“Nadie es patria.
Todos lo somos”
Jorge Luis Borges
Cuando
viví en Alemania mis colegas de la Universidad Humboldt no comprendían que en
México celebráramos “El Grito”. La expresión era inusitada porque no se
celebraba algo en especial, sino que lo que quedaba en el imaginario de la
tierra de Mozart, Kant, Brecht, era un país que celebraba un grito y por lo
tanto, gritaba.
¿Por
qué nos emociona el Grito? Porque la política hace uso del sentimentalismo para
arraigar a la ciudadanía a algo intangible que se llama Patria. La emoción del
grito es una articulación entre la comunidad nacional y la identidad
individual. Por obra y gracia del grito desaparecen las clases sociales y la
estructura de desigualdad. Todos estamos a la misma hora sintonizados en lo que
ocurre en Palacio Nacional.
La
política de la emocionalidad hace uso de las emociones básicas, señaladas por
Baruch Spinoza: el miedo, la esperanza, la ira, la felicidad, para que sirvan
de elementos cohesionadores en el ámbito de la política. El Grito se convierte
en el instante simbólico donde las diversas concepciones del mundo se
interconectan para construir un significado compartido: lo mismo los
empresarios del aeropuerto de Santa Lucía que los jornaleros migrantes de los
albergues de caña; el profesorado universitario que los tianguistas. En la
noche del 15 de septiembre, todos estamos ahí, para celebrar el Grito que funda
la Nación sentimental.
En
El Grito se realizan transacciones emocionales, como dice Berlan (“El corazón
de la nación”, FCE), ya que el discurso sentimental de pertenencia a la misma
Patria hace compartir y coincidir en ese ente abstracto, para poner a salvo las
diferencias territoriales, patrimoniales, epocales. Ente, por el que todos y
todas habitamos lo elementalmente humano y sin lo cual ninguna de las
actividades tendría sentido, ni la vida cotidiana, ni los actos privados, ni la
presencia de lo público.
El
Grito es un rito del sentimiento que impregna la escena pública de religiosidad
laica y que, por lo tanto, evoca para pasar a la contrición, la aflicción y la
sanación. Si el periodo de AMLO no ha
podido revertir la desigualdad social y mucho menos, acabar con la corrupción,
la noche del 15 de septiembre se convierte en el rito de paso, el lugar de la
iniciación, donde a la luz de las antorchas vuelve a encenderse la esperanza
del futuro. Es la noche en que se rehace la comunidad, se comulga con los
héroes, se siente la Patria.
El
Grito se convierte en la cúspide de la promesa de la sociedad adulta gobernante
a la juventud: ahí están los adultos orlando en los jóvenes el cumplimiento del
cumplimiento en las becas del primer empleo, en la fantasmización heroica de
los jóvenes de Ayotzinapan, en los viejitos vueltos becarios de la senectud. Se
trata de soluciones a personas individuales ante la incapacidad de realizar
cambios estructurales. Es mejor que cada quien se refugie en su propia mini comodidad,
mini solución para que desde el fondo de su corazón, grite con fuerza, con
autenticidad, con brío: “¡Viva México! mientras se tiene la tarjeta donde se realiza
el depósito. Ahí palpita la Patria.
La
Patria emocional de AMLO tiene cabida en el Grito mientras los salarios
destrozados de quienes trabajamos nos devuelve a la realidad al día siguiente,
mientras la miseria de las fosas clandestinas nos abarca con su cauda de
espanto. Esperaremos las proezas viriles
de los deportistas, las efímeras victorias de algún equipo deportivo para
volver a resignificar el ¡Viva México!, en tanto llega el siguiente 15 de
septiembre y entonces los Vivas, ese verbo vuelto sustantivo, de nuevo se
arroje como fuegos artificiales, como golpes en el corazón, a cada quien.
Publicado en Nayarit Opina el 17 de septiembre de
2019.
Excelente escrito como siempre doctora Pacheco. Es verdad, año con año esperamos la fecha como un pretexto para reunirnos con los que amamos y, aprovechamos para juntos manifestar ese amor a la patria que nos fue inculcado desde niños, desde la escuela. Aprovechamos para cantar canciones mexicanas, vestirnos de colores como nuestra bandera como si con esos momentos nos reivindicaramos con ella.
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