Pero si a través de todo corre la esperanza,
entonces las cosas se alcanzan.
Sin embargo, la esperanza no es para mañana.
La esperanza es este instante.
Clarice Lispector. Qué nombre darle a la esperanza
“Después volveré al mar, siempre vuelvo. Pero he hablado de perfume. Me ha acordado del jazmín. El jazmín es nocturno. Y me mata lentamente. Lucho contra él, desisto porque siento que el perfume es más fuerte que yo, y me muero. Cuando despierto, soy una iniciada”. Este es un relato de Clarice Lispector contenido en el libro Aprendiendo a vivir publicado por Siruela.
Clarice, la escritora brasileira nacida en Chechelnik, una aldea ucraniana de Rusia, escribió cerca de 22 libros disfrutables. Puede ser que no se encuentre entre las autoras del boom latinoamericano de finales del siglo XX, porque ya sabemos que los cánones de la escritura están sesgadas a favor de la escritura masculina. Tampoco están Elena Garro con su espléndida novela Los Recuerdos del Porvenir, Rosario Castellanos con Balún Canán ni Elena Poniatowska con Hasta no verte, Jesús Mío. Tres de las novelas que nadie debería dejar de leer, no porque ahí se encuentren las claves de las invisibles, sino porque simplemente, es una delicia leerlas.
La obra de Clarice Lispector abarca el periodismo, novelas, cuentos infantiles y obras de teatro. Se puede decir que su lectura no es fácil puesto que lejos de ajustarse a criterios de una tendencia, escribe en diversos planos, en los que sobresale la conciencia de quien escribe ante el vacío de lo que significa la vida. Más que narrar, encontramos en su escritura, un conjunto de sensaciones atravesadas por un lenguaje de afectos de los protagonistas. Sus cuentos infantiles están dedicados a sus hijos, a quienes consideró los mejores destinatarios de sus obras.
Qué gusto encontrar en la escritura de Clarice la libertad para expresar los diversos mundos que atisba, que narra, que sugiere, que ancla. Porque, podemos estar leyendo una historia casi lineal cuando se encuentra una expresión como la siguiente“decir que es noche plena y que estoy plena de la noche densa que se desliza con perfume de almendras dulces. Y pensar que el mundo está todo denso de tanto olor de almendras” (Aprendizaje o el libro de los placeres). Entonces, dejas de leer la historia lineal para entrar en un lugar donde la autora narra sensaciones, pensamientos, ideas. Es cuando te abre al abismo/vacío que significa la vida.
Quizá por eso su escritura se considera imposible de enmarcar en cualquier canon literario o perteneciente a alguna corriente. Su escritura es original, vinculada a procesos emocionales íntimos que, sin embargo, son compartidos por quien lee. Más que invitar a la reflexión, nos saca de la comodidad de una lectura más o menos fácil para arrojarnos a leer desde la conciencia. Nos perturba por el movimiento de sensaciones que crea.
Para la celebración de los 100 años de Clarice Lispector, el 10 de diciembre, se preveían diversos festejos en Brasil, particularmente en Río de Janeiro donde vivió gran parte de su vida. Se pospusieron para el 2021 por el covid, pero la lectura de su obra es una balsa para pasar este tiempo. Murió a la edad de 56 años, en 1977.
Hoy la recordamos como una mujer que ha sido comparada con Virginia Woolf por la profundidad y la trascendencia, pero también como una escritora que te desacomoda del mero confort de ser consumidora de literatura; te arroja al vasto mundo de la pasión por vivir, por nombrar, por narrar; te sujeta las manos al libro como una necesidad de habitar; te rehace la memoria a través de esto que llamamos vivir.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 15 de diciembre de 2020.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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