jueves, 31 de mayo de 2018

Elecciones: ahí no está la democracia

El sentido profundo de la protesta social
consiste en haber opuesto al fantasma
implacable del futuro,
la realidad espontánea del ahora.

Octavio Paz

Las elecciones son la bisagra que une a dos periodos de gobierno. En México, desde el año dos mil, los procesos electorales han dado lugar a la elección de autoridades de partidos diferentes. Entiéndase, no de elegir a miembros de partidos políticos con posiciones distintas ante el desarrollo nacional, sino a personas que se presentan ante el electorado a través de siglas de partidos distintos.

En México, casi toda la clase política ha sido deudora de la pedagogía priísta de gobernar. Se trata de una pedagogía del autoritarismo donde quien gobierna tiene un cheque en blanco para utilizar el poder de manera ilimitada. Por ello, el sentimiento popular no distingue entre gobiernos priístas, panistas o perredistas, ya que sus comportamientos hacia el empresariado, la relación Estado-gobernados, el uso de las finanzas, la relación con el crimen organizado, es prácticamente el mismo, el resultado del entrenamiento de la larga práctica de los gobiernos autoritarios como modelo de éxito. Así se es gobernante en México.

La pedagogía autoritaria de gobernar patentada por el PRI no sólo alcanzó a los partidos políticos, también alcanzó a la empresa, las universidades, los sindicatos y a diversas instancias quienes lo incorporaron como modelo de organización y a imitación suya, se convirtieron en instancias poderosas. La cultura del poder absoluto, impune, sin reglas que acatar ha sido la marca de lo institucional mexicano.

Un Estado sin temor de ley ni del demonio. Una clase política patrimonialista sin más límite que el arca a su alcance.

El pueblo, la ciudadanía, la sociedad civil han debido esperar un largo periodo para renacer como crítica periodística, crítica de opinión, posturas intelectuales y movimientos sociales. Fueron los lugares con menos controles del Estado, los menos “modernizados” donde han surgido las expresiones que han quebrado la homogeneidad autoritaria: los movimientos indígenas del sur de México, junto con la búsqueda de desaparecidos, los reclamos de los feminicidios. Ellos, los movimientos desde abajo se han convertido en los parte aguas que cuestionan la democracia autoritaria mexicana.

En México no se han interrumpido las elecciones, por el contrario, se ha perfeccionado el sistema de emisión del voto. Ritualmente, cada seis años se acude a las urnas a depositar el voto. El rito ha conformado un mito: el del México democrático. Pero, si somos democráticos ¿por qué cada vez somos más pobres y desiguales mientras que la clase política comparte los privilegios con amigos, familiares, favoritos del Presidente en turno o de los gobernadores en los Estados? El personalismo ha quitado el lugar al profesionalismo porque el primero se basa en fidelidades; el segundo, en reglamentos.

Hoy, en las elecciones no está la democracia. Sólo está un juego de espejos entre partidos políticos para ser usuarios del Estado fuerte. La sociedad caótica de inseguridad, descarrilamientos, guachicoleros, gobernadores bandidos, rectores fugados, bandas facciosas, desapariciones de niñas, trata de personas, derrumba la fachada de democracia en que la clase política se ha guarecido.

De poco ha servido perfeccionar las reglas de acceso al poder si no nos ocupamos de controlar la forma como las autoridades tienen que ejercer el poder. En esto está la democracia de hoy, en establecer los controles de quien sea que llegue al poder: los ángeles o los demonios, porque como sabían los antiguos:  los ángeles al llegar al poder, dejan de ser ángeles.  

Cuando gobiernan, todos son demonios en su propio paraíso.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 31 de mayo de 2018


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