Usas
un espejo de cristal para ver tu cara; usas obras de arte para ver tu alma
George Bernard
Shaw
Lo
esencial del arte es herir, requiere conmoción porque interpela a quien ve,
sacude a partir de la mirada. Eso es lo que ocurre con las exposiciones de la
plástica en la “Semana de las Artes, Confluencia Gráfica” organizada por el
Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz inauguradas el 9 de septiembre en
Tepic, Nayarit y permanentes durante lo que resta de 2019.
El
arte nos ubica fuera de nosotros mismos desde el interior porque trae la
aparición de lo distinto. Vemos la exposición “Rojo Desierto” (Humberto Valdez,
Zacatecas) para ver la rotundidad del mundo que está ahí, en esa extrañeza que
nos empapa. En tanto, los grabados “Paloma de la paz” (Taller Peyote Azul) nos
devuelve a la conciliación. El grabado nos revela a las palomas múltiples y con
ello, convierte en inasible la idea de la única paloma.
La
forma se quebranta en múltiples posibilidades en “Autorretrato cincuenta días”
(Andrés Vázquez Gloria, Humberto Valdez) porque no admite lo igual. La belleza
transparente se vuelve un imposible, el arte es aparición y desaparición, casi
como un encubrimiento, así lo revelan los grabados de “Versiones y diversiones.
Apuntes selectos de la gráfica nacional” (Coxala Gráfica, Ajijic). La armonía
del arte consiste en ese aparente desorden en que las imágenes se muestran.
¿Qué
sensaciones desata la pieza digital “La Virgen del Mar” (Miguel Pérez, Gráfica
Chacala)? La plataforma digital constituye una novedosa aprehensión estética de
la obra que muestra dimensiones instantáneas en las pantallas que se suceden, como
si la fugacidad del instante afirmara lo que permanece.
Para
Kant quien mira, debe sentir una complacencia inquieta, que se genera en la
distancia entre el arte y quien ve; quizá por ello, la mirada estética no es consumidora, sino
“inquietadora”. Es lo que nos ocurre con la exposición “Memorias Múltiples”
(Peyote Azul) donde asistimos a los grabados de diversos artistas. Algunos los
conocíamos pero cada vez que los vemos, vuelven a mostrar la profundidad atrapada
en los trazos.
Debemos
preguntarnos si el arte es una finalidad en sí mismo o es un medio. La
discusión nos llevará a preguntarnos por la obra de arte como fin estético o
como consumo en el mercado actual del mundo. Los grabados de “El Diablo en la
Pared” y “Se va y se corre con la vieja del pozole” acercan nuevas versiones de
la lotería mexicana en la resignificación de lo que hoy es ser valiente, ser
una dama o un gallo solar. Reviven la memoria que estaba ahí para hacerla girar
en círculos de nuevos significados.
Y
el Triciclo Gráfico (Saúl Tortolero), que con su presencia, anuncia las líneas
de lo futuro.
Sin
duda, el arte es una forma de conciencia social, es la forma como cada
generación se apropia del mundo a partir de la estética. Aún cuando son
actividades realizadas por personas individuales, muestran el sentir de la
comunidad artística en ese momento. No es casual que las obras nos traigan el
ambiente de violencia, de incertidumbre, de desapariciones de los actuales
tiempos. Sin embargo, la gráfica está muy lejos de ser una traducción de la
realidad contemporánea; es más que ello porque abstrae aquello que necesita
perdurar desde una mirada individual que nos rehace como colectivo.
El
arte nos conduce a recordar, a traer lo olvidado al centro. Quien contempla y se
inquieta es porque está vivo. Por ello, el arte nos salva del mero pasar en la
vida.
Publicado en Nayarit Opina el 24 de septiembre de
2019.