lunes, 26 de noviembre de 2018

Aquí la ilusión se paga con la vida: el núcleo duro del patriarcado


“Aquí la ilusión se paga con la vida”
Elena Garro

Vuelan máquinas en el aire, nadan artefactos debajo de las aguas, se escudriña el centro de la tierra con robots inteligentes, se construyen ciudades sobre el agua, pero en el mundo, una de cada tres mujeres ha padecido violencia física y/o sexual a lo largo de su vida. En algunos países, lo ha sido el 70%.

Se puede construir vida artificial, se clonan las ovejas y muy pronto, los murciélagos. Se crean cadenas genéticas artificiales, se predicen las enfermedades desde la concepción, la vida vivible llega casi a los cien años, pero nueve mujeres son asesinadas cada día en un país llamado México.

No estamos en guerra pero las mujeres son maltratadas y violentadas. En amplias zonas del mundo las mujeres no disponen de su propio cuerpo para decidir con quién vivir. En 29 países, son mutiladas con la ablación del clítoris para evitar el placer en las relaciones sexuales. En otros más, carecen de mayoría de edad, por lo que siempre están bajo la tutela de los hombres de su familia.

Desaparecen niñas, muchachas que simplemente caminan por las calles, que salieron de su casa para ir a la escuela, para cruzar la calle, para estar con las amigas y desaparecen. Las alcanzan las mafias de la trata de personas que, especialistas en robar mujeres de los países pobres, se afianzan sobre ellas, con saña. Las llevan a las redes de prostitución donde hombres de países ricos, las usan (¡y eso es el progreso!).

Nadie ha declarado la violencia contra las mujeres como zona de desastre. Nadie ha pedido fondos especiales para atender la epidemia.

América Latina se considera la región más letal para las mujeres, la zona más violenta del mundo fuera de un contexto de guerra, según la Organización de las Naciones Unidas. ¿Qué provoca que las mujeres sean violentadas, desaparecidas, robadas, ultrajadas, asesinadas, introducidas en redes de trata? Una de cada dos mujeres asesinada, el autor es su compañero sentimental o un hombre de su familia. Quienes juraron amarlas, las matan.

Los documentales nos asombran con hazañas del rescate de flores que miran al cielo; de pequeñas aves que hacen sus nidos en montañas escarpadas; de la vida de peces diminutos en medio del océano congelado. Las conciencias de la defensa de la especie se ha revolucionado. Hoy queremos salvar al planeta, al último ejemplar de alguna especie sobre la tierra, se lanzan naves al espacio en busca de planetas que ni siquiera imaginamos, pero el núcleo duro del patriarcado permanece.

Las iglesias han dejado de buscar la boca del infierno en algún lugar sobre la tierra, ahora el infierno es una metáfora de la arqueología religiosa. La iglesia descontinuó diversos santos después del Concilio Vaticano II; el Limbo fue declarado inexistente en 2006, pero las mujeres siguen considerándose  indignas para hablar con los dioses, para oficiar los cultos. Todo ello porque las mujeres son consideradas inferiores, indignas, pecadoras, demoniacas, culpables.

Todo ello nutre al patriarcado en su núcleo duro.

Puede cambiar la energía que mueve el planeta: la energía puede ser leña, carbón, petróleo, o fuerza atómica. Pueden cambiar los medios en que se mueven los seres humanos: animales de carga, vehículos de tracción, de vapor, de motor, eléctricos. Se puede mirar el cielo a ojo abierto, a través de  telescopios, con naves siderales. Lo que no puede cambiar son las relaciones de hombres y mujeres. Lo que no puede cambiar es la concepción misma de qué son las mujeres: débiles, inferiores, malas, traidoras, desleales, antojadizas, frágiles, culpables de lo que sea.

Por eso las matan, las violan, las enmudecen. ¿Que somos libres? ¿que somos iguales?
¡Oh, vana ilusión que se paga con la vida!

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit noviembre 26 de 2018.


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