La igualdad es el alma de la
libertad;
de hecho, no hay libertad sin
ella
Frances Wright
La respuesta a esta
pregunta se puede contestar desde distintos lugares. Desde luego, supongo que
los varones tendrán su propia respuesta sobre la pregunta, por lo que yo parto
de que soy una mujer preguntándome si los hombres pueden ser paritarios.
La complejidad de
la respuesta pasa por la posición de privilegio que tienen los varones, porque
preguntarse por las desigualdades de género es tomar conciencia del lugar de
lujo que han tenido. Por ello, no se trata solo de que los hombres reconozcan
las prácticas machistas cotidianas, sino que sean capaces de cuestionar las
posiciones de poder, romper con las complicidades y construir otros lugares
desde los cuales vivir las masculinidades paritarias. Esos procesos son
difíciles porque en primer lugar se requiere renunciar a los privilegios que
históricamente han tenido; en segundo, reconocerse como opresores en diversas
prácticas; en tercero, asumirse como beneficiario de la opresión estructural de
las mujeres; en cuarto, es necesaria tener la disponibilidad para la
construcción de espacios de varones donde se reflexione sobre esas prácticas y
quinto, abrirse a la escucha de las demandas de las mujeres en relación a las
prácticas de la masculinidad.
Para los varones,
crear espacios de reflexión colectiva donde politicen e historicen su vida
cotidiana es, por hoy, algo impensado. Sin embargo, iniciar un proceso de
reflexión sobre la forma de ser hombres, por los mismos hombres, requiere no
sólo politizar las acciones cotidianas sino desindividualizarlas,
despsicologizarlas, dejar de ver el tema como algo meramente individual, lo que
le ocurre a cada hombre, para considerarlo un acontecimiento colectivo, lo que
les ocurre a los varones como conjunto. De alguna manera, se trata de proceder
como hicieron las mujeres con la proclama “lo personal es político”, no porque
fuera obvio que lo personal fuese político, sino porque la reflexión de las
mujeres permitió darle contenido a la frase a través del reconocimiento de la
opresión, subordinación, falta de poder, en la vida cotidiana. Para ello, las
mujeres se organizaron de múltiples maneras a fin de darle palabras, teoría,
rostro a la dominación masculina.
Eso mismo deben
hacer los hombres: Preguntarse por la forma de ser varones, reconocerse en
colectivo y socializar. Sin embargo, los límites históricos para la paridad
están dados en el sentido de que muy pocos están dispuestos a renuncian a los
privilegios de manera voluntaria ya que esos privilegios se perciben como
naturales, históricos, parte de las características de ser hombre, de su
personalidad, de sus derechos, de sus méritos. La renuncia a ello no pasa solo
por un proceso de toma de conciencia, de confesión o de proceso terapéutico,
sino que pasa por un proceso de transformación de las colectividades y de las
estructuras sociales y culturales.
Este proceso no
puede realizarse en soledad sino que tiene que ser acompañado por otros
hombres. Es deseable crear espacios de
pertenencia entre varones.
Además, los varones
deben tomarse en cuenta que existe un actor colectivo que está protagonizando
una revolución civilizatoria que incide en ello. Se trata de la revolución de
las mujeres. Si los varones tienen límites históricos para aplazar esos
cambios, muy probablemente el actor mujeres será capaz de empujar esos límites
al cambio. De ahí la importancia de construir colectivos de varones donde se
abran a la palabra de las mujeres como parte de la escucha, de la interpelación
a sus masculinidades, aceptarlo como propio y actuar en consecuencia.
Pues no, los hombres no pueden ser paritarios
si no cambian sus masculinidades, si no trabajan para ello, como lo hicimos las
mujeres.
Publicado en Nayarit Opina, el 23 de julio de 2019
Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
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