El
sentido profundo de la protesta social
consiste
en haber opuesto al fantasma
implacable
del futuro,
la
realidad espontánea del ahora.
Octavio Paz
Las elecciones son la bisagra que une a dos
periodos de gobierno. En México, desde el año dos mil, los procesos electorales
han dado lugar a la elección de autoridades de partidos diferentes. Entiéndase,
no de elegir a miembros de partidos políticos con posiciones distintas ante el
desarrollo nacional, sino a personas que se presentan ante el electorado a
través de siglas de partidos distintos.
En México, casi toda la clase
política ha sido deudora de la pedagogía priísta de gobernar. Se trata de una
pedagogía del autoritarismo donde quien gobierna tiene un cheque en blanco para
utilizar el poder de manera ilimitada. Por ello, el sentimiento popular no
distingue entre gobiernos priístas, panistas o perredistas, ya que sus
comportamientos hacia el empresariado, la relación Estado-gobernados, el uso de
las finanzas, la relación con el crimen organizado, es prácticamente el mismo,
el resultado del entrenamiento de la larga práctica de los gobiernos
autoritarios como modelo de éxito. Así se es gobernante en México.
La pedagogía autoritaria de gobernar patentada
por el PRI no sólo alcanzó a los partidos políticos, también alcanzó a la
empresa, las universidades, los sindicatos y a diversas instancias quienes lo
incorporaron como modelo de organización y a imitación suya, se convirtieron en
instancias poderosas. La cultura del poder absoluto, impune, sin reglas que
acatar ha sido la marca de lo institucional mexicano.
Un Estado sin temor de ley ni del demonio.
Una clase política patrimonialista sin más límite que el arca a su alcance.
El pueblo, la ciudadanía, la sociedad civil
han debido esperar un largo periodo para renacer como crítica periodística,
crítica de opinión, posturas intelectuales y movimientos sociales. Fueron los
lugares con menos controles del Estado, los menos “modernizados” donde han
surgido las expresiones que han quebrado la homogeneidad autoritaria: los
movimientos indígenas del sur de México, junto con la búsqueda de desaparecidos,
los reclamos de los feminicidios. Ellos, los movimientos desde abajo se han convertido
en los parte aguas que cuestionan la democracia autoritaria mexicana.
En México no se han interrumpido las
elecciones, por el contrario, se ha perfeccionado el sistema de emisión del
voto. Ritualmente, cada seis años se acude a las urnas a depositar el voto. El
rito ha conformado un mito: el del México democrático. Pero, si somos
democráticos ¿por qué cada vez somos más pobres y desiguales mientras que la
clase política comparte los privilegios con amigos, familiares, favoritos del
Presidente en turno o de los gobernadores en los Estados? El personalismo ha
quitado el lugar al profesionalismo porque el primero se basa en fidelidades;
el segundo, en reglamentos.
Hoy, en las elecciones no está la democracia.
Sólo está un juego de espejos entre partidos políticos para ser usuarios del
Estado fuerte. La sociedad caótica de inseguridad, descarrilamientos, guachicoleros,
gobernadores bandidos, rectores fugados, bandas facciosas, desapariciones de
niñas, trata de personas, derrumba la fachada de democracia en que la clase
política se ha guarecido.
De poco ha servido perfeccionar las reglas de
acceso al poder si no nos ocupamos de controlar la forma como las autoridades
tienen que ejercer el poder. En esto está la democracia de hoy, en establecer
los controles de quien sea que llegue al poder: los ángeles o los demonios,
porque como sabían los antiguos: los
ángeles al llegar al poder, dejan de ser ángeles.
Cuando gobiernan, todos son demonios en su
propio paraíso.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit
Opina, Tepic, Nayarit, 31 de mayo de 2018