martes, 30 de abril de 2024

La Presidenta de un día después

Solo triunfaremos si no 

nos olvidamos de aprender.

 

Rosa Luxemburgo

 

El 3 de junio México tendrá la primera presidenta de la historia. ¿Qué cambiará, qué permanecerá? La elección de una presidenta, por sí sola, genera, lo siguiente:

 

Nuevos imaginarios sociales sobre las mujeres en el sentido de ejercer puestos de alta responsabilidad como es la Presidencia de la República. Con ello se redefinen los roles y ocupaciones que pueden ejercer las mujeres como una transgresión al mandato de vivir de acuerdo a su condición de género, que en el caso de las mujeres es de dependencia, subordinación y falta de poder (Lagarde. Cautiverios de las Mujeres), puesto que su encasillamiento en el trabajo de la vida cotidiana las destina a ámbitos sin valor, de servidumbre, de trabajo repetitivo.

 

Se abren simbolismos sobre las mujeres y su papel en la sociedad. Las niñas y jóvenes actuales sabrán que las mujeres pueden ocupar posiciones jerárquicas que estaban reservadas a los hombres. Estas altas posiciones les daban poderío, de lo que se excluía a las mujeres como colectivo.

 

Se rompe el monólogo masculino del poder, puesto que la presencia de las mujeres en los ámbitos de toma de decisiones introduce nuevas formas de discusión, de tomar acuerdos y priorizar los temas fundamentales que le dan sentido a la sociedad, al futuro inmediato, a la vida: las mujeres en el poder establecen una agenda de género que antes era invisibilizada por el colectivo de los hombres. Se trae lo ocultado y negado, al ámbito de lo público.

 

¿Qué permanecerá? Permanecerá el orden de género, la distribución patriarcal de funciones basada en la explotación de las mujeres, tanto en su trabajo material, como reproductivo, sexual, emocional e intelectual que fundamenta el sistema político, económico y social.

 

Es cierto, el poder es un ámbito de lo masculino signado por las características portadas y auto asignadas por los hombres: asertividad, conducción hacia logros, monopolio de las instituciones, acuerdos entre ellos de lo que es el desarrollo, definición del bien social que se persigue, etc. Cada hombre reconoce en el otro sus méritos patriarcales por los que está avalado para ejercer el poder, ya que todos los hombres han sido socializados dentro de la supremacía masculina de género.

 

Ellos están socializados para tener una posición jerárquica superior en relación a las mujeres: es su manera aprendida de estar en el mundo.

 

Hasta antes del ingreso de las mujeres en la política, la lucha por el poder era entre hombres sin la presencia de las mujeres, lo que se puede denominar democracia de cantina. El ingreso de las mujeres en la política, altera las formas de toma de acuerdos porque el sujeto mujer rompe las formas de negociación, ya que se tiene que discutir y negociar con quien no comparte la carga genérica de la condición masculina.

 

También es cierto que la política, dentro de la democracia, es un espacio participativo de legitimación de derechos; de rehacer los pactos para realizar nuevos acuerdos entre el colectivo de los hombres y el colectivo de las mujeres que amplíe el ámbito de la democracia al incluir a quienes estaban excluidas y con ello, visibilizar otras exclusiones.

 

Ni el 3 de junio ni el 4 ni el 20, cambiará el orden de género. A lo que aspiramos es que una mujer en la Presidencia de la República inicie la transformación, no solo de un régimen político, sino que socave el orden patriarcal existente. Es nuestra certidumbre de esperanza.

 

Nada más, pero nada menos.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 30 de abril de 2024.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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