“Aquí la ilusión se
paga con la vida”
Elena Garro
Vuelan máquinas en el aire, nadan artefactos debajo de
las aguas, se escudriña el centro de la tierra con robots inteligentes, se
construyen ciudades sobre el agua, pero en el mundo, una de cada tres mujeres
ha padecido violencia física y/o sexual a lo largo de su vida. En algunos
países, lo ha sido el 70%.
Se puede construir vida artificial, se clonan
las ovejas y muy pronto, los murciélagos. Se crean cadenas genéticas
artificiales, se predicen las enfermedades desde la concepción, la vida vivible
llega casi a los cien años, pero nueve mujeres son asesinadas cada día en un
país llamado México.
No estamos en guerra pero las mujeres son
maltratadas y violentadas. En amplias zonas del mundo las mujeres no disponen
de su propio cuerpo para decidir con quién vivir. En 29 países, son mutiladas
con la ablación del clítoris para evitar el placer en las relaciones sexuales.
En otros más, carecen de mayoría de edad, por lo que siempre están bajo la
tutela de los hombres de su familia.
Desaparecen niñas, muchachas que simplemente
caminan por las calles, que salieron de su casa para ir a la escuela, para
cruzar la calle, para estar con las amigas y desaparecen. Las alcanzan las
mafias de la trata de personas que, especialistas en robar mujeres de los
países pobres, se afianzan sobre ellas, con saña. Las llevan a las redes de
prostitución donde hombres de países ricos, las usan (¡y eso es el progreso!).
Nadie ha declarado la violencia contra las
mujeres como zona de desastre. Nadie ha pedido fondos especiales para atender la
epidemia.
América Latina se considera la región más
letal para las mujeres, la zona más violenta del mundo fuera de un contexto de
guerra, según la Organización de las Naciones Unidas. ¿Qué provoca que las
mujeres sean violentadas, desaparecidas, robadas, ultrajadas, asesinadas,
introducidas en redes de trata? Una de cada dos mujeres asesinada, el autor es
su compañero sentimental o un hombre de su familia. Quienes juraron amarlas,
las matan.
Los documentales nos asombran con hazañas del
rescate de flores que miran al cielo; de pequeñas aves que hacen sus nidos en
montañas escarpadas; de la vida de peces diminutos en medio del océano
congelado. Las conciencias de la defensa de la especie se ha revolucionado. Hoy
queremos salvar al planeta, al último ejemplar de alguna especie sobre la
tierra, se lanzan naves al espacio en busca de planetas que ni siquiera
imaginamos, pero el núcleo duro del patriarcado permanece.
Las iglesias han dejado de buscar la boca del
infierno en algún lugar sobre la tierra, ahora el infierno es una metáfora de
la arqueología religiosa. La iglesia descontinuó diversos santos después del
Concilio Vaticano II; el Limbo fue declarado inexistente en 2006, pero las
mujeres siguen considerándose indignas
para hablar con los dioses, para oficiar los cultos. Todo ello porque las
mujeres son consideradas inferiores, indignas, pecadoras, demoniacas, culpables.
Todo ello nutre al patriarcado en su núcleo
duro.
Puede cambiar la energía que mueve el planeta:
la energía puede ser leña, carbón, petróleo, o fuerza atómica. Pueden cambiar
los medios en que se mueven los seres humanos: animales de carga, vehículos de tracción,
de vapor, de motor, eléctricos. Se puede mirar el cielo a ojo abierto, a través
de telescopios, con naves siderales. Lo que
no puede cambiar son las relaciones de hombres y mujeres. Lo que no puede
cambiar es la concepción misma de qué son las mujeres: débiles, inferiores,
malas, traidoras, desleales, antojadizas, frágiles, culpables de lo que sea.
Por eso las matan, las violan, las enmudecen. ¿Que
somos libres? ¿que somos iguales?
¡Oh, vana ilusión que se paga con la vida!
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit noviembre
26 de 2018.
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