Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan, pero no dicen.
Los votantes votan, pero no eligen.
Eduardo Galeano
En 1989, la gubernatura de Baja California fue la primera que obtuvo un partido de oposición al PRI, en la figura de Ernesto Ruffo Appel. El PRI reconoció su derrota después de 60 años ininterrumpidos de dominio general y a nivel local. Antes de ello, se había tenido la experiencia del fraude que impidió la llegada a la gubernatura de Alejandro Gascón Mercado en Nayarit en 1975, a través del Partido Popular Socialista. Posteriormente, el PRI no reconoció el triunfo de Salvador Nava como gobernador de San Luis Potosí, en 1991.
Treinta años después, la geografía electoral es diametralmente opuesta. Las elecciones del 4 de junio de 2023 le dicen adiós al paraíso del PRI en el Estado de México. Efectivamente, después del largo predominio de ese partido en el EDOMEX, por primera vez ocurrirá una alternancia en el Estado con mayor número de votantes de México, pero ahora el PRI es un partido de oposición ante la nueva hegemonía partidista que significa MORENA.
En esta elección es la Ciudad de México la que se extiende hasta asfixiar el grupo Atlacomulco, del cual fueron electos siete gobernadores y un presidente de la república. Un grupo que mostraba su dominio dentro y fuera del EDOMEX.
Dos son las gubernaturas que conserva el PRI: Coahuila y Durango. No parece que a partir de esos Estados pueda rehacerse el priísmo en el país, porque a diferencia de 2000, cuando se dio la alternancia de la Presidencia de la República, ahora el territorio dominado por el PRI, es mínimo. En 2000, el PRI perdió la Presidencia de la República, pero conservó el poder territorial. Hoy no ocurre eso. Tampoco pudo aprovechar el regreso a la Presidencia de la República en la figura de Enrique Peña Nieto, para recomponerse; al contrario, se profundizó su crisis ante la banalidad de la forma de gobernar y el dispendio.
Lo más probable es que lo que queda de PRI inicie la desbandada final. Ha dejado de ser el partido del futuro. Ahora, cada vez más, se convierte en un partido del pasado, al que deberemos estudiar con las técnicas históricas del extrañamiento.
Asistimos a la desaparición de un sistema de partidos que permitió la estabilidad política en el país, durante casi cien años. Es cierto que el sustento de ese dominio fue el corporativismo. Hoy, ambos han desaparecido y están en vías de convertirse en arqueología. Recuerdo que, en la década de los noventa, en las escuelas de ciencia política abundaban los estudios sobre la CNC, la CTM, los líderes fuertes, el sindicalismo, etc. Hoy los tesistas abordan la ciudadanía digital, la creación de cultura política en las redes, el poder de los influencer, etc.
Lo peor que nos pudiera ocurrir es reinventar la cultura del carro completo, de la hegemonía total… en otro partido. Porque de lo que se trata no es de rehacer una hegemonía a través de otro partido, sino de transitar a un sistema real de alternancias, de gobiernos de alianzas, de democracias participativas. No solo de cambiar de color. Por eso, es preocupante crear nuevas hegemonías ya que un país pintado de un solo color no habla de democracia, sino de obediencia y de control, de falta de opciones.
Porque la democracia mexicana parece estar presa de una cultura política basada en el autoritarismo, el seguimiento del líder máximo, el silencio de la prensa independiente. La fatalidad ha sido la democracia reducida al momento electoral; la carencia de relaciones interpersonales basadas en la confianza, la falta de interés masivo por los problemas públicos, la ausencia de organizaciones de la sociedad civil capaces de participar en los debates públicos. Además de la verticalidad, la impunidad, la fidelidad al jefe como signo de obediencia, la falta de información veraz; las complicidades al interior de los partidos políticos y entre partidos.
Es cierto, sufrimos el desgaste de los partidos políticos, pero ¿sería peor no tenerlos? Así que adiós a los partidos que conocimos y bienvenidos los nuevos partidos de la escena mexicana. Esperemos que sean partidos políticos (no franquicias para delinquir, no clubes de Toby) y que sean nuevos: a la altura de los tiempos que se anuncian.
Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 8 de junio de 2023.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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