravillado a Sor Juana Inés de la Cruz, quien narra cómo, cuando le prohibieron tener libros y estudiar, ella se basaba en lo cotidiano para seguir creando conocimiento. Dice, por ejemplo, que tiraba harina a las niñas que jugaban el juego del trompo para analizar los círculos que dejaban al dar vueltas. En el relato que nos ocupa tenemos una verdadera lección de los tipos de trompo que existían y de las suertes más apreciadas entre los jugadores.
Cuando leemos los relatos del Abuelo Nayar nos transportamos a los diversos lugares donde se ambientan las narraciones, ya sean los pueblos costeros o los ranchos de la serranía. Intentamos ajustar la información que se nos va dando para nosotros inventar otros finales, porque así es, vamos interpretando la información a partir de esquemas que ya tenemos. Por ello, leer estos cuentos nos permite recrear diversas situaciones y también asomarnos a finales inesperados, a otras formas de resolver las situaciones, a otras sensaciones y maneras de resolver los conflictos cotidianos.
En los cuentos del Abuelo Nayar también intentamos entender las motivaciones de los personajes. Sabemos, por ejemplo, que Don Canuto tiene un hijo llamado Canuto, que este va a vender huevos al mercado Juan Escutia de Tepic, pero que las rencillas se resuelven con ira. En otros cuentos, también la ira, la violencia atraviesan las relaciones entre los personajes.
Las personas son atrapadas por su época y su contexto. Se hace lo que se ha hecho durante años y poco a poco empieza a cambiar. Sin duda, también, la sensibilidad de la
sociedad cambia en las diversas épocas, por eso, lo que era normal en un momento dado, ya no es aceptado en otra.
Los cuentos que nos presenta José María Jiménez tienen la virtud de recoger el habla de las personas de la costa y de la sierra en una época precisa. Supongo que será a mediados y fines del siglo XX. Quizá algunos de estos tipos de habla siguen usándose, en aquellas tierras o ahora se entrelacen con las palabras y modismos de la televisión, de las redes sociales, del internet. Leemos palabras como “varejones”, “tiliches”, “enmuinado”, “tirria”, “sopetón” y otras.
Los cuentos del Abuelo Nayar nos transportan a escenarios donde quisiéramos estar o no quisiéramos: al interior de las cantinas, a los paseos en panga, a los ríos, a la vida cotidiana llevando a la nieta. Vemos la angustia de los personajes que se pierden entre la neblina y no les queda más que el cielo para orientarse. Por eso, como dicen los personajes del cuento “El arado”, le digo a José María, “Tírale a la luna” para llegar al puerto que quieres. Sigue adelante con las narraciones, para seguir contando historias, que, al fin y al cabo, los seres humanos somos eso: animales que confabulamos, que narramos para explicarnos quiénes somos.
Intervención en la presentación del libro el 11 de diciembre de 2024 en la Universidad Autónoma de Nayarit.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de diciembre de 2024.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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Muchas gracias, Lourdes, por presentar antier, en la Universidad, el libro de "Cuentos del Abuelo Nayar", también agradecer tu excelente interpretación de los cuentos y tú valiosa aportación para mejorar en el camino de la escritura.
ResponderEliminarSi hiciera un poemario no dudaría en volverte a invitar como presentadora de ese poema; ojalá y el tiempo nos deje hacer eso.
Bellos cuentos y Bella reseña. Saludos afectuosos.
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