lunes, 24 de octubre de 2022

No robaré

El Ángel:

-Si puedes destruir en Fausto lo divino:

 tuya será la Tierra.

Mefisto:

-¡Ningún hombre se resiste al mal!

Acepto la apuesta.

 

Goethe. Fausto


La insólita voluntad de ser honesto le valió a AMLO para llegar a la Presidencia de la República, y la tenacidad. La honestidad se convirtió en una moneda de difícil circulación en México donde los integrantes del poder político afamaron el éxito vinculado a la rapacidad con que convertían los bienes públicos en patrimonio privado.

 

Esa larga práctica de la rapacidad pública alcanzó a una gran cantidad de instituciones donde se maneja dinero del erario nacional: lo mismo hospitales que universidades; partidos políticos que programas sociales: todo dinero público era posible extraer, convertirlo en riqueza personal o canalizarlo para campañas políticas que permitieran el triunfo de bandoleros.

 

La rapacidad alcanzó a todos los agentes de la arena pública, quienes se mimetizaron en ella.

 

El patrimonio público fue empobrecido. Las calles de la ciudad donde vivo son una muestra del robo sistemático de los recursos destinados a la urbanización. ¿Cómo llegamos a tener una ciudad sucia, deteriorada, mal oliente, insegura, obscura, fea, con monumentos de unicel, peligrosa para las mujeres y la niñez? Deberíamos echar un vistazo a las fortunas personales de presidentes municipales, gobernadores y su funcionariado de los últimos treinta años para encontrar la respuesta.

 

¿Por qué subraya AMLO la honestidad como atributo de sí mismo? Porque requiere construir un imaginario basado en la confianza ya que la honestidad no se refiere solo a que no tomará dinero de las arcas de la república, sino a que el robo no será la marca del gobierno.

 

La confianza es un sentimiento que se ubica en otro lado diferente a la razón. Consiste en la franqueza, la capacidad de decir la verdad (con todo y lo que ello implica); no depende de consensos, sino que depende de la percepción que se genera ante la coherencia y la sinceridad. La integridad es la consecuencia de ambas. Nos da la impresión de apertura, respeto por sí mismo y los demás; bondad, disposición a vivir en la frugalidad, despojarse de falsedades, engaños, egoísmo.

 

Abrir el tiempo de la república franciscana.

 

No robaré es más bien, la adopción de un mandamiento por medio del cual, AMLO ha querido sintetizar ser decente, justo, reservado, prudente, razonable, claro, acertado, benévolo, cumplidor de palabra. Los signos exteriores han sido: manejar un coche barato, vivir en un departamento de clase media, llevar la cotidianidad sin ostentaciones, vivir sin escándalos, no entrar a la farándula.

 

No robaré se asume como lema de gobierno, como política correcta, desarrollo moral, vida buena, sello personal.

 

¿Cómo desandar los caminos de las microrapacidades que permanecen?

 

No Robaré sirvió para llegar a la presidencia del país. No sé si le ha valido para gobernar porque ¿cómo se convierte No Robaré en justicia, en empleos, en seguridad?

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 24 de octubre de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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