martes, 15 de septiembre de 2020

Somos seres de creencias

 Éste es el balance del año no acabado,

 que no acabaré.

¿Te asombra que los demás pasen a tu lado

 y no sepan, 

cuando tú pasas al lado de tantos 

y no sabes, no te interesa, 

cuál es su pena, su cáncer secreto?

 

César Pavese. El Oficio de vivir

 

En medio de la pandemia se expanden diversas versiones del coronavirus ¿en cuál cree usted? 1. Virus creado por los chinos como parte de la batalla por lograr la hegemonía mundial; 2. Virus surgido como parte de la expansión de la vida en la tierra; 3. Virus creado en un laboratorio de Estados Unidos y trasladado a China para culparlos; 4. Virus surgido por los abusos contra la madre tierra; 5. Virus escapado de algún laboratorio accidentalmente, 6. Ninguna de las anteriores; 7. Todas las anteriores.

 

Lo más probable es que más gente de lo que pensamos podamos estar en la posición siete, puesto que nuestras opiniones van cambiando de acuerdo a la información que tenemos. De cualquier manera, lo que quiero resaltar es que nos acercamos a la respuesta desde el ámbito de las creencias, no necesariamente de las certezas. 

 

Cuando estamos en el ámbito de las creencias, poco importan las pruebas que se puedan establecer en contra. Quien cree en alguna de las aseveraciones, lo cree totalmente pues no hay maneras de creer parcialmente. En este sentido, creer se utiliza como lo opuesto a saber: “no creo en el virus como un castigo, sé que existen virus desde el inicio de la vida”, por ejemplo. Sin embargo, creer tiene una acepción más popular, cuando decimos “no puedo creer que permanezcamos encerradas tanto tiempo”. En este caso, no se trata de una creencia en sí, sino de no aceptar lo que ocurre. 

 

Cuando hablo de que los seres humanos somos seres de creencias, me refiero a la necesidad de creer en sustitución de saber, tener algo como verdadero aún cuando no sea posible aportar pruebas sobre ello, como ocurre en los enunciados del principio. La creencia, sin embargo, puede estar fundada en hechos reales, como cuando recordamos algún pasaje de la niñez: “yo creo que la casa donde viví la infancia tenía piso rojo”, pero en la tertulia familiar, las hermanas aseguran que el piso era gris. En este caso, dudo de mi creencia, puesto que la mayoría asegura otra cosa; la creencia de ellas es capaz de cambiar mi propia creencia. 

 

Las creencias son tan fuertes, las vivimos con tal intensidad que nos dan un sentido de firmeza. Es más, sentimos las creencias, nos atraviesan, por eso son vitales en nuestra biografía. A medida que vamos envejeciendo, nos aferramos a las creencias con las cuales crecimos y nos han dado un sentido para vivir.

 

Las creencias también nos pueden llevar a a muerte. Morir por lo que se cree intensamente es la proeza de héroes y mártires. Actualmente, con el coronavirus, hemos asistido a muertes que se pudieron evitar porque las personas no creen en la existencia del virus o porque no creen en la eficacia de los tratamientos y por lo tanto, no se someten a ellos.

 

Más allá del horizonte de la racionalidad donde ocurre la vida que experimentamos, se encuentra el horizonte de las creencias que le otorga reforzamiento a los actos de nuestra vida. Por ejemplo, en cualquiera de los supuestos que establecimos al principio como el origen del coronavirus, creemos que el descubrimiento de una vacuna podrá resolverlo. Desde este punto de vista, cualquiera que haya sido el origen de la pandemia, se ha evaporado para concentrar los esfuerzos del mundo, en la solución. Si no averiguamos el origen no ubicaremos responsables. 

 

Por cierto, las respuestas 1 y 3 hablan de pefiles de quienes piensan en conspiraciones, mientras que el 2, 4 y 5 tienden a buscar explicaciones racionales desde diversos lugares de partida; en tanto que las respuestas 6 y 7 aluden a perfiles incapaces de tomar posición en el asunto.

 

Las creencias se encuentran firmemente atadas a los seres humanos contemporáneos tanto o más que a los seres humanos de siglos anteriores. Puede decirse que lo que ha cambiado es el proceso a través del cual, creemos. Si los primeros habitantes del planeta creían que existían fuerzas ocultas en un rayo y por ello, lo deidificaron, los seres contemporáneos sabemos que se trata de energía eléctrica y tratamos de encauzarla. Sin embargo, no podemos estar comprobando, permanentemente, que la realidad existe, que las cosas tienen un principio y un final, que el sol está a tantos kilómetros de la tierra. En algún momento confiamos en los saberes experimentados por otros, es decir, creemos. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, septiembre 15 de 2020.

1 comentario:

  1. Qué maravilla leerte Lourdes querida.
    Abrazo. Excelente reflexión. Te creo 😉

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