¡Esclavos y payasos,
arrancad de sus asientos
a los graves senadores
de arrugas venerables
y gobernad en su puesto!
Shakespeare. Timón de Atenas
Seguramente la novela mexicana está escribiendo
las disputas alrededor del poder en México. Esa larga zaga donde se encierran
inagotables posibilidades del comportamiento humano alrededor de dominar unos
sobre otros, pues de eso se trata el poder. En México, las reglas para ese
dominio se encuentran plasmadas en Códigos Electorales Federales y Estatales,
pero sobre todo, se encuentran en la práctica real de la aplicación de esas
leyes.
¿Por qué es tan atractivo el poder? Decidir
destinos, disponer del tiempo, utilizar la riqueza es una atribución de los
dioses. En el ámbito terrenal se traduce en imponer la voluntad propia,
manipular, disponer de la riqueza pública para fines personales.
¿Todos los políticos son tiranos? Para
Shakespeare pareciera que sí si nos asomamos a Julio César, Enrique IV o
Coriolano. ¿Todos los políticos mexicanos son corruptos? Quizá no tengamos una
respuesta cabal de ello, lo que sí podemos decir es que todos los partidos
políticos que actúan actualmente en la arena política mexicana, son autoritarios.
Ningún partido político, de los que pueden ser
competitivos, practican la democracia a su interior ni en la resolución de sus
propias controversias. Si vemos el autoritarismo del PRI, del PAN, del PRD,
sabremos que en México, el autoritarismo es el rostro de la democracia. Todos
los partidos políticos tienen precandidatos únicos que, por ello mismo, se
convertirán en los candidatos definitivos.
En México tenemos una larga tradición de
autoritarismo. La relación del poder con la sociedad ha sido la búsqueda del
sometimiento pero no la construcción de ciudadanía crítica. Todo ello teniendo
como base una pobreza escandalosa y un descuido –por decir lo menos- de la aplicación
de las leyes. Y, en medio de todo ello, la impunidad como la moneda de la
democracia.
El PRI ha perdido la inminente mayoría desde
principios del tercer milenio, pero ello no ha significado la pérdida del
poder. Por el contrario, estar en la oposición durante doce años, le permitió
reconfigurarse a partir de la búsqueda de los intersticios donde se arman las
alianzas y complicidades del poder y sus negocios.
Además, los partidos políticos en su conjunto, han
sido priísados. En México, el único partido que conocemos es el PRI o más bien
dicho, las formas de gobierno, las relaciones con la ciudadanía, la distancia respecto
de las leyes, la forma de organizar el poder y otros elementos, han constituido la pedagogía heredada por el
PRI a los diversos partidos políticos. Por eso, encontramos voces que llaman a
no votar, una cultura política, referida a un “desencanto” de la alternancia, desencanto
de la propia democracia. Esta idea se basa en que “todos los partidos políticos
son lo mismo”.
Sin embargo, el país ha cambiado. En cien años
hemos transitado de una sociedad de campesinos en la ruralidad a una sociedad
de habitantes de las urbes. De una concepción del México mestizo, a una
comprensión del México multicultural. De una visión masculina del mundo, al
reconocimiento de los derechos de las mujeres.
¿Y los partidos políticos? Los partidos
políticos deberían ser el principio organizativo de la sociedad, el lugar donde
diversos ciudadanos y ciudadanas construirían proyectos de país para llevarlos
a cabo ya que la política es el lugar donde se posiciona la cultura, la
convivencia, la sociedad.
Pero, no tenemos los partidos políticos
necesarios para el momento actual. Enfarragada, la clase política en sí misma,
carecemos de motivos para renovar el sistema político. En México, la contienda
democrática se reduce a la competencia electoral: retener el poder por el valor
que ello tiene. Retener el poder para seguir reteniéndolo: sin metas
republicanas, sin construcción de bien común, sin nadie a quien dar cuentas. Quizá
por ello, las contiendas electorales se parecen más a un cumplir el rito de las
elecciones, antes que a un momento de apertura a una nueva posibilidad de
sociedad, de construcción de otra forma de vivir.
En síntesis, estos partidos políticos
autoritarios no pueden ser los agentes de la democracia.
Publicado en Nayarit Opina el 15 de enero de 2018
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