martes, 16 de abril de 2024

Feminicidio: el deseo mortal

El día que la mataron

Rosita estaba de suerte

de tres tiros que le dieron

nomás uno era de muerte

 

Corrido de Rosita Alvírez

 

No, no se trata de amor; los feminicidios son la forma extrema de violencia contra las mujeres. En ello entra en juego el deseo masculino llevado a su máxima expresión porque ese deseo exige el goce del cuerpo de esa mujer con o sin su consentimiento.

 

El feminicidio es el deseo masculino mortal porque se dirige a una mujer considerada en tanto cuerpo, de la cual no es necesario tener su voluntad. Cuando, en una relación de pareja, se pide el consentimiento de la otra, se está en la posibilidad de aceptar descifrar su deseo, pero la ley del deseo mortal no admite comprensiones, solo compele al forzamiento como ley para gozar.

 

Estamos en presencia de la ley de Sade: gozar el cuerpo de la otra como imperativo categórico. No importa que ese goce lleve a la destrucción. Si se enuncia como derecho, se tendrá, entonces, el derecho al goce sin límites, sin barreras: gozar sin tener en cuenta a la otra persona de la relación.

 

En gran parte de los feminicidios, el perpetrador es el esposo, novio o pareja de la víctima. ¿Qué ocurre, entonces? Se supone que ella otorgó un consentimiento para ser la novia, esposa o pareja, pero ese consentimiento se convirtió en un cheque en blanco, en permiso ilimitado para hacer cualquier cosa en el cuerpo de ella. Se trata de una estafa del consentimiento porque se emitió en un sentido, ser la esposa, novia o pareja y se tomó en otro: ser exclusiva para el otro.

 

Por eso se trata de consentimientos atrapados en una espiral que se sabe dónde inicia, pero no en los vericuetos de por dónde se desarrolla y en donde termina. De pronto, la esposa se da cuenta de que el esposo responde de manera violenta, que los requerimientos van subiendo de tono y ella permite que el deseo de él se cumpla en el cuerpo de ella. Generalmente, se puede confundir con su propio deseo, pero poco a poco va existiendo una distinción entre lo que ella quiere y lo que él hace.

 

Del deseo del cuerpo se pasa a dominar toda la vida de la novia, de la esposa, de la pareja. Algunas buscan refugio en la casa de su madre, con alguna amiga, con la hermana, pero es inútil, el victimario ya decidió la suerte de la víctima y la seguirá a cualquier lugar donde se refugie.

 

¡Qué ser tan extraño este al que le di mi consentimiento amoroso y ahora no lo reconozco en su deseo de muerte!

 

Puede ser que ella interponga demandas para mantenerlo alejado. Sabemos de casos donde se tenían una o dos demandas de violencia y él llegó con su carga de muerte hasta el lugar donde le habían dado refugio. La mata a ella, al hijo de ella, a la madre de ella; incendia la casa, la arroja a la basura, la destroza, la vuelve ceniza.

 

Es el clímax de su deseo: la destrucción de la otra, su desaparición física.

 

Cuando yo era niña se cantaba una canción “Virgencita de Talpa”, la cual en una de sus partes decía:

 

Yo te vengo a pedir

Virgencita de Talpa

que me vuelva a querer

que no sea ingrata.

...

 

Tú que todo lo puedes

Haz que regrese

que vuelva a ser como antes

y que me bese.

 

Y si no me la traes

vale más que se muera

ya que su alma no es mía

que sea de Dios.

 

La extinción se pedía a la Virgen que todo lo puede. El derecho al goce sin límites que se incubó en su imaginario de dominante desenfrenado, se convierte en el permiso de la ley para matar.

 

Por eso, los feminicidios se incuban en el deseo de poseer a la otra y de exterminarla, ya sea por intermedio de la Virgen o por su propia mano. No, no es amor.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 16 de abril de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

No hay comentarios:

Publicar un comentario