domingo, 9 de octubre de 2022

Entrábamos al templo con pañoleta

 Nuestra puerta está cerrada con cientos y cientos de cerrojos

pero la raíz de una rosa rasca la puerta del corazón

y entra por la fuerza.

¿Con qué sobornó al celador?

 

Fawziyya Abu Jalid. Resquicio

 

Las niñas entrábamos al templo con pañoleta, nombre que adquirió el velo en México. Mi papá y mis hermanos se sentaban en las bancas del lado izquierdo, mientras mi mamá y nosotras nos sentábamos en el derecho. Durante los ritos católicos no se mezclaban los sexos.

 

Era la época en que el altar se encontraba empotrado en la pared, por lo que los sacerdotes oficiaban de espaldas.

 

Durante más de dos mil años, en el ritual católico, se obligó a las mujeres a taparse la cabeza y a los hombres, a descubrirla. El origen de ello era San Pablo (Corintios 11, 1-16): “El hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre. Por tanto, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre la cabeza”.

 

Portar velo en la cabeza era un signo de autoridad sobre las mujeres, autoridad de los esposos o padres que representan la autoridad de Dios. El velo significaba el reconocimiento de la dependencia de las mujeres respecto de los hombres y también un signo de modestia y castidad que las mujeres debían dar. Además, en la doctrina nos decían que cubrirnos el cabello era una forma de ser como la Virgen, vasos de vida, que, de tan sagrada, tenía que ser ocultada con el velo.

 

En el catolicismo, ese significado ocurría al interior de los templos, no en el espacio público gracias a la separación Estado-Iglesia ¡al laicismo!

 

Esa práctica empezó a desaparecer a partir del Concilio Vaticano II que concluyó en 1965, donde se estableció una nueva relación entre la Iglesia Católica y el mundo de esa época. Aunque en ninguna de las sesiones se abordó el tema del velo, su no tratamiento como asunto importante, derivó en que no era obligatorio. Poco a poco las mujeres del mundo católico empezaron a no utilizar las pañoletas, velos o mantillas, que se vieron relegadas al cajón de las cosas antiguas que no se usarían nunca más, o en ocasiones, como adorno.

 

Supongo que para el mundo musulmán el significado es parecido: modestia de la mujer; señal de dominio; no mostrarse en el mundo público; aceptar la separación y asimetría entre los sexos; subordinar a las mujeres ante la presencia de Dios; aceptar sus limitaciones; no provocar a los hombres mostrando el cuerpo; evidenciar la falta de libertad y otros más.

 

El velo disminuya el estatuto personal de las mujeres: las marca con la inferiorización, las estigmatiza. Las vuelve una humanidad aparte o más bien dicho, las excluye de la humanidad tal y como la entendemos en el mundo occidental: sujetos de derechos válidos para todas las personas y ejercitables ante el Estado y los demás.

 

¿Por qué están contra el velo las mujeres de Irán? Porque no se puede reivindicar una práctica que aprisiona, que oprime, que descalifica, aún cuando se argumente que es disposición divina o que es “símbolo de identidad o rasgo cultural”.

 

Por cierto, las abuelas siguieron usando rebozo cuando iban al templo porque las creencias se convierten en parte de la estética corporal, de la manera de asumirse y de presentarse en público.

 

Han bastado 60 años para desaparecer el velo de la cabeza de las mujeres católicas y, aunque no ha desaparecido del todo la sumisión que representaba, el bisturí de los derechos gana día a día, un espacio de libertad.

 

Esperamos que el descontento iraní sea la raíz de la rosa que abrirá el cerrojo de la sinrazón.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 10 de octubre de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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