El título Apuntes para mis hijos, me remontó al libro con ese mismo título escrito de manera manuscrita por Benito Juárez alrededor de 1866, ya casi al final de su vida. Así que dentro del espíritu de ese ilustre mexicano Benito Juárez emprendí la lectura de este libro escrito por Luz del Carmen Parra.
Luz del Carmen Parra da cuenta de una generación de mujeres que realiza la transición de la maternidad sacrificial a una práctica de nuevas maternidades. Para ello, realizó varias estrategias, entre ellas, retrasar la entrada a la maternidad, en comparación con mujeres de la generación anterior que lo hacían alrededor de los veinte años. Tener un primer hijo a los 30 años la ubicaba como una mujer añosa, pero le dio la posibilidad de realizar proyectos personales que, de otra manera, hubiese sido difícil, puesto que, en este país, los cuidados derivados de la maternidad se consideran una responsabilidad, prácticamente exclusivo de las mujeres.
Aquí tenemos uno de los temas fundamentales que atraviesan la identidad de las mujeres, porque por una parte, tenemos el mandato de la maternidad, romantizado, y por la otra, un proyecto de vida que requiere otras maneras de asumirlo, donde tanto el Estado como la sociedad tendrían que participar en lo que hoy se denomina crianza humana.
Es importante resaltar la toma de conciencia que la maternidad representa para las mujeres. Porque el nacimiento del primer hijo, significa cambiar los planos de significado de la vida propia. No ocurre lo mismo para los varones, para quienes el nacimiento de hijos, carece de esa dimensión. Luz María Parra dice: “Lo demás pasó a segundo plano”, sí, pero no a un plano donde ella desapareciera, porque si bien es cierto que la presencia de los hijos abre las posibilidades de crear seres en el afecto, educar el alma, formar cuerpos sanos y forjar el espíritu, también lo es que, como dice la autora, la madre debe estar satisfecha consigo mismo para, con esa seguridad, acompañar a los hijos.
En el presente libro asistimos al relato de la experiencia de maternidad ubicada en un contexto social y temporal específico, dentro de lo que podemos llamar la institución simbólica y legal de la maternidad. Se trata de una reflexión sobre la experiencia de ser madre dentro de un entramado de relaciones determinadas por la edad, el género, la educación. Para la autora, el hogar se convierte en un microcosmos donde el agradecimiento debe privar en los diferentes momentos, ya que “propicia un entorno de corresponsabilidad y armonía, estableciendo una relación entre iguales, dejando de lado la sumisión y el autoritarismo que reinó en las relaciones de antaño, ese ánimo de dominar y controlar”.
Los apuntes a los hijos es también la ocasión para preguntarse por sí misma “… ¿en qué momentos siendo adulta, cansada, he dejado de preguntar por qué o para qué y he asumido como herencia lo aprendido? ¿Por qué perdí alguna vez ese carácter decidido que me llevó hasta dónde estoy?
Luz María Parra, se convierte en una heredera de genealogía de las mujeres de su familia y a su vez, en transmisora “De mi madre aprendí su espíritu emprendedor y su instinto de superación. De niña siempre la recuerdo sumamente atareada. Comprometida con su familia. La vi planear y apoyar el surgimiento de un taller de carpintería que dio trabajo a más de 30 familias; llevar a cabo la construcción y administración de un almacén de víveres que se convirtió en el más grande y surtido del barrio y finalmente, poco antes de emigrar a la ciudad de México a estudiar mi carrera, promover la compra de una papelería. Le gustaba hacer negocios”.
Aquí encontramos la genealogía de las mujeres, donde la siguiente generación recuerda a la anterior con sus luces y sus sombras. De esa genealogía de mujeres viene Luz María, no de mujeres vencidas.
Quiero resaltar la educación en emociones que narra la autora a lo largo de los textos de los que está compuesto el libro. Aquí recordé al filósofo Baruch Espinoza para quien las emociones son lo fundamental de los seres humanos, aun cuando Descartes haya afamado la razón como la principal cualidad de la humanidad. La autora se afana por educar a sus hijos en emociones positivas, lidiar con las negativas y aprender a conocerse para que se conviertan en adultos equilibrados.
A su vez, poner en claro sus propias emociones es una de las riquezas del libro porque a cada momento, si se abre el libro en cualquier de sus páginas, lo que leemos es el asalto de las emociones. Lejos de ser un texto de la racionalidad, se trata de un testimonio donde la autora reconoce los diferentes estados de ánimo, las vicisitudes para llegar a una resolución y la manera de realizar consensos consigo misma. Todo ello atravesado por la lógica del sentido común, el menos común de los sentidos que se forja a través de la experiencia,
Luz María preparó a sus hijos en nuevas masculinidades. Al dejar de considerar las labores del hogar como labores de las mujeres y redistribuirlas entre sus hijos varones, estaba construyendo personas autosuficientes capaces de asumir nuevos lugares en los hogares de destino. Por ello, sin duda, como dije al principio, se trata de una generación de mujeres puente entre las maternidades tradicionales, signadas por el sacrificio que educan a los hijos para que sean atendidos, y las mujeres que toman la maternidad en sus manos y construyen otra manera de ser madres, de enseñar nuevos compromisos a los hijos; sin la queja, con la mirada puesta en el adelante, para saber que tanto su proyecto de vida personal, como el de los hijos y pareja, se deben considerar en planos de jerarquía, donde cada quien tenga su lugar. Sin que uno ignore al otro.
En la última parte del libro, Luz María nos entrega sus reflexiones sobre la pandemia. Se trata de una toma de conciencia de lo que ocurre a toda la humanidad, vertida en la voz de una mujer que ve los estragos de la pandemia en el mundo, pero decide vivirla de la manera más optimista posible. La autora dice: “Sin apenas darme cuenta, de repente, me he visto en medio de una vorágine sin sentido, como si de pronto, me hubiera atrapado una enorme ola y no pudiera encontrar la forma de tocar el fondo para lograr salir a tomar el aire que me permita volver a la vida. Me siento en medio de un enorme remolino que me jala al abismo de la nostalgia y la represión”.
Sí, la pandemia también la cercó y se metió a su círculo más íntimo. Vemos su pesar sobre el padre muerto, pero con ese pesar cubre el duelo de los 19 millones que perecieron en la pandemia. Su dolor fue el dolor de todos quienes perdimos a seres queridos y a quienes, siendo solo nombres, solo número, eran padres, hermanas, hijos, madres, sobrinas.
Buscar el aire para respirar, encontrar las palabras para decirnos nuestras tristezas, es lo que hace Luz María: tomar las palabras como salvación; tejer la escritura como un gran manto donde nos protegemos. Ese es el testimonio de Luz del Carmen Parra, quien se convierte, a partir de este libro es una de las testigas de la gran catástrofe que representó el COVID, pero cuyas palabras nos alientan a construirnos a partir de la esperanza, del trabajo diario y, sobre todo, dentro de lazos de convivencia que es lo que da sentido a nuestras vidas. Muchas gracias.
Palabras en la presentación del libro Apuntes para mis hijos, el 29 de mayo de 2023
Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 31 de mayo de 2023.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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